Actos vandálicos durante las protestas por la muerte de George Floyd a manos de la policía. /EFE
Actos vandálicos durante las protestas por la muerte de George Floyd a manos de la policía. /EFE

¿Lo he soñado? Juraría que estábamos en medio de una terrible pandemia que obligaba a los gobiernos de todo el mundo, siempre justos y benéficos, a mantenernos encerrados y dejarnos salir poco a poco, manteniéndonos alejados unos de otros, con mascarillas y un sinfín de medidas de seguridad. Hubiera apostado que ahora teníamos que estar todos temblando ante la llegada de la Segunda Ola y sometiéndonos dóciles a todos los recortes a nuestra libertad y a la brutal destrucción de nuestra economía, rodeados de la Stasi espontánea de las charos que nos llaman asesinos a gritos si nos bajamos un milímetro la mascarilla en público.

Pero no, eso era la temporada anterior de esta serie, el Nuevo Orden Mundial, de la que todos somos involuntarios figurantes. Ahora no toca, ahora todo eso es, no sé, como el Cambio Climático, el pánico de ayer.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Los dueños del discurso se están comportando como niños severamente hiperactivos que se cansan de golpe de su última obsesión en cuanto aparece una nueva. Ahora toca motines raciales, de los que estamos todos muy a favor.

La progresía demostró ser astuta, casi diría que sabia, cuando lo apostó a lo que llaman ‘educación’ y a lo que denominan ‘cultura’, y que consiste fundamentalmente en el laborioso y delicado proceso por el que se consigue que la gente vea un ciervo y le llame caballo, para que se sostenga con normalidad lo contrario a lo evidente.

Leo en la página web de la radiotelevisión pública estadounidense NPR (sí, existe) que “docenas de expertos en salud pública e infecciones han firmado una carta abierta en apoyo de las protestas antirracistas a escala nacional”. En la carta puede leerse que “el supremacismo blanco es una amenaza a la salud pública que precede y contribuye al COVID-19″.

No sé, Rick, a mí me parece bastante falso. Quiero decir, no parece un modo serio de tratar una peste terrible en cuya lucha compensa tirar por la borda siglos de luchas por las libertades y décadas de desarrollo económico cuando luego se puede arremolinar todo el mundo en ‘protestas’ amenizadas con saqueos, incendios, palizas a transeuntes ocasionales y ese tipo de cosas que hacen tan recomendable y divertida la algarada.

Por supuesto, todo es mentira, lo que sería gracioso si no resultase tan monstruoso. Empezando por llamar ‘protestas’ a lo que cualquiera con un par de ojos puede ver que es una orgía de destrucción gratuita, de ir de compras sin pagar y de desfogar el natural impulso de la juventud de linchar en manada a quien cometa el error de pasar por ahí con el aspecto inadecuado o trate de proteger su tienda o vivienda.

El otro día asaltaron un Aldi en Gerona. ¡En Gerona! Un grupo de subsaharianos que gritaban “¡muerte a la policía!”

Solo hay una razón de ser para que existan gobiernos, ya sean democracias, monarquías, oligarquías o la combinación que prefieran: garantizar la seguridad y el cumplimiento de la ley. Todo lo demás, desde el Instituto de la Mujer a la peatonización de las calles, son accesorios más o menos irrelevantes. Pero si las autoridades no solo consienten sino que, como es el caso, animan a la destrucción de la propiedad y al caos, no son meramente superfluas, sino directamente nocivas. Perjudiciales, estas sí, para la salud de todos.

Y es exactamente así. El otro día asaltaron un Aldi en Gerona. ¡En Gerona! Un grupo de subsaharianos que gritaban “¡muerte a la policía!”, aunque queremos creer que exceptuaban a esos policías que probablemente rescataron a muchos de ellos en altamar, les dieron mantas y alimentos y se preocuparon por realojarles. Todo, en protesta por la muerte de George Floyd del que, apostaría mis ingresos de un año, muy pocos sabrían quién fue o qué le pasó exactamente.

Los medios, que se están portando en todo esto como cómplices pirómanos, gustan de decir que las vidas humanas son más importantes que las propiedades. Naturalmente, ver la relación que hay entre el homicidio de Floyd con la quema de un edificio en otra ciudad, propiedad de alguien que no tiene absolutamente ninguna responsabilidad con los hechos, es algo que solo está al alcance de nuestros sabios amos.

Y tampoco es que la vida, si nos ponemos puntillosos, les importe tampoco, porque ya han muerto varios a manos de los, ejem, ‘protagonistas de la protesta’. Entre ellos, vaya por Dios, dos agentes negros por los que nadie va a protestar.

Qué caramba, aquí nadie ha protestado así, ni de lejos, por las más de 40.000 muertes causadas en parte por la venalidad, ideologización e incompetencia del Gobierno. Al contrario: a las ocho salimos a las ventanas a aplaudirles.

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