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Dios, patria y familia (con perdón)

Miembros de la Guardia Civil realizan labores de seguridad. /EFE

Miembros de la Guardia Civil realizan labores de seguridad. /EFE

Sonaba tan antiguo y tan obsoleto…

¡Los pilares en los que se apoyaban nuestros mayores nos resultaban tan innecesarios cuando éramos jóvenes y eternos…! Aunque, sin saberlo, nuestra realidad era la que era porque teníamos los pies anclados en una sociedad que creía en Dios, la patria y la familia.

Era muy fácil ser revolucionario en la comodidad de una sociedad estable.

Hoy, cuando los revolucionarios de chalé y falcon quieren dinamitar el suelo bajo nuestras botas, es cuando nos toca defender lo que, lejos de ser antiguo y obsoleto, es actual y plenamente vigente porque es nuestro futuro.

La patria es un proyecto tan impresionante que han participado en su conformación nuestros antepasados y van a participar nuestros descendientes

Quien piensa que la muerte no es el final, que ha de rendir cuentas de sus obras, que hay unas acciones buenas o malas sin relativismos y que percibe una voz interna que le dice lo que se debe hacer, es mucho menos manipulable.

Quien piensa que es parte de un gran proyecto del que se siente orgulloso, la patria, tiene una visión más comprometida que quién no pertenece a nada. La patria es un proyecto tan impresionante que han participado en su conformación nuestros antepasados y van a participar nuestros descendientes. Un proyecto en el que se une el esfuerzo de generaciones que nunca se han conocido, de españoles que nunca se conocerán, que nos da sustrato para elevarnos de lo corriente y querer sentirnos dignos de tan magna obra. Quien tiene dignidad, quien la percibe heredada de siglos atrás y garante de su pervivencia, es menos manipulable.

La familia es lo que nos implica directa y cotidianamente en hacer un mundo mejor. Luchar por nuestros hijos, por los que queremos, acerca a lo doméstico ese empeño en ser mejores, en mejorar esta sociedad para que ellos la hereden. Y nos empuja a querer que nuestra imagen sea para nuestros hijos, para nuestro entorno pequeño, la mejor. Una imagen honorable. Quien lucha por sus hijos y porque sus acciones nunca los avergüencen, es menos manipulable.

La trascendencia, la dignidad y el honor nos hacen molestos para los dictadorzuelos, porque no hay precio que pague la venta de esas tres divisas.

Y por eso, quienes quieren transformarnos en esclavos, en sometidos, están tratando de destruir a Dios, a la patria y a la familia. Dejarnos sin sustrato y sin suelo donde afianzarnos. Y nuestra esperanza son esas personas libres, que tienen claro lo que es bueno, que saben que si la muerte no es el final, la traición a los principios sí es el final de algo. Esos españoles que quieren mantener el honor para que su familia, o el cuerpo al que pertenecen, no se avergüence nunca de ellos, y que mantienen la dignidad de ser parte de una tierra que no claudica. Y podemos ser todos y cada uno de nosotros.

Porque la defensa de lo que somos, Dios, patria y familia, libertad, justicia y valores, se componen de mil gestos heroicos y valientes de quienes tienen la dignidad como guía, el honor como divisa, la muerte como un trámite. La vida para engrandecer lo que nos legaron.

Gracias, Guardia Civil.

La muerte no es el final. Todo por la Patria. El honor es mi divisa.

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