“Nuestro país vivió una larga etapa de su historia en la que, con ocasión del Año Nuevo, el presidente podía leer siempre el mismo discurso y nadie se daba cuenta de ello”. Estas palabras del disidente anticomunista y después presidente de Checoslovaquia Vaclav Havel las podríamos aplicar a los soporíferos e interminables discursos semanales del presidente del Gobierno Pedro Sánchez.
Quién nos iba a decir que, tras desenterrar a Franco, Sánchez Castejón iba a resucitar el Departamento de Prensa y Propaganda del primer franquismo, el de la década de 1940, pero en versión intensa. En una cosa lleva parte de razón el presidente: en que nos encontramos inmersos en una guerra. Pero se le ha olvidado apuntar que, en realidad, estamos inmersos en dos guerras. La primera, que duda cabe, es contra el COVID-19. Pero la segunda es más sutil y es una guerra contra las libertades individuales y la democracia.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraLa periodista Inmaculada Fernández ha hecho una magistral síntesis de la ofensiva contra los derechos fundamentales que está perpetrando el Ejecutivo en este artículo. Yo añadiría estos otros síntomas del virus del totalitarismo:
Primer síntoma: arbitrariedades en el confinamiento
No voy a entrar en el debate de si la reclusión de los ciudadanos de todas las edades y condiciones es la medida más adecuada para frenar el coronavirus. Doy por hecho que sí a tenor de lo que me cuentan mis amigos médicos, mucho más fiables que todos los expertos del Gobierno.
Lo que ya es más discutible son las arbitrariedades en la aplicación. Se permite que se pueda pasear al perro y no se pueda, con las debidas precauciones, sacar a dar una vuelta -¡aunque sea una vez a la semana!- a un niño. Puede usted ir al estanco pero que no le pillen comprando una cerveza en el supermercado porque le multan.
Eso sin contar que la casta se salta la cuarentena cuando le da la gana. Así lo ha hecho Pedro Sánchez, que para eso es el que manda.Y por supuesto no le han multado.
Segundo síntoma: el control de la comunicación
La televisión pública se ha convertido en una formidable maquinaria de propaganda al servicio del Gobierno. Éste ha regado de millones a las televisiones para que se adhieran sin fisuras a su causa y filtra las preguntas en las comparecencias de los ministros o sus asesores ante los medios. Muchos profesionales se han negado a participar en esas mascaradas -que siguen llamándose ‘conferencia de prensa’ mientras los servicios de comunicación de Moncloa seleccionan, para preguntar al presidente, a medios como La Marea, Diario del Puerto, Castilla la Mancha Media o Punt Avui. Así sucedió, por ejemplo, el 12 de abril, donde ningún periodista de los que intervinieron fue capaz de poner en un aprieto a Sánchez.
El estreno de una comedia de encargo “para echar unas risas” sobre el coronavirus (cuya retirada han solicitado más de 48.000 personas) en la televisión pública forma parte de la estrategia de propaganda: mejor distraer al pueblo con el pan y circo. El imposible blanqueamiento de la tragedia. Y si además pagamos a un Bardem, mejor que mejor. Para eso están los amigos.
Tercer síntoma: el que no está conmigo está contra mí
“Necesitamos a todos. Nos necesitamos todos. Las propuestas de todos, el concurso de todos, la unión de todos. Al menos a todos los que estén dispuestos a colaborar, cuantos más mejor les agradezco su actitud y disponibilidad”, decía Sánchez el pasado domingo 12 de abril -Domingo de Resurrección- durante su prolongada intervención durante la sobremesa.
Unos días antes, aplicando la vieja estrategia del ‘poli bueno’ y el ‘poli malo’, la diputada socialista Adriana Lastra atizaba a la oposición sin piedad en el Congreso de los Diputados con frases como “Hay un refrán que dice: ‘Quien tenga la lengua larga, que tenga el lomo duro’. Usted lleva 15 días vomitando mentiras y bulos” o “¿es que su irresponsabilidad al frente de la oposición del Gobierno no tiene límites?” (dirigidas a Casado). O “creo que Vox es un partido inútil para los españoles en esta pandemia”.
Cuarto síntoma: expropiación forzosa de bienes privados
La requisa de los tests de detección del coronavirus a empresas que quieren proteger a sus trabajadores, a profesionales como los farmacéuticos o directamente a los laboratorios y a los fabricantes de alcohol son una muestra. No es regular o racionalizar los recursos y servicios. Es confiscar.
Quinto síntoma: vulneración de derechos fundamentales
Agentes de la Policía Nacional y algunos de policías municipales han interrumpido por la fuerza celebraciones religiosas, en concreto misas que se celebraban en templos católicos de Cádiz, Granada y San Fernando de Henares. La plataforma MasLibres.org de HazteOir.org ha lanzado una iniciativa ciudadana para pedir al ministro de Interior que garantice la libertad de cultos como establece el artículo 11 del Real Decreto que establece el Estado de Alarma.
Deseo de todo corazón que venzamos al virus. Pero espero también que estemos alerta y combatamos sin tregua para erradicar las imposiciones antidemocráticas y el recorte de libertades y derechos fundamentales que padecemos
Mientras tanto, en un vomitivo artículo, el diario El País se califica de ‘obispo objetor’ al titular de la diócesis de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Plá, por mantener la celebración de misas en los templos de su jurisdicción. Por cierto que la periodista, deseosa de obtener una ‘condena’ del prelado por parte de la Conferencia Episcopal Española, se encuentra con un apoyo implícito de ésta a Reig Plá. El portavoz de los obispos comenta la interrupción de misas por la fuerza en estos términos: “La actuación policial, legítima en la calle, puede haber sido desmedida en los templos, sobre todo cuando se ha interrumpido una celebración ya comenzada, pues olvida el artículo 11 del decreto», afirma el portavoz, que recuerda que estamos “en un estado de alarma, no de excepción”.
Estoy convencida de que se me quedan en el tintero muchos otros ejemplos del virus totalitario que Pedro Sánchez y sus ministros nos están inoculando lentamente. Y encima, el paciente -la sociedad española- es frágil, está desarticulado, es manipulable y se deja llevar con facilidad por la sentimental propaganda gubernamental.
Deseo de todo corazón que venzamos al virus. Pero espero también que estemos alerta y combatamos sin tregua para erradicar las imposiciones antidemocráticas y el recorte de libertades y derechos fundamentales que padecemos.