Justin Trudeau, primer ministro de Canadá.
Justin Trudeau, primer ministro de Canadá.

El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, un líder de diseño que parece creado por los inspiradores de la corrección política hasta el último detalle y que está aplicando las restricciones más draconianas de América del Norte y, quizá, del mundo entero, se ha dirigido a su amado pueblo en una alocución televisada en la que, al tiempo que deplora el riesgo sanitario y las medidas a que obliga, celebra que la pandemia sea “una oportunidad para un reinicio”. La palabra exacta es “reset”, como en The Great Reset.

Con esta gente, de verdad, es imposible mantener una teoría de la conspiración decente. Se supone que la Gran Conspiración debe llevarse en el mayor de los secretos, con terribles juramentos y pavorosas amenazas para quien se vaya de la lengua. Así, los aficionados tenían que elucubrar, atar cabos, interpretar acontecimientos desde Kuala Lumpur a Ciudad del Cabo y unir la consabidad línea de puntos. Pero si los líderes se ponen a parlotear como cotorras sobre lo que quieren hacer con nosotros, cómo van a cambiar de arriba abajo el modo en que vivimos, desde lo que vamos a comer a lo que (no) vamos a tener, pues ya me dirán dónde está la gracia.

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Es lo que está pasando con el Gran Reinicio o ‘Great Reset’ que, como su propio nombre parece indicar pretender dejar la humanidad como Alfonso Guerra quería dejar España: que no la reconociera ni la madre que la parió.

Trudeau admite abiertamente que una pandemia que en España ha provocado la muerte de unas sesenta mil personas se está usando como excusa para “resetear” el sistema y poner a la ONU al cargo

El Gran Reinicio es realmente la Madre de Todas las Teorías de la Conspiración, o lo sería si dejaran de contárnoslo a todas horas sus propios diseñadores. Es realmente desconcertante que nos digan a la cara que piensan cambiar completamente nuestra vida sin consultarnos, en un plan que comprende todo lo imaginable, desde nuestros valores a nuestra vida corriente, desde lo político a lo económico, lo social e incluso lo gastronómico.

Que nos cuenten que los valores de Occidente van a dejar de primar, que la familia ‘tradicional’ -también llamada simplemente ‘la familia’- va a desaparecer, que no vamos a ser propietarios de nada, que vayámonos olvidando del 5 Jotas y el lomo embuchado y todo lo demás, como en un discurso de Blofeld al Agente 007 en los minutos finales de una de James Bond, mientras acaricia un gato de Angora, solo que menos peliculero.

Ya decíamos el otro día que el presidente fundador del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab (que, en efecto, habla inglés con un fuerte acento alemán, como un genio del mal de película) ha escrito un libro contándolo todo con pelos y señales –Covid-19: el Gran Reinicio– y la revista TIME le ha dedicado un número entero. Y, ahora, nos lo cuenta Trudeau.

Como dice el periodista canadiense Ezra Levant en un tuit en el que incluye el corte de vídeo con el discursito de su primer ministro, “creí que se suponía que era una teoría de la conspiración. Pero aquí está, directamente de boca de Trudeau. La pandemia es la excusa para un “Gran Reinicio” del mundo, liderado por la ONU”.

https://twitter.com/ezralevant/status/1328020783596269568?s=20

Una tiene que tomárselo con cierta dosis de ligereza, porque por lo demás es de poner los pelos como escarpias. Trudeau admite abiertamente que una pandemia que en España ha provocado la muerte de unas sesenta mil personas se está usando como excusa para “resetear” el sistema y poner a la ONU al cargo, que es como darle a un mono una Gillette.

Por nuestro propio bien, esa gente que llega cada año a Davos en sus aviones privados se ha resignado a la idea de controlarnos, centralizar el poder, acabar con nuestras lealtades naturales, rehacer la economía a su imagen y darnos una nueva dogmática en la que creer

Pero, corríjanme si me equivoco, la gente no ha pedido nada eso. No usted, no yo, no nadie que conozca. Sencillamente, a gente que tiene mucho más poder que usted y yo, muchísimo más dinero que usted y yo -y que ni de broma va a perder sus posesiones ni dejar de tomar su boeuf bourguignon cuando le venga en gana- le viene estupendamente, y eso parece bastar.

Lo que queremos nosotros, la chusma, es nuestra vida de siempre: reunirnos con la familia y con los amigos, salir a tomar algo de vez en cuando, tener razonables perspectivas laborales y económicas (nada del otro mundo), que los jóvenes puedan encontrar un trabajo que les permita formar una familia, conseguir una vivienda mínimamente decente y tener hijos, educarlos según sus valores y creencias, poder practicar públicamente la fe de que se trate y defender las ideas que se tengan sin temer represalias… En fin, no creo estar haciendo una Carta a los Reyes Magos desmesurada: lo que tuve yo, lo que tuvieron mis padres, esa vida.

Pero no, parece que eso no está en el menú. Todo eso es fatal para el cambio climático, seguramente, así que, por nuestro propio bien, esa gente que llega cada año a Davos en sus aviones privados se ha resignado a la idea de controlarnos, centralizar el poder, acabar con nuestras lealtades naturales, rehacer la economía a su imagen y darnos una nueva dogmática en la que creer. Sin pedir nuestra opinión, naturalmente, porque como bien saben los periodistas del grupo PRISA, los plebeyos siempre votamos mal.

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