
Con el primer asalto, se ha visto que el sorpasso de China a EE. UU. por hacerse con el título de los pesos pesados podría ser una realidad. Analistas norteamericanos no descartan que China tenga un PIB un 50% mayor al de EE. UU. a mediados de este siglo. También podría ser un hecho la definitiva decadencia de Europa, eclipsada -total o parcialmente- por China.
La pandemia es la continuación por otros medios, de la lucha entre las potencias, como antes lo fue la guerra comercial o la guerra tecnológica entre Trump y Xi Jinping como ha dicho el ministro francés de Exteriores, Jean-Yves Le Drian. Y añade: Pekín se siente en condiciones de decir un día “yo soy la potencia y el liderazgo”.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraDepende de muchos y complejos factores (económicos y geoestratégicos, pero también propagandísticos o culturales), pero a la vista de lo que señalan distintos autores se pueden apuntar seis argumentos para creer que Occidente en general, y EE.UU, en particular perderá la hegemonía a manos del león despierto, y cinco en contra.
A favor:
1.- China es un gigante económico y va a por todas
La carrera de China para disputarle a EEUU acceder al podio ha sido espectacular. Nadie podía imaginarlo en 1972, cuando Nixon se entrevistó con Mao Tse Tung y abrió el Telón de Bambú. Con las reformas de Deng Xiaoping, sucesor de Mao, la economía despegó. Cinco décadas después, el gigante asiático es la segunda economía mundial, domina las exportaciones mundiales sumando unos 2,5 billones de dólares, cantidad similar a las de EE. UU., que tiene un déficit superior a los 400.000 millones de dólares con China.
2.- Nos tiene cogidos a todos: es la fábrica del mundo
Si el gran activo de EEUU es el petróleo, el gran activo de China es el capital humano (1.400 millones de habitantes). Y la mano de obra abundante, barata (e incluso esclava) ha convertido en el subcontinente en la fábrica del mundo. Supo hacer de la necesidad virtud, y se ha convertido un eficiente y estajanovista productor. Imprescindible para que el tinglado capitalista de Occidente se mantenga. Lo cual significa que, en cierta medida, estamos en sus manos. Si no hay esclavos, no hay pirámides.
Nuestro talón de Aquiles es que lo copian todo. ¿Lo próximo? La biogenética y la inteligencia artificial
Se dedicó a adquirir knowhow de Occidente y a copiar. Planificó, con la paciencia de Confucio, y fue ganando músculo financiero, apostando por nuevas fronteras, como la tecnología. Y ese es nuestro talón de Aquiles, que lo copian todo. ¿Lo próximo? La biogenética y la inteligencia artificial.
3.- Ha tejido un imperio con colonias en África y América Latina
Como en su día, otra potencia marxista, la URSS construyó un imperio, que incluía a los países satélites del Telón de Acero y a colonias de ultramar (Cuba, Mozambique, Namibia, Etiopía); China ha hecho algo parecido tejiendo redes económicas por África y América Latina. En África, tiene invertidos más de 300.000 millones de dólares. Y es el mayor socio comercial de 124 países, 57 de los cuales pertenecen al Asian Infrastructure Investment Bank, desde donde se prepara la Nueva Ruta de la Seda: la gran infraestructura del siglo XXI.
Y Pekín ha tenido la habilidad de burlar el bloqueo tecnológico de EE.UU. invirtiendo grandes sumas en compañías tecnológicas europeas (la inversión directa china en Europa ha crecido un 2.200% en seis años).
4.- China se está convirtiendo en un activo interesante para el inversor
El inversor es pragmático y no pone objeciones ideológicas si olfatea posibilidad de ganancia. El norteamericano Ray Dallio, fundador del hedge fund más grande del mundo, recurre a este argumento para convencer a los inversores, refiriéndose a China: ¿No habrías querido invertir en la Revolución Industrial y el imperio británico? ¿No habrías querido invertir con Estados Unidos?
