
El confinamientos tiene que acabar. Ya. Ayer mejor que hoy. El riesgo de no hacerlo es enfrentarnos a un panorama pavoroso de pobreza que provoque aún más muertos, muchos más, que la propia pandemia y a un escenario político cuasi orwelliano.
Nadie está seguro de que el confinamiento vaya a funcionar. Se habla de una segunda ola después de verano que podría ser bastante peor que la actual. Pero no podemos mantener la economía en ‘standby’ tanto tiempo.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraOh, Candela, la economía. Así que tú eres de esos que ponen la economía sobre las vidas humanas, ya oigo decir. Hay gente así de idiota, que cree que “la economía” son un puñado de cifras y un problema para los bancos o, en el peor de los casos, apretarnos un poco el cinturón. Pero la economía es lo que pone comida sobre tu mesa, incluso cuando es solo un pedazo de pan.
Por lo demás, ¿qué sentido tienen estas normas? Millones de personas sanas como manzanitas están encerradas en casa como en arresto domiciliario, cuando sería mil, cien mil veces más barato proporcionar pruebas de diagnóstico buenas y fiables a la población, a toda, y dejar que salgan del encierro los que no pueden ni contagiar ni contagiarse.
Normas absurdas por las que no puedo sacar al perro con mi marido aunque duermo con él, aunque estoy pasando más horas a su lado que en todo mi matrimonio
¿Quienes mueren en una abrumadora mayoría? Gente mayor (por lo general, bastante mayor), personas con graves condiciones preexistentes y personal sanitario. Los dos primeros grupos podrían ser los únicos que se sometieran a este draconiano confinamiento, mientras que debería ser prioritario dotar a los segundos del mejor equipo de seguridad. Sin escatimar, que siempre saldrá barato.
Está muriendo gente, siguen subiendo los contagios y mientras estamos todos sometidos a la más absurda de las reclusiones. Puedes tener frente a tu casa un inacabable campo en el que correr sola, que no puedes. ¿Por qué, si guardas un distanciamiento de seguridad kilométrico? ¿Por qué, si hay pocas cosas tan necesarias para la salud, y en concreto para el sistema inmunitario, como la luz del sol y el aire libre y una buena caminata? Son las normas.
Normas absurdas por las que no puedo sacar al perro con mi marido aunque duermo con él, aunque estoy pasando más horas a su lado que en todo mi matrimonio. No puedo sacar a los niños al parque para que se desfoguen, pero últimamente han decretado que los puedo llevar al banco, un lugar muy propio para la infancia o al súper, que es el espacio más adecuado para que pillen de todo y por su orden.
Si no se han dado cuenta ustedes de lo dóciles que somos, lo fácil que es convertirnos en un rebaño asustado, los gobernantes sí lo han hecho
Las cifras de la depresión que se nos echa encima son ya pavorosas. La cantidad de gente que se ha quedado ya sin trabajo no tiene precedentes en vida de nadie ahora vivo y esto no ha hecho más que empezar. ¿Cuántas tiendas, cuántos negocios podrán abrir cuando ya se les permita? ¿Quién aguanta pagando sueldos, hipotecas, alquileres, créditos. impuestos y otros gastos fijos sin que entre un duro en caja? ¿Cuántos autónomos, en fin, no ingresan ya nada y ven cómo se vacía la nevera?
La miseria económica es hambre, es conflictividad social explosiva, es mala salud, es menos dinero para sanidad. Oh, pero Pablo nos quiere dar una renta mínima. ¿A quién? Él decidirá, claro. Pero, ¿de dónde va a sacarlo, si su dinero viene del nuestro, y estamos destruyendo riqueza como si la quemáramos? Con deuda, naturalmente. ¿Le prestaría usted diez céntimos a Pablo Iglesias, a una gente que tiene a Venezuela de meta y a la Argentina peronista de modelo? Y no tenemos la maquinita de imprimir billetes, esa que tanto le gusta a Eduardo Garzón.
Y luego está el panorama político, que no es más halagüeño. Ya han oído que criticar al Gobierno se estudia como materia punible, alegría. Y si no se han dado cuenta ustedes de lo dóciles que somos, lo fácil que es convertirnos en un rebaño asustado y dispuesto a arrojar por la borda todas nuestras libertades por una palabra tranquilizadora de lo alto, los gobernantes sí lo han hecho.
Para Pablo, esta es la crisis que ningún buen bolchevique debe desaprovechar para hacerse con el poder, con el parlamento paralizado y los españoles en arresto domiciliario y la pobreza generalizada llamando a nuestra puerta.
En las cuarentenas racionales, sensatas, se aísla a los enfermos, no a los sanos. Ya, ya sé que podemos estar sanos y contagiar, por eso todos los esfuerzos deben ir a universalizar las pruebas de diagnóstico y no a untar a los medios para que saquen a Pedro por el perfil guapo; todo el dinero a conocer bien quién puede y quién no estar en riesgo o ser contagioso, en vez de despilfarrarlo criminalmente en campañas de imagen.
Porque hay que salir, hay que salir ya, hay que hacer una vida casi normal, lo bastante normal como para no convertirnos en una combinación de pesadilla de Estado policial y miseria.