Partidarios de Donald Trump reclaman un recuento exhaustivo de los votos en las elecciones a la Presidencia de 2020. /EFE
Partidarios de Donald Trump reclaman un recuento exhaustivo de los votos en las elecciones a la Presidencia de 2020. /EFE

¡Qué ingenuos hemos sido! Desde hace meses muchos venían avisando de que esto podría ocurrir y les tomamos por paranoides exagerados. Incluso el propio Trump avisó pero el entusiasmo por ver mítines a rebosar de gente durante su campaña y los datos cada vez más claros de crecimiento de apoyos para él entre distintos grupos sociales nos hicieron creer que se produciría la “ola roja” sin que el tándem establishment político-corporatocracia hiciera nada. Pero lo han hecho.

La noche del 3 al 4 de Noviembre de 2020 dio comienzo el intento de Golpe de Estado posmoderno en los Estados Unidos. Los que hicieron las llamadas “Revoluciones de Colores” en el Este de Europa, están intentando hacer lo mismo en su propio país.

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Pese a haber precedentes históricos, nos costaba imaginarnos que un fraude electoral pudiera producirse en EE. UU. De nuevo se demuestra –aunque esta vez a escala masiva- que Estados Unidos tiene un sistema republicano de “pesos y contrapesos” formidable pero que, cuando no hay un verdadero interés por respetar las formas democráticas, su sistema de votación tiene menos garantías que una república bananera.

Puedes votar hasta con la factura de la luz si quieres, ya que no existe algo parecido a nuestro DNI para alegría de libertarios y liberales varios. Es un sistema que está tan descentralizado en condados e, incluso, en colegios electorales, que en cuanto las sanas costumbres de respeto cuasi místico por la decisión popular no son conservadas, el fraude masivo es posible.

Ha votado gente que en su momento votó a Lincoln, haciendo real el sueño chestertoniano de que los muertos votasen

Por eso hemos visto cientos de miles de votos que aparecen de la nada tras paralizaciones de conteos y – ¡oh, casualidad, casualidad!- van todos a Biden. También vemos condados donde ha votado más gente de la que estaba inscrita antes de las elecciones –cosa que resulta tajantemente imposible- u otros donde han votado más personas en edad legal de votar que las que hay censadas en el condado. E, incluso, ha votado gente que en su momento votó a Lincoln, haciendo real el sueño chestertoniano de que los muertos votasen.

Trump y su equipo –que venían avisando de esto- evidentemente han denunciado todo este gran aparato de fraude y han dicho que irán a los tribunales. Por supuesto, la derecha tibia común a todo Occidente, equiparable en nuestro caso patrio al archifamoso bolso de Soraya Saénz de Santamaría, ha pedido a Trump que acepte la derrota y que quizás deberían hacerse reformas en el modo de conteo de votos ¿de verdad creen que un tipo duro como Donald Trump, que está donde está por no rendirse jamás, va a plegarse ante todo este fraude masivo? No, y ayer se vio claro en sus declaraciones. Va a luchar hasta el final y lo hará de la mano de otro tipo duro como es el exalcalde de Nueva York Rudy Giuliani, jefe de su equipo jurídico.

Mientras siga la pugna en los tribunales, veremos el siguiente paso de este golpe: la prensa. Toda ella, al servicio de la causa de la izquierda y, financiada por quien está financiada, ha empezado a acusar a Trump de dictador que no va a aceptar el mandato popular. Por descontado, de los claros indicios de fraude no dirán nada. Solo se limitarán a acusar a Trump de cosas que han hecho ellos. Le tienen muchas a ganas porque ha sido el primero en cuestionar en público la supuesta infabilidad de esa mafia de la información que es la prensa de los grandes medios de comunicación. Pero no hace falta que acudan ustedes a la prensa estadounidense. No es necesario. Limítense a echar un vistazo a lo que dice nuestra prensa, que copia de manera burda lo que dice allí la CNN o el New York Times.

Vean un telediario de Antena 3, por ejemplo. El corresponsal que tienen en Estados Unidos es una imitación barata del presentador de cualquier televisión grande de allí. Es más, tampoco se limiten a ojear la prensa tradicionalmente de izquierdas sino que acudan a una COPE devenida en la SER o a un ABC que se ha convertido en el suplemento especial de El Jueves. Distintos collares para el mismo amo. Y ese amo, tanto allí como aquí, son los gigantes financieros y la publicidad pública.

