Si digo que estas madrileñas son las elecciones de la Memoria Histórica estoy segura de ser malinterpretada, pero me explicaré.
Todo el mundo sabe que la Ley de Memoria Democrática es la de nombre más orwelliano, en el sentido de que, en realidad, lo que se quiere fomentar no es el recuerdo sino la amnesia.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraPero en estos días el borrado de lo que fue y que se pretende no se refiere a cosas que nos contaron nuestros abuelos y de las que se quiere dar una visión canónica y marcadamente maniquea, no: quieren que olvides lo que viste ayer.
Contrastar lo que han dicho Sánchez e Iglesias y lo que dicen hoy Iglesias y Sánchez se ha convertido desde hace tiempo en un ejercicio banal. No solo porque es casi imposible mantener la lista al día o porque sature las redes o porque vaya todo tan rápido que entre la afirmación y el desmentido los plazos se acortan hasta lo inverosímil, sino porque parece irrelevante para los protagonistas, para su leal oposición o para los grandes medios.
¿Dónde está la tan cacareada ‘violencia’ de Vox? ¿Cuándo han apalizado, escracheado, acosado, reventado mítines o amenazado a otros?
Hablaba, digamos, Casado el Equidistante hace unos días de que el no quiere “la España a garrotazos”, haciendo referencia a un famoso cuadro de Goya que muestra a dos hombres enterrados hasta las rodillas que se majan a palos mutuamente. Nadie, creo, quiere la España a garrotazos, y de hecho, si una sale a la calle o habla con los vecinos, incluso los más alejados ideológicamente, no encuentra ni rastro de esa España. No hay otra crispación que la que inventan ni otro clima de violencia que el que jalean medios y políticos.
Pero, sobre todo, Casado dijo lo suyo después del mitín de Vox en Vallecas, donde ellos ponían las cabezas y los otros -los que luego se ha sabido del entorno más cercano a Iglesias-, los garrotazos, en esta ocasión en forma de ladrillos voladores.
De hecho, no es menos orwelliano (¿habrá que empezar a decir ‘redondesco’?) que se haya rodeado a la marca Vox de una atmósfera de violencia, que con justicia solo le corresponde en el sentido de ser quien la recibe a todas horas. Porque, ¿dónde está la tan cacareada ‘violencia’ de Vox? ¿Cuándo han apalizado, escracheado, acosado, reventado mítines o amenazado a otros?
Vox no defiende nada que no fuera prácticamente patrimonio universal de la derecha más moderada hace solo unos pocos años
Agobiados al ver que lo de ‘fascista’ ha perdido lustre y fuerza como conjuro mágico, Jordi Évole sacó en su programa a un nazi rehabilitado que acusa a Vox, en un alarde de desesperación que dice más del fracaso que esperan que de nada remotamente real.
Vox no defiende nada que no fuera prácticamente patrimonio universal de la derecha más moderada hace solo unos pocos años, antes de que nuestro apacible panorama político -hablo de todo Occidente- se lanzase en brazos de la izquierda cultural más extrema, cuando el Ibex entendió que el modo más eficaz de que no se hablase de sus sueldos era insistir en la brecha salarial y patrocinar a los traficantes de Open Arms y vestir de arcoiris en junio su logo.
Por eso, la alerta antifascista y el ‘Democracia o Fascismo’ (que debería ser de querella judicial) y el ir con la porra gritando que qué violento se ha vuelto todo es una desesperada estrategia de fomento de la amnesia.
Sencillamente, no quieren que usted recuerde que gobierna Sánchez con la ideología que le proporciona Iglesias.
No quieren que recuerde que España tiene el peor historial del mundo, de los 194 países del planeta, en afectados por el coronavirus y en hundimiento económico, una proeza solo al alcance de verdaderos campeones, porque nos hemos pasado este año maldito en el falso dilema entre salvar la economía o salvar vidas. Los nuestros han salvado la alternativa ni para ti ni para mí, ni economía ni vidas. Olviden eso.
No quieren que los madrileños recuerden que el gobierno y toda la izquierda se ha dedicado hasta ayer por la tarde a demonizar a los madrileños. Ya saben, somos todos y cada uno “bombas víricas” que mejor no visitemos a nuestros primos de Cuenca o nos recibirán con piedras. Ahora, claro, queda raro que, después de llamarnos de todo menos bonitos, nos pidan el voto. Ya no les caemos tan mal, al menos hasta el cierre de las urnas.
Y, sobre todo, necesitan que olvidemos que representa esta izquierda, que ha representando la izquierda comunista durante toda su historia de terror y miseria.