
No es raro encontrar ironía en el nombre de los partidos -¿cuánto tiene de ‘popular’ el PP? ¿cuánto de ‘obrero’ el PSOE-, pero Izquierda Unida -ahora integrada en Unidas Podemos- se lleva la palma. Podía haber elegido cualquier otro adjetivo atractivo, que abundan, pero que un partido invoque la unidad cuando está en perpetua fase de escisión no deja de tener su aquel.
Pero la última ha sido especialmente interesante porque, en esta ocasión, el grupo en cuestión no se ha ido, sino que ha sido expulsado, toda una primicia. Se trata del Partido Feminista de España que, transcribo de la Wiki, “es un partido político marxista-feminista español constituido en Barcelona en mayo de 1979 y legalizado el 8 de marzo de 1981 impulsado y liderado por la abogada feminista Lidia Falcón”.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraSi alguna vez han tenido la ocasión, que no la dicha, de escuchar a Lidia en alguna tertulia de televisión o radio sabrán que es el producto genuino, tanto en roja como en feminista. Es de las de “fuego he venido a traer al mundo, y qué he de querer sino que arda”, de las que una oye “feminismo radical” y en seguida se le viene a la mente la imagen de la Falcón diciendo pestes del omnipresente y casi omnipotente Patriarcado con enérgica amargura en el gesto.
Y ahora leemos en la cuenta de Izquierda Unida el siguiente tuit: “Con el 85% de votos a favor, la Asamblea Político y Social aprueba revocar la pertenencia del Partido Feminista de España a Izquierda Unida por reiterados incumplimientos estatutarios y mantener posiciones contrarias a las aprobadas en los órganos de IU”.
¿Y cuáles han sido esas ‘posiciones contrarias‘? ¿Por qué las han expulsado? Leo en las cuentas de los que, en IU, aplauden esta decisión que ha sido por ‘terfas’. ‘Terfa’ es uno de los infinitos neologismo que hay que inventar a toda prisa para poder condenar nuevas realidades; en este caso, es una adaptación del inglés TERF, ‘Trans-Exclusionary Radical Feminist’ o, en román paladino, Feminista Radical Trans-Excluyente. Venda sus acciones en Feminismo Ltd y empeñe hasta la camisa para comprar las de Trans Inc, que sube como un cohete.
Ahora dicen en IU que los roces con el PFE han sido constantes desde su incorporación en 2015, pero la gota que ha hecho derramarse el vaso ha sido su oposición tajante a la ley sobre transexualidad que promueve el partido. El pasado 5 de diciembre, Lidia Falcón hizo público en su cuenta de Facebook un durísimo comunicado en el que afirmaba:
“Habiendo tenido conocimiento esta Comisión de que se están desarrollando diversas estrategias organizadas por el lobby gay y sus acólitos, dirigidas a imponer en la sociedad el discurso queer, con las consecuencias nefastas de lograr la legalización de los vientres de alquiler, la aceptación de que los menores que se declaran transexuales puedan proceder a tratamientos médicos y quirúrgicos para cambiar de sexo, y la invisibilidad de la mujer como categoría, viene a declarar lo siguiente:
Esta Comisión tiene que hacer constar su absoluto rechazo a tales proyectos legislativos y los movimientos de propaganda ideológica para que la sociedad admita semejantes objetivos. Las actuaciones de los colectivos homosexuales y de transexuales con tales propósitos tienen ya un cierto recorrido, como son la aprobación de una ley en el País Vasco que permite las terapias dirigidas a cambiar de sexo a menores sin necesitar siquiera un informe psicológico previo; la presentación en el Parlamento de Extremadura de una ponencia redactada por una menor de 8 años declarándose transexual y pidiendo que su preferencia sea suficiente para proceder a los tratamientos médicos y quirúrgicos pertinentes, y últimamente el anuncio del partido Podemos de que va a presentar una proposición de ley que califica a los padres y madres de “progenitores gestantes” y “progenitores no gestantes”, a fin de regular los permisos de parentalidad, entre otros beneficios sociales.
Nos encontramos, en consecuencia, con toda una campaña organizada y financiada para llegar a los fines ya citados, que está descalificando, con graves insultos y calumnias, al MF y a toda opinión que se oponga a semejantes objetivos”.
Y sigue y sigue desgranando puntos tan sensatos y obvios que una se pregunta cómo se puede ser tan racional para algunas cosas y tan cerril para el resto. Y concluye:
“En consecuencia, la Comisión Política del Partido Feminista de España se opone públicamente a aceptar la ley del País Vasco sobre transexualidad, se niega a apoyar la proposición de ley estatal de Podemos sobre el mismo fin y denunciará ante el Defensor del Menor la presentación en el Parlamento de Extremadura del niño que expuso una ponencia pidiendo que a los 8 años pueda ser tratado médica y quirúrgicamente para convertirse en niña”.
Pero esto, que ha asombrado a tantos, nosotros no solo lo dábamos por descontado, sino que lo habíamos profetizado, sino en el detalle, sí en las líneas generales del combate. La izquierda moderna es una federación de tribus absolutamente incompatibles entre sí, cada una con sus propios intereses, a las que solo une el odio común a lo que, porque me da la real gana, llamaría ‘normalidad’ u opinión de sentido común. O civilización occidental cristiana, lo que quieran.
Pero los ‘racializados’ no tienen por qué coincidir con las feministas, que tampoco tienen por qué estar de acuerdo con los ‘transgéneros’, que quizá tengan algo que oponer a los musulmanes, que a su vez pueden objetar a los gays, o a los animalistas, o… En fin, que la unidad solo puede mantenerse, precariamente, mientras ninguno de los grupos se haga claramente dominante, como parece ser el caso.