5.- El relato, en manos de la máquina propagandística
De ser el malo de la película, China se ha convertido en el héroe capaz de controlar la pandemia en Wuhan, y el “salvador” del ineficaz Occidente, enviando mascarillas y material sanitario a Europa, en una versión amarilla del Plan Marshall. Hay que ser un mago de la propaganda para vender esa imagen, cuando la opacidad de la dictadura de Xi Pinjing ha ocultado el origen de la misma y las cifras reales de muertos. Pero los Goebbels chinos han conseguido hacerse con el relato.
La de la pandemia es una batalla decisiva en la guerra propagandística de la nueva diplomacia de Pekín, la llamada Wolf Warrior (Lobo guerrero) -título tomado de una exitosa película sobre una especie de Rambo Chino-, promovida por el Partido Comunista y consistente en mostrar la efectividad del régimen frente al declive de Occidente; una declaración de orgullo chauvinista ante la soberbia de europeos y americanos, que se niegan a aceptar su debilidad y decadencia. Y es que Xi Pinjing quiere afianzar en el exterior la idea de que China es una potencia tecnológica y económica y no simplemente el gran abastecedor de ropa barata.
El dictador Xi es consciente de que militarmente no tiene nada que hacer frente a EEUU, y no le interesa un conflicto bélico, sino una guerra cultural, que no se libra con barcos en el Pacífico sino en medios de comunicación, películas y cátedras universitarias.
6.- ¡La demografía estúpidos!
A largo plazo, el arma más poderosa de China son los chinos: 1.400 millones. Y eso que la natalidad sufrió un fuerte parón, con la política del hijo único y los abortos de niñas, cayendo su cifra de nacimientos a su nivel más bajo desde la fundación de la República Popular en 1949. El problema es que Occidente tienen aún menos hijos. Para mediados de siglo, la envejecida Unión Europea solo representará un 5% de la población mundial, mientras que China representará un 18%. Ya lo dijo el europresidente Jean-Claude Juncker: “El mundo es cada vez mayor y nosotros somos cada vez más pequeños”.
…Y cinco razones en contra
1.- Gigante con los pies de barro.
A pesar de su crecimiento espectacular, China sigue siendo un país en desarrollo: su PIB per cápita es similar al de México o Kazijistán. Y marcado por profundas desigualdades, por ejemplo, el aumento más rápido de la productividad en la industria y los servicios, en comparación con la evolución de la agricultura, abrió una inmensa brecha enorme entre las zonas urbanas y rurales.
Nada que ver con EE.UU. que, llegado el caso, podría cerrar sus fronteras y continuar siendo superpotencia gracias a la capacidad de consumo de su propia población. En cambio, China carece de petróleo y gas. Es el segundo importador de petróleo después de Norteamérica, consume aproximadamente un 15% del petróleo mundial, pero lo importa.
A pesar de su fachada, China no dispone de la capacidad hoy día para sustituir a EEUU y Occidente en el liderazgo global, según señala Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China, en su obra La China de Xi Jinping.
2.- El tiro de la deuda le puede salir por la culata.
Una de las armas secretas de China es tener a EE.UU. endeudada y por lo tanto a su merced: es el mayor tenedor soberano de deuda pública estadounidense, con 1,12 billones de dólares en bonos del Tesoro de Estados Unidos en cartera. Es un instrumento de presión y una importante baza. Pero es un arma de doble filo, porque una venta masiva de la deuda como represalia dañaría a su economía.
Por otro lado, China necesita los mercados de Europa y EEUU. No le convienen ni las guerras ni las crisis. Su dependencia es tan grande que no puede prescindir de eso lazos.
3.- Dr. Jekyll capitalista y Mr Hyde comunista
El modelo mixto de «capitalismo de Estado» dentro de un sistema de partido único, con un tejido económico fuertemente intervenido, tiene ventajas e inconvenientes. Uno de estos es la dependencia del éxito económico para el mantenimiento del régimen dictatorial. Cualquier factor que provoque un menor crecimiento económico puede suponer una crisis que lleve al colapso del status comunista.
