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‘Brexit’ y el tupé del señor alcalde

El primer ministro británico, David Cameron y el alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve

El primer ministro británico, David Cameron y el alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve

Digo yo que los españoles somos gente muy rara en nuestra magnanimidad: perdonamos lo gordo y somos capaces de decapitar por lo nimio. Lo digo porque una encuesta elaborada para una entidad privada demostraba que casi un ochenta por ciento de mis muy amados compatriotas ignoraba y probablemente sigue ignorando, el significado de la palabra ‘Brexit’, término con el que se resume el intento de una parte de los britanicos de abandonar la Unión Europea.

Y, en cambio, somos capaces, quizá en un porcentaje aún mayor, de armar la escandalera padre porque el señor edil de Zaragoza, pongamos por caso, se ha gastado quince euros del erario público en comprar un tubo de fijador-brillantina para mantener enhiesto su tupé.

El desinterés de los españoles en general por la política exterior, de la que tanto dependemos, es ya legendario y viene de lejos: época hubo, durante la oprobiosa, en la que declararse europeísta era considerado un signo de desafección al invicto Régimen. Europa era un oscuro objeto de deseo; hoy, los españoles ni saben ni les importa qué quiere decir ‘Brexit’ ni toman en consideración las consecuencias, nefastas para muchos inmigrantes  al Reino Unido, que tendría una salida de Gran Bretaña del club europeo. Eso, sin contar con el ‘efecto reflejo’ que por tierras catalanas tiene siempre cualquier consulta que se celebre allende sus, nuestros, mares.

Me preocupa bastante, lo reconozco, esta frivolización, a veces tan intransigente, de la vida política y social española. Tendemos a dejar en manos de nuestros representantes lo importante, que ya no interesa -que hagan la nueva Europa ellos-, y convertimos en objeto de máxima polémica las sandeces de unos titiriteros, las locas andanzas universitarias de la que hoy es una extraña representante del municipio madrileño o el tupé del señor alcalde, que en el caso zaragozano concurre que está apoyado por Podemos, y en el caso pretérito de León era del Partido Popular.

Así que somos capaces de quemar en la hoguera a los -por otra parte necios– herejes de la nada al tiempo que ignoramos las burlas al sentido común y tantas veces a la decencia de quienes dicen representar nuestros votos y quieren gestionar, ellos solitos, nuestro futuro. Y así estamos, políticamente empantanados en un sinfín de egolatrías y carreras por el sillón de quienes dicen desdeñar el sillón, mientras en las redes sociales los nuevos inquisidores truenan poblando el éter de majaderías, pidiendo castigos inflexibles para los tupés y consolidando las dos Españas con invocaciones guerracivilistas. ¿Estaremos locos o qué?

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