"¡Abajo la tiranía!". Inscripción en la escultura situada en Cajamarca (Colombia)

Los economistas que tratan de identificar las causas de los altibajos en la economía han ideado una teoría general, comprensiva de distintos modelos, a la que llaman teoría del ciclo económico. Por mi parte, hace unos años me serví de esa idea en un libro para explicar el proceso regulatorio en el mercado financiero intermediado usando la expresión “ciclo regulatorio”. Ahora bien, estaríamos muy equivocados si pensáramos que el sector del Derecho y el de la Economía no están relacionados con la moral. La relación está en su conexión con la Política. Así que podemos conectar la teoría del “ciclo” con lo que podemos llamar los “ciclos virtuosos” y “ciclos viciosos” morales. Actualmente, en España estamos en medio de un “ciclo vicioso”. Así que no estará de más describirlo y ver la relación entre estas tres clases de “ciclos”

Si miramos con perspectiva el periodo constitucional que se inicia en 1978, lo que se aprecia, sin lugar a duda, es que durante este tiempo se han desprestigiado, una tras otra, todas las instituciones en las que se suponía que estaba asentada la partidocracia española. La corona ha estado sobre la cabeza de una persona que ha traicionado a su esposa, familia y, a partir de ahí, en fin…

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La reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1985 puso bajo la bota de los políticos al Poder Judicial. Desde entonces y hasta hoy, el Poder Judicial ha estado expuesto al juego de los partidos políticos. Hecho que hemos visto todos con los nombramientos políticos de jueces, con el uso político de los “procesos mediáticos”, con las decisiones judiciales que absolvían al “amigo” y condenaban al “enemigo” político. 

En este último tiempo, el ciclo de degradación se ha acelerado de forma vertiginosa. Tenemos a un señor ocupando la presidencia del gobierno con su esposa, hermano y mano derecha, investigados por delitos de corrupción. Además, la presidenta del poder legislativo está bajo la sombra del caso de las mascarillas. Y en esta semana estamos viendo como el Partido Popular (que, junto con Vox, no han exigido responsabilidades a los diputados que han facilitado con su negligencia la reforma penal que aliviará la pena de cárcel a los presos de ETA ) usa el Senado en una maniobra inaudita contra el Congreso. Y, por si fuera poco, también esta semana, el Tribunal Supremo va a investigar al Fiscal General del Estado (y éste no renuncia al cargo), mientras que un voto particular de un Magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Madrid califica la querella del presidente del gobierno contra el Ilmo. Sr. Juez que investiga a la esposa del presidente del gobierno como un abuso de derecho… Este cuadro esperpéntico, además, está en una inercia que promete volverse más sombrío y espeluznante. 

Así que ya tenemos el elemento temporal y la tendencia degenerativa que nos permite buscar la causa de este proceso, es decir, el “ciclo vicioso”. Pues bien, la causa que más destaca de todo este proceso es la inmoralidad. Y esto es obvio. A estas alturas de la historia de la partidocracia española, ninguna institución puede dirigirse a otra con suficiencia y autoridad moral. Desde 1978 todas han acumulado un pasado oscuro que permite que cualquiera de ellas use contra otra el argumento de: “y tú más” (como efectivamente hacen). 

Ahora nos falta determinar el aspecto intensivo de la moralidad. Aquello que es causa del proceso. Pues bien, donde percibimos este aspecto es en la vergüenza. La vergüenza es algo muy bueno. Sólo quien tiene conciencia tiene vergüenza. Por eso es un dique moral que impide a las personas seguir ocupando los cargos públicos cuando son sorprendidas mintiendo, defraudando o haciendo cualquier cosa poco íntegra. Es la vergüenza lo que asegura la ejemplaridad en los cargos públicos. Es una ley no escrita en la dignidad del ser humano. Y fijémonos, porque, al ser así, afecta al nivel moral de una sociedad. Cuando el reproche social por un mal comportamiento es muy agudo, los cargos públicos que actúan de manera irregular abandonan el cargo por la propia presión interna de la conciencia. Esta es la razón de que el nivel moral de una sociedad sea el auténtico contrapeso de la degradación del político. Es él el que determina la solvencia de quien ocupa los cargos de las instituciones. Dicho esto, lo que ahora tenemos que ver es si existe relación entre el deterioro moral, el político y el institucional. En efecto, pues, según lo que decimos, a un mayor deterioro moral se corresponderá una serie de políticos más sinvergüenzasPues bien, esto es muy fácil de apreciar y es, precisamente, lo que ha sucedido en España. Su descripción es la que nos dará el aspecto general del “ciclo vicioso”.

