Sabino Arana Goiri, fundador del Partido Nacionalista Vasco.
Sabino Arana Goiri, fundador del Partido Nacionalista Vasco.

Cuán confiado tienes que estar en que tu idioma es realmente tu idioma para aprobar un decreto, como ha hecho la Diputación Foral de Álava, especificando que sus empleados tienen que saludar primero en euskera y luego, ya si eso, en castellano.

Lean, lean: “Es preciso que todo el personal empleado y todas las unidades sepan cómo, cuándo, con quién… utilizar el euskera. A las personas que acudan a la diputación o se pongan en contacto telefónico con ella se les manifestará de forma explícita y clara que pueden elegir la lengua oficial que deseen en sus relaciones con la diputación de la siguiente manera: El saludo inicial del personal empleado de la diputación será bilingüe, siendo siempre la primera lengua utilizada el euskera; por ejemplo, Egun on, Buenos días”.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.

Suscríbete ahora

Asimismo, “los mensajes orales sin persona destinataria determinada (contestador automático, megafonía etc.) se transmitirán en euskera y castellano, siempre por ese orden, asegurándose de que el mensaje, aun siendo bilingüe, sea claro y breve”. Debe de ser agotador escuchar exactamente el mismo mensaje dos veces, si conoces ambos idiomas, o una en un idioma que ignoras para oírlo luego en el propio.

¿Recuerdan aquellos tiempos lejanos y felices en que las lenguas no eran aún un medio de incomunicación? Los viejos del lugar recordamos incluso cómo empezó todo esto y, aunque es de lo más paradójico, ha seguido el mismo recorrido con tantas cosas que nada tienen que ver con los idiomas o el nacionalismo: primero se reivindica la libertad para hacer algo y luego se hace ese algo obligatorio. ¿A que les suena?

En los comienzos de nuestra incipiente democracia, los vascos y los catalanes (y, en menor medida, los gallegos) se quejaban de que no podían usar la lengua de la tierra. Era mentira, y gorda, en dos sentidos: en que jamás ha estado prohibido aquí que cada cual hable la lengua que le dé la gana -que sea oficial es otro asunto-, y la presunción de que el castellano no era lengua en esa tierra.

Esto último era especialmente absurdo en el País Vasco, donde el español era con enorme diferencia la lengua más usada, mientras que el idioma que hoy es oficial en la comunidad no lo hablaba absolutamente nadie. Nadie, salvo un puñado de excéntricos filólogos que lo habían aprendido en la edad adulta, porque lo que hablaba la gente de caserío era, en todo caso, uno de los dieciséis idiomas en los que se había desgajado el vasco original. Y estos apenas alcanzaban una proporción de dos cifras.

¿Qué confianza debes tener en tu idioma para tener que aprobar una norma que obligue a saludar en él?

Dicho a lo bestia, pero sin mentir: el idioma materno del País Vasco en su abrumadora mayoría era el español. Y aún es mayoritario, pese a estos esfuerzos soviéticos por imponer el batúa, el ‘vasco frankenstein’ en el que se han unificado las variantes.

Pero, ya digo, la primera reivindicación era de libertad, que se les dejara usar oficialmente ‘su’ idioma. Y de ahí se ha pasado en tiempo récord a hacerlo obligatorio, hasta los extremos ridículos de dictar un decreto para decidir el saludo mañanero. ¿Qué confianza debes tener en tu idioma para tener que aprobar una norma que obligue a saludar en él?

Aunque la locura es común a todos los nacionalismos, el vasco se lleva la palma. Es pura paradoja. Los abertzales de estricta observancia, los fieles hijos de ese Tolkien aburrido y rencoroso que fue Sabino Arana, pretenden que su nación es la primigenia, la más nación de todas las naciones, tan exclusiva que algún orate de esa escuela llegó a sugerir que, si el hombre desciende del mono, los vascos vienen de una especie de simio y todos los demás, de otra, probablemente degenerada; y tan antigua que su idioma sobrevivió a la confusión de lenguas de Babel y su identidad se pierde en las brumas de la prehistoria.

Cada vez que un filólogo aventura un origen o un parentesco para el vasco, la oficialidad se le echa encima como una jauría. No porque tengan realmente algo que decir contra tal origen o cual parentesco, sino porque no quieren que tenga ninguno, y punto.

Siendo así, habría que suponer que un pueblo tan pueblo, tan consciente de su propia identidad y de su diferencia esencial con respecto de sus vecinos, lo tendría todo, todas las señas de identidad, desde mucho tiempo atrás. No sé, los catalanes tienen la cuatribarrada desde hace muchos siglos, Galicia se llama igual desde que el latín se desaparramó en las lenguas romances, por poner dos ejemplos.

Y, sin embargo, en esta nación vieja como el planeta todo es inventado, y por el mismo señor, un tipo de pocos estudios y familia carlista que se sacó de su caletre en muchas noches sin sueño y sin apenas colaboradores una nación, algo así como Tolkien inventó la Tierra Media. No, no estamos diciendo que no existieran los vascos.

Pero no existía, para empezar, Euskadi (inicialmente, Euzkadi), un nombre que pergeñó a partir de su defectuoso vascuence (-adi es terminación para colectivos botánicos, no humanos), ni la ikurriña (otro neologismo salvaje), que diseñó a partir de la Union Jack británica por anglofilia y porque esperaba que Gran Bretaña les echara una mano para independizarse. Y otro día hablamos de los ‘nombres vascos’, que el buen señor tuvo la humorada de inventar de un tirón y que, por supuesto, no existían ni eran vascos hasta que don Sabino los impuso.

Comentarios

Comentarios