Es comprensible que muchos estadounidenses piensen que una parte significativa de sus conciudadanos estadounidenses se han vuelto locos de remate. Pero en realidad, no es así. No hay más marxistas radicales en Estados Unidos que los que había hace 6 meses. Quienes enarbolan las falsas banderas de Antifa, BlackLivesMatter o grupos similares son una pequeñísima minoría bien financiada y promovida por un sector totalmente decidido a emplear cualquier medio para sacar a Donald Trump de la Casa Blanca.
Estos alborotadores han podido desplegar su acción por todo el país gracias al apoyo de los partidarios del ala Bernie Sanders del Partido Demócrata y sus numerosos aliados en Silicon Valley, en los medios de comunicación y en el mundo académico. A falta de un candidato creíble, los izquierdistas han recurrido a una estrategia de causar tanto caos político y desorden social como sea posible. ¿Alguien puede pensar con sinceridad que Joe Biden es capaz de ser presidente de Estados Unidos? Y sólo suspenderán su bien orquestada «revolución», si y solo si, los ponen nuevamente en el poder.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Trump ganó en el 2016 gracias al dominio que ejerció sobre la cobertura mediática. Organizó docenas y docenas de bulliciosas manifestaciones políticas cuyo tamaño y fervor no tenían precedentes en la política estadounidense. Al mismo tiempo, envió un aluvión constante de tweets, instalándose en las mentes de decenas de millones de votantes estadounidenses de manera gratuita. No habría por qué pensar que Trump cambie este enfoque para las próximas elecciones. Además porque ahora cuenta con el doble de seguidores en Twitter, planes de eventos masivos aún más grandes y el respaldo de un largo registro de logros pro vida y otros tantos por venir.
Cualquiera que piense que los disturbios nacionales han estallado espontáneamente debido a un solo caso de brutalidad policial en Minneapolis es bastante ingenuo
Los manejadores de Biden saben que no pueden competir en ninguno de estos frentes. El exvicepresidente es tan emocionante como un balde donde se lanza escupitajos, para parafrasear una célebre frase de John Nance Garner describiendo la intrascendencia de un vicepresidente. Biden no genera el suficiente entusiasmo como para llenar un auditorio de secundaria, mucho menos un gran estadio. De ponerlo en campaña, corren el riesgo de que vuelva a empezar a llamar a la gente «soldados pony cara de perro» o, peor aún, de que diga incoherencias en medio de uno de sus discursos de siete minutos. La única manera de mantener a Biden en carrera es tenerlo en un sótano bajo llave, pero corriendo el riesgo de simplemente hacerlo desaparecer por completo del radar público.
Lo que los estrategas del Partido Demócrata han elegido es sentarse y ver cómo el ala radical de su partido desata su tormenta en Estados Unidos. Quieren crear la impresión de que el país está al borde de una revolución violenta. Quieren que el pueblo estadounidense se sienta amenazado y vulnerable. Cualquiera que piense que los disturbios nacionales han estallado espontáneamente debido a un solo caso de brutalidad policial en Minneapolis es bastante ingenuo. Durante los últimos años, organizaciones radicales bien financiadas como Antifa se han estado organizando sólo para este momento.
Considere los comentarios que han hecho los parlamentarios demócratas, o mejor dicho que no han hecho, sobre la izquierda destruyendo estatuas de héroes estadounidenses. Nancy Pelosi, la demócrata de más alto rango en el Congreso, no se ha tomado muchas molestias para ocultar su apoyo a tal anarquía. Cuando se le preguntó sobre la destrucción de estatuas de figuras históricas como Cristóbal Colón y San Junípero Serra, respondió: «No me importan mucho las estatuas». Cuando la presionaron a responder, ella simplemente sonrió y dijo: «La gente hará lo que siempre hace”.
Actualmente derribar estatuas y quemar iglesias es una manera muy efectiva de generar toneladas de espacios en medios de comunicación. El mismo día que Trump emitió una orden ejecutiva para ayudar a los hispanoamericanos, los incendiarios quemaron la histórica Iglesia de la Misión de San Gabriel en San Gabriel, California. ¿Cuál cree Usted que tuvo mayor cobertura?
Al patrocinar un verano de furia, los izquierdistas que apoyan al Partido Demócrata ya han cambiado los términos del debate político nacional. En los meses previos a una elección normal, los estadounidenses se preguntarían «¿Quién es el mejor candidato para presidente?». En cambio, ahora la gente está más preocupada por elegir a alguien que pueda salvar al país de la violencia y el caos.