Y aunque en Occidente deslumbren fenómenos como el de Alibaba, la web de ec-commerc que cotiza en la Bolsa de Nueva York, no se puede olvidar que el marxismo y sus rasgos más totalitarios es la otra cara del modelo. Todas las instituciones de China están sometidas a los dictados políticos del PC, y éste dispone además de instrumentos de presión para obligar a las grandes empresas de capital privado a seguirlos.
4.- Futuro imperfecto.
Politólogos y analistas coinciden en que un país tan inestable, carente de clases medias, con fuertes tensiones entre el centro y la periferia, con enormes desigualdades y bajo un sistema dictatorial es mucho menos predecible que las democracias consolidadas de Europa y América. El skyline de Shanghai no hace olvidar a la matanza de Tiannamen, el desprecio por los derechos humanos o la represión de Hong Kong.
Y la prosperidad económica exige estabilidad. Basta con una sencilla prueba: si alguien tiene dinero y quiere colocarlo de forma segura ¿dónde prefiere hacerlo: en China o en EE.UU.?
5.- El Goebbels chino no engaña a nadie
Es verdad que la maquinaria propagandística impulsada por Xi Jinping está siendo eficaz. Pero en la era de la globalización es difícil ocultar que China sigue siendo un Estado represor, donde hay campos de concentración, gulags de reeducación donde se sigue lavando el cerebro como en la Guerra Fría, o persecuciones religiosas, como la lanzada contra un millón de musulmanes en Xijiang o la emprendida contra los cristianos, encarcelando a sacerdotes o prohibiendo la Navidad. Y que controla a su población con una sofisticada red de tecnovigilancia.
El maoismo, del que Xi es nieto ideológico, arrastra un historial de desprecio por la persona, traducido en políticas que supusieron grandes matanzas, hambrunas que afectaron a millones de seres humanos, cárcel, torturas y opresión.
Y la gestión del coronavirus tiene clamorosos agujeros que dejan en evidencia al Régimen de Pekín. Muchos ciudadanos chinos se rebelan ante las mentiras y errores cometidos durante el brote inicial del coronavirus.
Es muy elocuente la trágica suerte corrida por un médico, Li Wenliang, el primero que advirtió del peligro de la epidemia y fue obligado a retractarse por las autoridades chinas
Es muy elocuente la trágica suerte corrida por un médico, Li Wenliang, el primero que advirtió del peligro de la epidemia y fue amonestado por ello por la Policía. Wenliang pidió a sus más cercanos que tomaran precauciones, al inicio de la epidemia en Wuhan y sus mensajes se filtraron en los móviles. Y las autoridades le obligaron a retractarse de sus opiniones, insistiendo en que el virus estaba controlado. Wenliang murió el 7 de febrero, a los 33 años, contagiado por el Covid-19). Dejó huérfano a un niño y viuda a su mujer en pleno embarazo.
Post Data.- Pero lo más preocupante no es el lobo chino sino el cordero occidental.
No disponemos de una bola de cristal para saber cómo quedará el pulso por la hegemonía tras la crisis del coronavirus. Lo que sí sabemos es que Occidente -y más concretamente una Europa desnortada y desunida- carece de fuelle. Ni cree en sí misma ni tiene valores. Eso explica su rechazo a la natalidad, su rechazo a sus orígenes, su pesimismo ante el futuro. Lo preocupante no es la arrogancia china, sino los complejos de Europa.
La historia se repite. A la Europa actual le está pasando algo similar a la China del siglo XV, cuando la dinastía Ming decidió que el país dejara de ser una potencia naval, pese a comerciar por el Pacífico y el Índico, prohibió la construcción de naves, y China se encerró sobre sí misma y durante los siguientes cincos siglos dio la espalda al mundo.