Pablo Iglesias durante una intervención en el Congreso. /EFE
Pablo Iglesias durante una intervención en el Congreso. /EFE

No, no me pidan un análisis sobre estas horas trepidantes, con el macho alfa descolgándose del ejecutivo para lanzarse al ruedo electoral en Madrid: no tengo gargantas profundas ni bola de cristal para saber a qué viene esta operación tan curiosa.

Puedo, eso sí, especular que Pablo le estaba viendo las orejas al lobo, que Pedro le miraba esquinado porque Bruselas le decía que a ver cuándo se quitaba a los de morado de la chepa para soltar la guita y mejor decir que se va él, que no le echa nadie, y que era muy evidente que al muchacho le aburre gobernar si no puede hacer bolivarianismos a placer y en solitario.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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«Ha pasado por encima de la candidata obvia, Isa Serra, la fichada. Quitaos, chicas, que esto es cosa de hombres, parece haberse dicho»

Pero no es de lo que vengo a hablarles. Vengo a hablarles de lo maravilloso que es ser de izquierdas. Uno puede hacer cualquier cosa, cualquiera, y sí, se llevará las collejas de quienes, al final, siempre hemos estado en contra. Pero los ‘colectivos’ van a estar más calladitos que un niño de primera comunión en misa.

¿Se acuerdan de aquello de que en Podemos no se hacía nada, pero nada, nada, sin consultar a las bases? Pues ya me dirán qué tiempo ha tenido para consultarlas. Hasta ha pasado por encima de la candidata obvia, Isa Serra, la fichada. Quitaos, chicas, que esto es cosa de hombres, parece haberse dicho.

Y si usted cree que la Serra, tan reivindicativa y feminista ella, iba a enfurruñarse y criticar o, por lo menos, permanecer en un mosqueado silencio, es que no conocen cómo funcionan estros grupos. ¿No se dan cuenta de que quienes reparten los carnés de machirulos y traidoras a su sexo son sus propios grupos, son, al fin, ellos mismos? Eso significa que pueden relajarse, que no tienen que estar a la que salta, mirando las comas y los tratamientos para no declarar algo que sea tachado de machista y luego tener que arrastrarse ante los chiringuitos ideológicas mendigando un perdón. Son el refugio del macho, el club de los desinhibidos de género.

¿EN QUÉ OTRO GRUPO POLÍTICO PUEDEN ENCONTRARSE ‘GEISHAS’ TAN COMPLACIENTES, SEGUIDORAS TAN DÓCILES Y ADORANTES?

Así que la respuesta de la apartada sin miramientos ha sido esta, en Twitter: «Gracias @PabloIglesias. Qué orgullo. ¡Vamos a por todas! Sonreíd, porque vamos a ganar». ¿En qué otro grupo político pueden encontrarse ‘geishas’ tan complacientes, seguidoras tan dóciles y adorantes?

Otra dirigente del partido, Ione Belarra, se expresa con igual estremecido entusiasmo: «Un militante tiene que estar allá donde es más útil en cada momento. Otra vez nos das una lección de altura histórica que no olvidaremos. A ganar Madrid».

Bueno, además de darle «una lección de altura histórica» (¡muérete de envidia, Churchill!), una vez más, le ha dejado en herencia su ministerio, no sabemos aún si con vicepresidencia adosada o sin ella. Un detallito, por haber sido una buena chica. Después de todo, un tuit es bastante menos de lo que le ha costado a Irene el ministerio que le ha dado el padre de sus hijos para que se entretenga.

La cosa, ya lo hemos ilustrado aquí muchas veces antes, viene de antiguo, de ese “VUELVE”, con el EL subrayado, como si fuera la colonia esa de “vuelve el hombre”, o de su deseo confeso de azotar a cierta periodista televisiva «hasta que sangre». La décima parte de cualquiera de esas cosas hubiera puesto a las ochoemeras a quemar las calles y pedir su cabeza si no estuviera en el partido adecuado, y lo sabemos todos. Ellos saben que lo sabemos; nosotros sabemos que saben que lo sabemos. Pero no pasa nada, y están muy contentos con que así sea.

LA INFLACIÓN DE LAS ÉLITES ES TAN OBVIA QUE SE APUNTAN DEMASIADOS Y NO HAY PARA TODOS. ENTONCES HAY QUE PELEAR A MUERTE POR LA PRESA.

Pero hay dos cosas que no ha tenido en cuenta. La primera es la inflación de las élites, un fenómeno que se da cuando la forma de estar del lado correcto de la historia (y, sobre todo, del presupuesto y las paguitas) es tan obvia que se apuntan demasiados y no hay para todos. Entonces hay que pelear a muerte por la presa.

Y la segunda es la capacidad de su costilla de liarla parda con su juguete. Así, decenas de organizaciones feministas exigieron en vísperas del día mágico al presidente Pedro Sánchez que destituya a Irene Montero y todo su equipo del Ministerio de Igualdad, alegando que el megachiringo apoya intereses contrarios a las mujeres. Entre las figuras señeras de la protesta están la ex eurodiputada de Podemos Lola Sánchez Caldentey y la escritora Lucía Etxebarría que, como contamos aquí, ha sufrido el acoso de entidades próximas a Podemos por oponerse al proyecto de la Ley Trans.

Y vuelvo en este final a lo que llevo diciendo desde el principio: con una derecha tan desarbolada y pazguata como tenemos, el final de este reino de terror de la progresía no vendrá tanto por la victoria de la oposición política como por la tendencia de estos chicos a devorarse entre ellos.

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