
Dice el Gobierno que las redes sociales y algunos medios se están llenando de bulos con esto de la pandemia, y que va a haber que ir empezando a perseguirlos penalmente por nuestro bien, y no voy a volver con el vídeo del jefe de los Guardias Civiles y su cándida admisión de que nuestras fuerzas del orden tienen como objetivo “minimizar” el clima contrario al Gobierno, porque en seguida nos han aclarado que es un bulo y que no podemos fiarnos ni de nuestros ojos ni de nuestros oídos, que son muy mentirosos y muy fachas.
Y yo, de siempre respetuosa de la ley, incluso la que se amaga y no se concreta, y mujer de orden desde siempre, no estoy por la labor de propalar bulos. Se entiende que ‘bulo’ es una información falsa que perjudica al Gobierno, o, más precisamente, que es falsa porque perjudica al Gobierno. Y eso está muy mal, porque Pedro Sánchez ha dicho que están haciendo más que nadie en el mundo para salvarnos la vida, y que de hecho ya ha salvado miles de vidas o decenas de miles o centenares de miles, posiblemente las vidas de todos nosotros, fachas ingratos, y Sánchez es un hombre honrado.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraAsí que nada de bulos, nada de críticas gratuitas contra esos héroes que solo por amor purísimo a la gente llevan el timón del Estado para nuestra felicidad.
Ahora, que no siempre es fácil, eh. Por ejemplo, leo que Carmen Rodríguez-Medel, la juez que abrió una investigación al delegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco, no ve relación entre el 8-M y los contagios por coronavirus. Y, claro, no sé si es bulo o no. Síganme en esto, si son tan amables, y verán a qué me refiero.
En esta crisis, el bulo de ayer es la verdad oficial de hoy, y la verdad oficial de hoy es el bulo de mañana
Si no hay relación entre que cientos de miles de mujeres en toda España, quizá un millón, se apretujen durante horas sin protección alguna y el contagio por coronavirus, entonces el confinamiento está basado en un bulo. Porque si el virus no se contagia en un caldo de cultivo tan apto, que cualquier virólogo consideraría un verdadero festín de reyes para el Covid, no solo es un bulo como el portalón de la Catedral de Burgos que el bichito este sea muy contagioso, sino que llevo un mes haciendo el idiota sacando al perro con mascarilla y guantes y sin ver a mis hijos.
Ya son varios los casos en los que la policía ha interrumpido celebraciones religiosas católicas, siendo el más sonado el de la Catedral de Granada, con los agentes obligando al mismísimo arzobispo a disculparse desde el púlpito. Pero tienen que ser todos, absolutamente todos, bulos como la copa de un pino y harían mal en difundirlos, aunque crean haberlo visto. Es fácil deducirlo: el decreto de alarma no prohíbe los actos litúrgicos, siempre que se respete el ‘distanciamiento social’, y la poca gente que había en la catedral lo guardaba con varios metros para regalar. Además, la Policía no puede entrar armada a un templo sin una orden. Y, por último, si no sancionan a Rodríguez-Medel por su sentencia y, por tanto, dan por bueno que miles de mujeres pegaditas durante una mañana no son causa de contagio, ya me contarán cómo van a contagiar unos fieles que tendrían que gritarse para darse la paz.
Y ahí está la cosa, la objeción que someto a nuestros benéficos líderes con el mayor de los respetos, en su campaña punitiva para acabar con los bulos: que en esta crisis, el bulo de ayer es la verdad oficial de hoy, y la verdad oficial de hoy es el bulo de mañana, con lo que quien hoy se hace culpable de diseminar ‘fake news’ puede estar recitando la línea oficial de la semana que viene, y quien, como buen ciudadano, dócil al mando, repite la consigna del poder, puede verse en unos días acusado de propagador de odiosas falsedades. Dicho de otro modo: el bulo es cuestión de fechas; a veces, de horas.
No es esto demasiado novedoso. Los suscriptores de la Enciclopedia Soviética no solo, como los de la Espasa, recibían cada cierto tiempo a un amable vendedor que le traía las actualizaciones, sino que el mismo encargado se llevaba el tomo que se había ‘revisado’. Se decía entonces, pretendiendo que fuera un chiste, que la URSS era el único país el que el futuro era inmutable y el pasado, impredecible. Pero no, no era el único.
¿Funciona el confinamiento? No se sabe. Muchas voces aseguran que la destrucción de riqueza que conlleva es tan brutal, que se hará necesario acabar con él antes de que podamos estar completamente seguros, con lo que todo lo vivido solo habrá servido para hacernos mucho más pobres, pero no para estar más a salvo del contagio.
Quien ya ha pasado la enfermedad, ¿puede considerarse a salvo? No se sabe. Desde Corea del Sur nos llegan casos de personas supuestamente inmunes que han vuelto a enfermar. No decimos que no sea un bulo. Quizá. Pero mañana podría ser la verdad oficial.
¿Cuántas vidas se ha cobrado ya la enfermedad en España? No se sabe. Sánchez dice que veinte mil, y Sánchez es un hombre honrado. Pero también dicen que solo cuentan a los debidamente testados, y que ni testan a todos ni hacen autopsias ni están por la labor, que es como decir que no saben cuántos son. O sí, que no quiero esparcir bulos.
Incluso con un gobierno que no estuviera mucho más preocupado con su imagen y con mantenerse en el poder que en la vida de sus conciudadanos -y para nada estoy insinuando que sea el caso-, esta crisis tiene la habilidad de burlar a los ‘fact-chekers’. ¿Se originó en un laboratorio chino o en un consumidor de animales raros? No se sabe. ¿Mintió China sobre su naturaleza y alcance? No se sabe. ¿Podría llegar pronto una vacuna, o será tan elusiva y cambiante como la de la gripe común? No se sabe. ¿Qué efectos tiene a largo plazo en los que lo superan? No se sabe.
Bueno, dejo ya de plantear preguntas, que es la hora de aplaudir en el balcón.