El periodo que se abre en 1978 comienza despreciando la moral. Todos recordamos la algarabía a favor del divorcio, del aborto, del destape, a Tierno Galván animando a los jóvenes a “colocarse y al loro”, etc.  A partir de ahí se hace una distinción en el discurso social respecto del político. Se diferencia entre la vida pública y la privada. Y, así, se dicen cosas como que los ciudadanos no tienen que elegir a los cargos políticos teniendo en cuenta su vida privada. Es decir, que ser un putero, una persona infiel a su mujer o marido, ser un drogadicto, etc., son hechos que no desmerecen a quien ocupa un cargo público. Luego, como es fácil que la persona inmoral a la que se le da poder, acabe cometiendo delitos, se dice que hay que esperar a que sea juzgada. Que puede seguir en el cargo un poco más no vaya a ser que luego la acusación quede en nada, que, si la presunción de inocencia justifica que siga en el cargo, etc.

Es entonces cuando vienen todas esas discusiones acerca de si debe retirarse del cargo antes o no de ser “investigada” o “imputada” o “acusada” o “condenada”… Pero, como la ley está en manos de esas personas, resulta que, en el momento final del “ciclo”, aún en los casos de estar condenadas, son absueltas por Tribunales (dominados por Jueces de la cuerda política del condenado) o, sencillamente, amnistiadas. De manera que así se completa el “ciclo vicioso”: alguien puede ser un inmoral y acabar siendo un delincuente que gobierne porque, sencillamente, los amigotes de la banda te absolverán.

Antes de esta última época, todavía se percibía cierta solvencia moral entre algunos políticos. El Sr. Don Francisco Camps, por ejemplo, cuando se le acusó y procesó, inmediatamente, abandonó su cargo para defenderse en los tribunales. Con ello, el Sr. Camps demostraba tener vergüenza, conciencia, sentido del cargo. No sé si era consciente o no el Sr. Camps de las consecuencias de su acción, pero, lo fuera o no, su comportamiento estaba en la línea de entender que los cargos políticos en democracia son provisionales y que uno no puede arrastrar el prestigio del cargo institucional detrás del periplo que pueda suponer un proceso judicial. Después de más de diez años de combates judiciales el Sr. Camps ha sido absuelto, ahora bien, según lo que decimos, esta circunstancia jamás le hubiera justificado si hubiera argumentado con ella para mantenerse en el cargo. Nadie es imprescindible en democracia. Nadie. Así que la protección de los cargos institucionales es la primera obligación que ha de cumplir quien los ocupa y, eso, marchándose cuando está en entredicho.

Por desgracia, esta clase de sentido del cargo no se ve por ningún sitio y, por los hechos expuesto, en ningún partido. Ahí está el Sr. Ábalos atrincherado en su escaño del Congreso para defenderse judicialmente; ahí tenemos a un presidente usando la abogacía del Estado para una acción judicial con consecuencias para la defensa de su esposa; ahí está la presidenta del Congreso a la que el Sr. Koldo llamaba “cariño”, mientras presuntamente hacía dinero a costa de la muerte de tantas personas; ahí están los diputados del PP y Vox (en esta situación tan grave) dando una bofetada en la cara a las víctimas de ETA por no leerse un papel.

Estamos en un momento final de “ciclo vicioso”. Los “ciclos” en la Economía y el Derecho se explican con cierto ritmo y compás. Se suele decir que a un “ciclo regresivo” y normalmente “interventor”, le sucede otro “expansivo” y “no regulador”. Pero no siempre es así. Cuando a un “ciclo interventor” le acompaña un “ciclo vicioso” en lo social y lo político, la “regresión” y la tiranía están en ciernes. Si tenemos esto en cuenta, entenderemos la política de este tiempo cuando acapara cargos públicos, impulsa una mayor presión fiscal sobre los ciudadanos, divide a la sociedad a través de políticas de género, interviene el mercado de la vivienda, aumenta la oferta de empleo público, subvenciona chiringuitos ideológicos, etc.

Emilio Eiranova Encinas

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