Creo que lo he contado en alguna ocasión, pero un día, cuando estaba conversando con un buen amigo que había sido mi profesor de Teoría del Derecho en la universidad, al preguntarle sobre una discrepancia concreta con la izquierda pese a que este contenía unos principios progresistas, no pude evitar expresar mi sorpresa al escuchar la critica hacia una de las tesis promulgadas por socialistas actuales. Él, con su contundencia innata sentenció: “Soy de izquierdas, no estúpido”.
Tontería en la que coexisten los presuntos progresistas de ahora. Unos hipócritas socialistas a los que no me canso de criticar como consecuencia de sus constantes contradicciones. Mentiras existenciales reveladoras de su catadura anodina. Aunque no lo parezca, un servidor no señala a la izquierda, condeno los comportamientos de los chanchulleros empeñados en atribuirse esa etiqueta con el fin de blanquear sus comportamientos deleznables. Se adhieren a las ideas progresistas con el fin de ampararse bajo el paraguas de una superioridad moral que les permita ejecutar planes atroces con apariencia virtuosa.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEs lo que tiene controlar a la opinión pública, que cuando se le atribuye al PP una caja B la formación conservadora, -utilizo este calificativo por decir algo, no saben ni ellos mismos donde situarse-, debe ser perseguida sin ningún ápice de discernimiento, y en el momento de que se descubren presuntos sobresueldos en Podemos empiezan a deslizarse todo tipo de teorías conspiranoicas para eludir su responsabilidad caciquil además de barnizarla con fines filantrópicos.
Esta presunta progresía ni dimite, ni pide perdón. Dicen que los reyes nunca se disculpan. El complejo caudillista de Pablo Iglesias, -el verdadero peligro de nuestra España, Pedro Sánchez no deja de ser un ingenuo narcisista coaccionado por el amigo del régimen bolivariano-, es quizá lo que le genera esos impulsos antisistema de terminar con la monarquía y el régimen democrático. Sistema apoyado años atrás por Santiago Carrillo u otras antiguas glorias del marxismo que renunciaron a sus intereses dando su respaldo tanto a la enseña nacional como al Rey Juan Carlos I, este que ahora Podemos anhela guillotinar. Sueñan con dividir, sembrar el caos, calentar las calles. Ansias instigadoras provocadoras de una especie de esquizofrenia aturdidora que les hace entrar en un trance en el que olvidan su pertenencia al Gobierno de España y critican el comportamiento del ejecutivo como si ellos todavía representaran a la turba callejera del 15-M.
La realidad es que ni representan a los desvalidos ni al resto de españoles, únicamente se representan a sí mismos. Una abstracción egoísta olvidada de todo lo que no tiene que ver con ellos agravada por una envidia hacia los que actúan con cierta libertad económica o ideológica. Son celosos de la soberanía, por eso les reconcome todo individuo afortunado de no doblegarse ante sus exigencias o que ponga en entredicho su falso supremacismo moral.
Critican a Amancio Ortega por sus suculentas donaciones o implicaciones sociales inoculando el veneno del oportunismo en la opinión pública, -según un estudio sobre el activismo de marca en Inditex el 75% de los encuestados cree en la existencia de intereses de marketing detrás de sus aportaciones-, mientras ellos ejecutan despidos colectivos en sus sedes a diferencia del mantenimiento de los salarios por parte del magnate gallego en sus tiendas durante la pandemia.
Así son. No son de izquierdas, ni socialistas, son unos getas. Las cosas claras
No recuerdo quien me dijo en una ocasión la falta de identificación de Pablo Iglesias con las tesis socialistas. El líder de Podemos, y una izquierda global influenciada por el Foro de Sao Paulo, más que progresista, es oportunista. Buscan su pervivencia en las instituciones en lugar de socorrer a los marginados. Hasta referentes intelectuales de la izquierda como Noam Chomsky han condenado la deriva hacia ninguna parte de esta ideología en los últimos compases de nuestro tiempo. Existencia en la que pervive unos progres de pacotilla descritos a la perfección por Lorena G. Maldonado en su artículo Noam Chomsky no es facha: contra la izquierda tolai que cancela en Twitter, asegurando irónicamente: “La verdadera izquierda, claro, es ese espécimen hipócrita que un día sube una foto en negro a Instagram y escribe Black lives matter pero al día siguiente cruza la acera para no toparse con un pakistaní que tiene muy mala pinta. El que cita la paradoja de Popper y mañana le habla mal al camarero”.
Los propios defensores de las luchas sociales son los mismos que desprecian a los pupilos por los que dicen rasgarse las vestiduras. Lamentable. Tan triste como un vídeo compartido por Marcos de Quinto en Twitter en el que se escucha a Iñigo Errejón hablar de forma clara sobre como establecer chiringuitos de amigotes en las instituciones para evitar la hambruna de sus colegas en el caso de perder el poder.
Así son. No son de izquierdas, ni socialistas, son unos getas. Las cosas claras. Gorrones que no han tardado en saborear las mieles proporcionadas por el mando que les ha brindado otros oportunistas como ellos. Parásitos deseosos de recibir una paga, de ocupar casas por doquier violando el derecho de propiedad, -Teresa Rodríguez, líder de Adelante Andalucía no ha dudado en instigar a los okupas a tomarse barras libres de allanamientos-, o de amedrentar a la Guardia Civil como en el acto celebrado la pasada semana en Alsasua al que el ejecutivo central hizo la vista gorda.
Con sus gestos manifiestan ser más los defensores de la peor calaña de la sociedad, -acuérdense de cuando en mayo Podemos se alineó con ERC y Bildu para pedir la liberación de presos-, que de los obreros. A lo mejor por eso un sequito increpó a Errejón para anunciarle el voto de los trabajadores a Vox… Ciudadanos cansados de todos aquellos profetas agoreros de salvaguardar a los marginados que con sus actos manifiestan la intención de protegerse únicamente a ellos mismos.