Manifestación en Minsk, Bielorrusia /EFE
Manifestación en Minsk, Bielorrusia /EFE

Doce domingos, doce manifestaciones en Minsk para exigir la dimisión de Alexander Lukashenko y nuevas elecciones. La última, celebrada el 1 de noviembre se saldó con más de 250 detenidos. El gobierno desplegó al Ejército y a la Policía que hizo disparos para dispersar a los asistentes, cerró las estaciones de metro para dificultar la llegada al lugar y restringió el acceso a Internet para evitar las transmisiones en vivo. 

La historia de estas protestas comienza mucho tiempo atrás, cuando de política se hablaba solo en las cocinas y con la radio puesta para que no oyeran los camaradas, dio sus primeros pasos en la plaza roja de Moscú con la población dispuesta a enfrentarse a los tanques y llegó a su culmen con la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1990.   

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Las quince naciones que habían estado bajo el dominio soviético iniciaron vidas independientes, pero dentro de este grupo quedó una rezagada, que tras 26 años sigue luchando en las calles por su libertad: Bielorrusia. 

En las elecciones del 26 de agosto del año en curso, Alexander Luakshenko resultó ser el vencedor con un 80% de votos. Aplastante. Pero lo que hay que saber es que durante el proceso de la campaña electoral, de los tres candidatos opositores, dos fueron encarcelados y el otro tuvo que huir del país. Entonces, fueron tres mujeres, lideradas por Svetlana Tikhanovskaya, quiene se unieron en una coalición para hacerle frente al dictador. 

Y como si esto fuera poco, después del cierre de las urnas hubo un apagón de Internet, por lo que el gobierno se limitó a dar sus resultados, declarando a Lukashenko victorioso. Esa misma noche, la gente tomó las calles y las autoridades respondieron con brutal represión, balas de goma, gases lacrimógenos y 3.700 detenciones. 

La represión de la oposición no sorprende a nadie, ya que Lukashenko fue criado en el viejo sistema soviético. De hecho, votó en contra de la disolución de la URRS y cuando asumió el poder mantuvo en su gobierno estructuras, procedimientos, instituciones e incluso estatuas.

Fue en 2010 cuando comenzaron los primeros levantamientos. También fueron después de unas elecciones, pero el dictador los reprimió con la ayuda de la KBG, sí leyó bien, la KGB (Komitet Gosudarstrennoaja Bezopasnosty, Comité de la Seguridad del Estado) que sigue operando hasta el día de hoy en dicho país. En ese caso, los seis candidatos de la oposición fueron detenidos. 

La líder de la oposición, Svetlana Tikhanovskaya, se vio obligada a exiliarse a Lituania por motivos de seguridad y recibió apoyo de la comunidad internacional. Josep Borrell, alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea anunció un paquete de sanciones para Bielorrusia y confirmó, en rueda de prensa, que Lukashenko carece de legitimidad. Además, países como Alemania y Francia se han posicionado del lado de la oposición y exigen elecciones transparentes, libres y justas. 

Al oír esto, Lukashenko denunció un complot de occidente contra su país. ¿Adivina quienes salieron en su rescate? China y Rusia, países que brillan por su respeto a la libertad, la democracia y los derechos humanos (léase esta última frase en tono irónico). ¡Ah!, y por supuesto, no podía falta Venezuela en este exclusivo club.

Algunos analistas se han arriesgado a decir que Putin tiene la intención de anexionarse Bielorrusia, no por la vía militar, sino siendo el aliado fiel en los tiempos difíciles. Por lo pronto, ambos países impulsan el Estado de la Unión, una institución que opera en ambos países y que tiene como finalidad conseguir una mayor integración política, económica y social. A través de ésta Rusia ayuda a Bielorrusia con subsidios.  

¿Cuántas manifestaciones, cuántos detenidos, cuántos exiliados se requieren para derribar el último pedazo del telón de acero? ¿Seremos testigos de ello? ¿O seguiremos viendo extenderse la sombra socialista soviética? 

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María Isabel Moreno, (México D.F., 1987) es periodista y escritora nocturna. Aficionada a la novela policiaca, se define como "defensora de las causas justas" y 'foodie' declarada desde que conoció la gastronomía española. Dió sus primeros pasos en el periodismo dando las noticias "Cada hora en la hora" y después como corresponsal desde España contando para México historias de la Madre Patria. Ha colaborado en reportajes de denuncia social sobre vivienda y contaminación. Se confiesa curiosa desde que abrió los ojos, cualidad sobre la que asegura: "Bien dicen que la curiosidad mató al gato, pero creo firmemente que después de descubrir la verdad, el gato murió tranquilo".