Quizás también pueda ser que los demócratas ya estén preparados para el fracaso. Porque a fin de cuentas, ¿la actual anarquía y desorden no inclinará a que los estadounidenses se apresuren a reelegir a quien viene defendiendo la ley y el orden?
Si esto fuera tan solo un episodio de disturbios, tal vez podría pensarse que se debe a que ya dieron por perdidas las elecciones. Pero el ritmo continuo de las historias de tiendas saqueadas, policías asesinados y estatuas derribadas es profundamente inquietante para nuestra psique nacional y hace pensar en un ciclo más largo.
Para muchos estadounidenses mayores, parece que su mundo -el país en el que crecieron- se está desmoronando sobre ellos junto con las estatuas de sus héroes. Están cada vez más aterrorizados con los horrores que podrían seguir. Y al menos algunos de los votantes de Donald Trump están cada vez más impacientes y esperan que ponga mano firme. Es el presidente y el comandante en jefe, dicen. ¿Por qué no hace algo para detener la locura?
Pero los demócratas no cosecharán beneficios políticos de los actuales disturbios hasta que un par de piezas más de su estrategia política caigan en su lugar.
Primero, los radicales deben mantener los disturbios hasta las elecciones de noviembre. Si las cosas se calman antes, Trump obtendrá el crédito por el cambio.
Segundo, tienen que convencer al pueblo estadounidense de que el supuesto «racismo» y la «supremacía blanca» de Trump son lo que está impulsando las protestas. El bueno de Joe Biden sólo será visto como salvador capaz de restaurar la calma a Estados Unidos si él y los demócratas en general no están directamente vinculados al caos actual. Si el pueblo estadounidense se da cuenta de que los disturbios y la destrucción fueron ayudados e instigados por izquierdistas que apoyan al Partido Demócrata, se acabó el juego y las elecciones de noviembre ya tendrían ganador fijo.
El malestar presente no es sobre la raza y nunca lo ha sido. Se trata de aterrorizar y traumatizar tanto al pueblo estadounidense, que estén desesperados y piensen que Joe Biden puede salvarlos
Evitar que el pueblo estadounidense ate cabos y se dé cuenta de lo que viene pasando no es tan fácil como puede sonar. Después de todo, fue el propio personal de campaña del candidato presidencial demócrata el que contribuyó con dinero de la fianza a los alborotadores arrestados de Minneapolis, permitiéndoles volver a las calles para amotinarse de nuevo. Agregue a esto los comentarios de funcionarios demócratas como la congresista Ilhan Omar, una refugiada del fallido país de Somalia, que habló abiertamente de usar una bola de demolición para destruir las instituciones estadounidenses. ¿No es acaso como los silbidos que se usan para instar a una jauría de perros, pero dirigidos a la base radical del partido para seguir quemando edificios?
Sin embargo, con la ayuda de los grandes consorcios de medios de comunicación, del mundo académico y de los gigantes de las redes sociales, hay una gran posibilidad de que los izquierdistas que apoyan al Partido Demócrata puedan mantener sus lazos radicales en secreto el tiempo suficiente para que el partido vuelva al poder. ¿Cuántas historias en los principales medios de comunicación han rastreado a Antifa hasta sus raíces comunistas, han revelado la ideología marxista de los fundadores de Black Lives Matter, o han rastreado su relación financiera con las campañas de George Soros y el Partido Demócrata? ¿Cuántas publicaciones en redes sociales han sido bloqueadas para mantener los orígenes de estos grupos ocultos al público en general? ¿Con qué frecuencia estamos siendo sometidos a interminables discusiones sin sentido de «racismo» y «privilegio blanco» por actores de Hollywood y académicos?
El presidente Trump dejó claro en su magnífico discurso en el Monte Rushmore que entiende el sueño americano mejor que cualquier presidente desde Ronald Reagan. También entiende, estoy seguro, que su oposición política ha avivado las llamas de nuestra actual conflagración nacional en un esfuerzo deliberado por no perder las elecciones de noviembre.
Cada americano necesita entender esto también. El malestar presente no es sobre la raza y nunca lo ha sido. Se trata de aterrorizar y traumatizar tanto al pueblo estadounidense, que estén desesperados y piensen que Joe Biden puede salvarlos.
Eso sería como pedirle ayuda a un pirómano para apagar un incendio que él mismo empezó.