Estamos ante la mayor crisis constitucional norteamericana desde la Guerra de Secesión

Por cierto ¿y de las encuestas? De nuevo han vuelto a fallar aunque no es sorprendente sabiendo que todas son pagadas por gente ligada claramente a los intereses del Partido Demócrata. No obstante, nuestros analistas locales han seguido fiándose de ellas como si se trataran de bolas de cristal que nos desvelaban las grandes preguntas de la humanidad ¿Dónde está la gran victoria de Biden y el Partido Demócrata? En ningún sitio.

Lo más probable es que Trump haya ganado si descontamos los votos fraudulentos. Todo parece apuntar a que el Senado seguirá siendo republicano, las distancias de las mayorías en la Cámara de Representantes se han recortado y los republicanos han ganado más gobernadores estatales que en 2018. Aún así, muchos “expertos” han seguido analizando estas elecciones como si fueran, no sé, las de 1996. Sus anteojos de persona inmóvil que producen en ellos una suerte de efecto placebo les impide percatarse de que estamos ante la mayor crisis constitucional norteamericana desde la Guerra de Secesión ¡y muchos de ellos siguen pendientes de los votos! ¿no se dan cuenta de lo que está ocurriendo?

Trump era el gran obstáculo para que la corporatocracia y la casta política continuaran con sus planes de soberanías nacionales difuminadas en instituciones supranacionales mientras las grandes multinacionales se convierten en las únicas dominadoras de la economía mundial.

El ‘malvado racista’ de Donald Trump ha sido el republicano que más votos de minorías ha recibido en sesenta años

Sin Trump, pueden seguir sin obstáculos fuertes con sus negocios con China, su castración mental de un Homo Sapiens transmutado en Homo Oeconomicus y el desligamiento casi irreversible del ser humano de cualquier tipo de lealtad comunitaria natural. Como dejó claro Trump anoche, con Biden estaba Wall Street, Silicon Valley y las clases medias altas y clases altas de las grandes metrópolis. Con Trump está el tendero, el trabajador, el granjero, las pequeñas comunidades, lo bueno, lo verdadero y lo bello. Lo que está ocurriendo en EE. UU. es una puñalada por la espalda al hombre común que está orgulloso de su país, tiene fe en Dios y quiere empleos de calidad para su comunidad.

En circunstancias no extraordinarias, yo estaría haciendo un análisis minucioso de los grandes cambios y movimientos electorales que se han producido. De nada sirve dada la situación. Únicamente resaltaré la buena noticia de estos días y es que, el Partido Republicano ha iniciado su proceso de conversión en un partido de clase trabajadora multirracial gracias a Trump. Los obreros, los tenderos, los agricultores etc., han votado a Trump. Y no solo los que los juntaletras de El Mundo han llamado “basura blanca”, sino también currantes negros e hispanos de La Florida y un Valle del Río Grande en Texas –formado especialmente por agricultores mexicanos- que ha dado la sorpresa votando por Trump. El ‘malvado racista’ de Donald Trump ha sido el republicano que más votos de minorías ha recibido en sesenta años. Este es su gran legado, un GOP que si algunos saben hacerlo bien dejará de ser el partido de Wall Street y las guerras wilsonianas para ser el partido de la gente común que no quiere liberalismo económico hasta en la sopa sino Patria, Fe, Comunidad y Trabajo.

Ciertamente, no albergo muchas esperanzas en lo que pueda hacer el Tribunal Supremo ante la crisis constitucional que se viene. Es muy posible que para no crear mucha confusión den la victoria a Biden, sin más. Si la cosa se alarga, quizás para el 20 de Enero no haya aún un presidente electo, por lo que Nancy Pelosi sería la presidenta interina durante un tiempo. Los demócratas, al igual que hicieran con el Klan antaño, utilizarán al Black Lives Matter y a los Antifa como su brazo armado para presionar en las calles.

Ante esto, Trump debe luchar hasta el final y movilizar a su base pacíficamente, como hasta ahora han hecho. Es muy probable que pierda. Está él solo contra todo el sistema pero, al menos mantendrá a la base movilizada hasta cederle el testigo al que pueda ser su heredero. Si a Trump le roban las elecciones definitivamente, se ha de hacer todo lo posible por explotar el mito de Trump el héroe y el relato de las elecciones robadas. Tal como hizo el gran Andrew Jackson entre 1824 y 1828. A fin de cuentas, uno de los elementos más importantes de lo político son el mito y el relato.

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