Cruda realidad / El Gobierno busca criminalizar la ‘apología del franquismo’

No sé si lo de Franco fue en su día un culto a la personalidad, pero ahora lo es, sin duda. Nuestro quince minutos de odio que no nos los quite nadie. La izquierda pide tolerancia y libertad cuando no se siente lo suficientemente fuerte como para imponerse.

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No me digan que no es precioso. El Gobierno en funciones quiere servirse de la Ley de Memoria Histórica para tipificar como delito ‘ensalzar’ el franquismo -es decir, comentar algo bueno de lo que vivimos en España durante cuarenta años, que ya sabemos lo elásticos que son estos delitos-, con penas de hasta cuatro años de cárcel.

– Oye, ¿y a ti por qué te han trincado?
– No, que estábamos en el bar hablando de pantanos y…

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El franquismo es demasiado jugoso como para enterrarlo desenterrando al dictador; esa ha sido solo la traca inicial de los festejos, y ni diré que nos va a salir franquismo hasta por las narices porque en esas ya estamos, que ve una los telediarios de las grandes cadenas y parece atrapada en un eterno NO-DO. No sé si lo de Franco fue en su día un culto a la personalidad, pero ahora lo es, sin duda. Nuestro quince minutos de odio que no nos los quite nadie.

Y a mí, qué quieren que les diga, me hace ilusión. A todos nos gusta que nos den la razón, y yo me siento especialmente vindicada viendo a los socialistas resucitando la censura y negando el pan y la sal a cuarenta años de nuestra historia en la que, por ley, nada se hizo bien.

La izquierda ha seguido este esquema tantas veces, en tantas partes y de modo tan idéntico que hace falta ser muy cenutrio para no advertirlo. La izquierda pide tolerancia y libertad cuando no se siente lo suficientemente fuerte como para imponerse. Entonces la tolerancia se va a freír puñetas y la libertad, si te he visto no me acuerdo.

Pero el caso de la censura es especialmente interesante y positivo por muchas razones, no siendo la menor que es una confesión de derrota. Es pánico, también en el sentido de que supone un error garrafal.

Ellos deberían saberlo especialmente, porque el romance de lo prohibido hizo mucho para imponer su discurso. Recuerdo a mis maestros en esto del periodismo, babear de orgullo y nostalgia recordando cuánto les habían censurado en la época tardofranquista. Sacar un espacio en blanco, tachado por el censor, era una medalla para el abajofirmante; una página entera, casi un título nobiliario. Difícilmente podía publicarse un texto tan admirable que pudiera competir con el no texto, con la página vacía, en la que el lector no creyese ver audaces verdades, arriesgados pronunciamientos, sensacionales denuncias. Nunca se premió mejor la nada.

Imagino que se atrasará o adelantará oficialmente la fecha de construcción de viviendas, de presas, de centrales, de prestaciones sociales, de derechos laborales

Pero aquí no tendremos eso. Tendremos algo mucho peor, porque nadie nos va a revisar los textos ni va a impedir que los hagamos públicos. Simplemente, si pueden interpretarse como un ‘ensalzamiento’ a la dictadura en cualquier de sus aspectos, una denuncia y el osado puede acabar con sus huesos en la trena. ¿A que suena divertido?

Me imagino a los profesores de Historia sudando la gota gorda para explicar a sus alumnos cómo en una tiranía tenebrosa de cuarenta años sin nada bueno que decir de ella entró el pueblo políticamente enfrentado y económica atrasado de 1936 y salió la España sólida y tolerante que emprendió la Transición sin otros muertos que los que ponía el terrorismo. Lo suyo sería que dijera: ¡Alehop!, como el prestidigitador que saca el conejo de la chistera.

Imagino que se atrasará o adelantará oficialmente la fecha de construcción de viviendas, de presas, de centrales, de prestaciones sociales, de derechos laborales. En realidad, ya he visto cómo lo hacen muchas publicaciones, a menudo con esa inocencia que nace de la ignorancia deliberada.

Los muy idiotas van a conseguir hacer del franquismo algo excitante, como robarle un cigarro a papá y fumárselo en el patio con los colegas

Personalmente, la idea me parece muy romántica. Ya, ya sé que estoy siendo egoísta aquí, que debería alarmarme de que cercenen así la libertad de expresión e incluso de cátedra, hasta el punto de llevar a la cárcel al disidente que no quiera renegar de lo que le contaron sus abuelos; sé que debería denunciar a voz en grito este primer paso en lo que se anuncia como una nueva persecución contra los mismos.

Pero no puedo evitarlo. Por un lado me encanta que se quiten la careta y ya todos sepamos quién castiga las opiniones y podamos reírnos en su cara cuando se les vuelva a llenar la boca hablando de “las libertades que tanto nos ha costado conquistar”. Pero me temo que no es eso todo. Confieso, además, que siempre me he sentido atraída por esa atmósfera de resistencia imposibles salvo en las tiranías, de reuniones secretas en pisos dando una contraseña y ‘samizdata’ escritos a mano y fotocopiados en ciclostil que se dejan al descuido en un banco del parque, después de mirar a todos los lados.

Los muy idiotas van a conseguir hacer del franquismo algo excitante, como robarle un cigarro a papá y fumárselo en el patio con los colegas.

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