Yo solo quiero encontrar alguien que me responda a una sencilla pregunta: ¿cómo puede ser legítimo que el gobierno del país A se decida con los votos de unos tipos que aseguran no pertenecer al país A, cuya prácticamente única plataforma política consiste en no ser del país A y cuyos votos se hacen depender de que se les deje no ser el país A?

Encuentro a quien me dice que eso es legítimo porque es la ley, porque así está dispuesto, decidido por representantes, a su vez, legítimos.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Pero eso no tiene ningún sentido, ¿no les parece? Si un resultado es absurdo, da igual que el proceso por el que se haya llegado a él sea bueno, o pretendidamente bueno. Y no se me ocurren muchos más abiertamente absurdos e indignantes que el que he enunciado.

Los diputados de ERC que van a asegurar la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno español, votaron la Declaración Unilateral de Independencia, esa que causó tantísimo lío. Algunos de sus miembros están en prisión precisamente por eso. No es que no hagan ningún secreto del hecho de que no son españoles y de que su objetivo principal es la independencia de Cataluña, es que no paran de decirlo; no tienen otro tema, no hablan de otra cosa. Su diputado estrella en Madrid va ya para varios años que anunció que le quedaban meses de estar en la Carrera de San Jerónimo, porque para entonces ya sería ciudadano de otra nación.

¿Cómo así pueden decidir quién manda en España? ¿En qué universo tiene eso sentido? O, para ir más lejos, en qué universo tiene sentido que se pueda sentar en el cuerpo legislativo de un país y ayudar a gobernarlo a quien dice no pertenecer al mismo y trabajar solo para su disolución. En serio, que alguien me lo explico, porque no casa, no le veo la racionalidad a ese disparate.

Gabriel Rufián, que es el sujeto del que hablo, se ha dirigido a nuestro presidente en funciones como un capo de la mafia a un tendero al que tiene que advertirle que pague el ‘pizzo’, con una chulería del todo carente de disimulo. No lo necesita, y la prueba es que Sánchez, tan arrogante con la bancada pepera, de Ciudadanos y de Vox, se mostró humilde en la respuesta, asegurándole ante todo el país que cumpliría su parte del contubernio.

Se me dirá que Sánchez promete lo que no puede cumplir, que ningún ejecutivo puede pactar un referéndum de autodeterminación, no digamos sancionar la independencia de un territorio; que da igual lo que haya prometido, porque es sencillamente inconstitucional y no tiene autoridad, ni con mayoría absoluta, para llevarlo a cabo.

Pero, qué quieren que les diga, yo nunca he creído en esas cosas. Ya saben, en esas trampas al solitario que se hacen los hombres juramentándose con un texto solemnísimo en el que se prohíbe algo por siempre jamás o se garantiza alguna cosa hasta que el cielo se junte con la tierra. Las constituciones son papeles, y no se van a levantar airados contra quien la contradiga. Una constitución, por clara que sea su redacción y solemne que se considere, vale tanto como quieran los que tienen que hacerla cumplir. En nuestro caso, solo el Tribunal Constitucional puede decidir qué dice y qué no, aunque el último gañán pueda leerla y ver la contradicción. Es una de los muchos rituales mágicos del sistema.

Si Cataluña accede a su independencia, los diputados de ERC pasarían a ser extranjeros, y un extranjero no puede ser diputado nacional, ahí sí que no

Y los miembros del alto tribunal, al igual que los miembros de la Abogacía del Estado, no son ángeles descarnados que bajen a la tierra solo cuando se les invoca para interpretar la Carta Magna, ni siquiera sabios sobrehumanos que vivan alejados del mundo y sus tentaciones. No, son señores de carne y hueso con intereses, tentaciones, ideología y familia que alimentar. Alfonso Guerra lo dejó muy claro recientemente, y no quiero abundar sobre lo que sin duda parece -parece- un delito de calumnia, ya que les acusa de prevaricar. Lo de la división de poderes vamos a dejarlo para otro día, que no estoy hoy yo para mitos y leyendas.

Pero se me plantea una duda en este sentido. Pedro puede incumplir la palabra dada a ERC y marear la perdiz para no darles lo que les ha prometido; o puede cumplirla, y dejarles celebrar el dichoso referéndum. En el primer caso, los de ERC echarán abajo su gobierno. Aunque solo sea para que no se los coman sus bases.

Y, en el segundo, sucederían dos cosas. La primera sería que el Gobierno, no importa con qué apoyos parlamentario, se saldría del sistema, dejaría de ser legítimo y no habría que acatar sus decretos. Y la segunda, que si Cataluña accede a su independencia, los diputados de ERC pasarían a ser extranjeros, y un extranjero no puede ser diputado nacional, ahí sí que no. Así que Pedro perdería igualmente los apoyos parlamentarios.

Pero detrás de esta duda tengo una sospecha, de pesadilla: los secesionistas no quieren en absoluto una independencia al uso. No quieren pasar a ser, digamos, Portugal. Sí, por supuesto, quieren que el resto de España no pueda decir ni mú a lo que ellos dispongan en su territorio, pero ni de broma quieren la recíproca, es decir, no tener nada que decir sobre cómo se gobierna al resto de España.

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