Acto de 'desinfección' de Vallecas tras la celebración de un mitin de Vox./ EFE
Acto de 'desinfección' de Vallecas tras la celebración de un mitin de Vox./ EFE

Escribo el artículo con dolor. Con dolor y con un atisbo de rabia por ver en lo que están sumiendo a nuestra querida España. Nuestra nación posee una de las historias más gloriosas del planeta. Por eso, los mediocres, los resentidos, los celosos, los fracasados, los rencorosos y los amargados escupen contra ella. No soportan la extraordinaria labor de nuestros ancestros por todo el globo terráqueo. Se sienten interpelados por ellos. A su sombra no son más que grotescos fantoches; ridículos pigmeos a los pies de los gigantes.

Fernando Paz tiene un libro cuyo título ya es elocuente: Antes que nadie. España ha sido la primera en izar su bandera en incontables lugares recónditos del mundo; ha sido pionera en arte, en ciencia, en cultura, en civilización, en fe. Por eso odian España, su nombre, sus símbolos, su historia, sus gestas, sus santos y héroes.

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Este fantasma de odio y rencor, de división y podredumbre, ha salpicado todo nuestro siglo XX. Parecía que sus bríos habían menguado, pero retornaron con la nueva centuria. La ideología ha sustituido a las creencias y valores, lo que facilita manipular a las masas, que se han convertido en ocasiones en grupos de fanáticos sectarios que no cuestionan las palabras y los hechos de determinados líderes, por más que caigan una y otra vez en incongruencias. “Debemos cabalgar sobre nuestras propias contradicciones”, afirmó recientemente una dirigente de extrema izquierda, y con eso dio a entender que podían decir una cosa y la contraria sin despeinarse. Orwell se quedó corto.

Decir que Vox o Partido Popular (algunos meten incluso a Ciudadanos) son partidos fascistas es una solemne majadería, una estupidez, una ignorancia supina y una maldad a sabiendas

Lo que hemos visto esta semana en el acto de Vox en Vallecas es un fruto más de esa división y encono. La izquierda totalitaria e intransigente no tolera que barrios “suyos” puedan recibir un mensaje distinto al de sus monsergas. Y lanzan a sus cachorros fundamentalistas para hacer el trabajo sucio, delincuente y violento.

El fascismo no existe en España. Conviene repetirlo: el fascismo no existe en España. Sí existen el comunismo, el marxismo y el anarquismo, que no tuvieron su propio proceso de Núremberg terminada la Segunda Guerra Mundial. Decir que Vox o Partido Popular (algunos meten incluso a Ciudadanos) son partidos fascistas es una solemne majadería, una estupidez, una ignorancia supina y una maldad a sabiendas. Los propios dirigentes de la izquierda radical saben que los partidos que lideran Abascal y Casado no tienen nada que ver con el fascismo, pero les interesa agitar ese fantasma para mantener activos a sus seguidores más fanatizados.

Quintana Paz lo explicaba bien hace unos días: “El podemismo elogia la violencia en los barrios obreros por un sencillo motivo: tras 15 meses en el Gobierno, no ha logrado que mejore en nada la vida allí y sí que empeore mucho. Vacuo de logros, intenta seducir a sus habitantes fingiendo ser su defensor contra el fascismo”.

El nivel de manipulación y mentira de los dirigentes de Podemos no tiene límites. Cada día se superan. Pero es porque se ven perdidos. Las encuestas les dan las espaldas y necesitan azuzar a sus cachorros con técnicas aprendidas del terrorismo callejero y de la kale borroka. Lo que no consiguen con votos, lo pretenden obtener por la fuerza.

Pero no les vamos a dejar. No caben el miedo, la tibieza, las medias tintas, la equidistancia y los paños calientes. España no ha sido la extraordinaria nación que ha llegado a ser por cobardías y pusilanimidades, sino por la valentía y el arrojo de tantos de sus hombres y mujeres. No nos vamos a arredrar, por más que ladren los resentidos y rencorosos que quieren acabar con ella.

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