El 40º presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan.
El 40º presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan.

Hace ya unos días, el gobernador republicano de Arkansas, Asa Hurchinson, cometió un acto de verdadera perfidia al vetar el proyecto de ley del legislativo del estado –es decir, del pueblo- que prohibía que fuera lícito mutilar y hormonar a niños porque sus padres querían que se convirtieran en transexuales. Por suerte, la Asamblea de Arkansas pudo deshacer el veto y la ley entró en vigor. El señor Hurchinson, demostró que le importaba más lo que quisieran sus donantes que lo que quisieran sus votantes. Para saber el por qué de esto, el presentador nocturno de la FOX, Tucker Carlson, le invitó a su programa para que diera explicaciones. Su defensa fue que él era un “conservador de Reagan” defensor del “gobierno limitado” y que creía que no podía coartar la “libertad individual”. La cara de Tucker, era, hablando en castizo, un auténtico poema.

Hurchinson forma parte de lo que muchos norteamericanos han calificado como “Conservatism Inc.”. Vamos, la forma de actuar de los políticos republicanos desde la Era Reagan. Consiste en lo siguiente: los grandes conglomerados financieros y los contratistas armamentísticos financian las campañas de políticos republicanos y think tanks “conservadores” que te convencen de lo bueno del liberalismo económico irrestricto y de la necesidad de difundir la democracia liberal por las armas.

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Estos políticos se presentan ante la población de la llamada “América Profunda” vestidos con una camisa de leñador y participando en la lectura bíblica de la Iglesia Evangélica del lugar. Les prometen que van a luchar contra el socialismo y van a dar la guerra cultural.

Luego, llegan a Washington como congresistas o senadores. En materia cultural, no hacen absolutamente nada durante su mandato. Ni lo intentan. Eso sí, se encargan de votar a favor de aumentar el presupuesto militar y de reducir los impuestos a las ganancias de capital e incrementar el número de exenciones fiscales a las grandes empresas. Los donantes ya han sido compensados.

Sí, Reagan llevó de vuelta al poder al Partido Republicano, pero despenalizó el aborto y legalizó el divorcio express cuando era gobernador de California y nada hizo por el conservadurismo social

En la agenda conservadora no se ha avanzado nada pero hay gente que les sigue votando porque los demócratas son peores aún. Con la excusa de que bajando los impuestos a los megarricos toda la economía va a ir genial –ya sabes, economía del goteo-, estás subsidiando indirectamente a aquellos que van a financiar y promover todas las reversiones antropológicas progresistas y “emancipadoras” que hoy padecemos.

Esto, como es natural, ya está hartando a una base republicana que no se siente representada. Tanto es así que están incluso cuestionando a la figura de Ronald Reagan. Ese Buda o Zoroastro del conservadurismo norteamericano que te dice que tienes que hacer ante cualquier situación: “mercados libres, presupuestos equilibrados –que él desequilibró bastante- y menos Gobierno Federal”. Sí, Reagan llevó de vuelta al poder al Partido Republicano, pero despenalizó el aborto y legalizó el divorcio express cuando era gobernador de California y nada hizo por el conservadurismo social como presidente. Sí, fue esencial para derrotar a la URSS, pero estaba a favor de difundir la democracia a través de la fuerza y dio impulso a la moda de las “guerras interminables” por medio mundo que vinieron después.

Sí, recuperó el orgullo nacional en los 80 pero realizó una gran amnistía de inmigrantes ilegales y era favorable a una política migratoria de fronteras abiertas. Sí, la economía fue por lo general bien pero mucho mejor para los de arriba que para los del medio y los de abajo. Con él, se crearon las bases de la globalización desenfrenada que ha venido tras su mandato, se firmaron acuerdos de libre comercio que fomentaron la deslocalización y la desindustrialización, amén de que quería que el NAFTA fuera un preámbulo de la futura unión política de Canadá, Estados Unidos y México.

En definitiva, Reagan fue un liberal clásico nada contrario ni a la globalización ni a lo que luego se ha llamado “globalismo”. El marco mental del Reaganismo no solo ya no resulta útil sino que, en verdad, es contrario tanto a las prioridades de los conservadores como a las del hombre común.

Dicotomías como la de “individuo- sociedad”, “mercado- Estado” o “público- privado” ya no tienen razón de ser si es que, alguna vez, la tuvieron. En Occidente, quien tiene el poder es una élite político-económico- académica que quiere una “aldea global” donde impere la ideología liberal- progresista y se cree un clima que les permita ganar poder, dinero e influencia.

Por ello, lo que más les interesa es que existan dos tipos de lados políticos en nuestros países. Por un lado, una derecha liberal conservadora o la vieja democracia cristiana devenida en tecnocracia que se encargara de “liberar” económicamente a la gente, nunca irá hasta el final –o dejará de lado- las luchas culturales y les garantizará el beneficio económico constante.

Ni Google, ni Netflix, ni el CEO de tal o cual banca de inversión es un “rojo peligroso”. Esto, más bien, es la expresión más reciente de la última de las religiones políticas que nos ha dado la modernidad. La única que sobrevive triunfante: el liberalismo

Por otro lado, partidos de izquierda que promoverán políticas culturales de “apertura” y “emancipación” de aquellos rasgos y convenciones comunitarias que impiden la “expresión plena de la individualidad” ya sea de manera solitaria o subsumida en la tribu urbana, de la raza o el género. En lo económico, aunque sean como socialdemócratas radicales, ellos podrán seguir ganando dinero y cuota de mercado. El que lo pasará mal será el pequeño empresario o el que no trabaje en algo que le guste a esa secularización del Paráclito llamado “mercado”. La derecha, te ofrece la “apertura” económica. La “izquierda”, la cultural. Mientras, tanto el Estado como estos conglomerados multinacionales se encargan de imponer socialmente su hombre nuevo, el Zoón Hedonikón. El consumista perfecto que renuncia a su libertad de espíritu para abrazar el placer inmediato y el consumo constante.

Todo esto no es ni marxismo, ni comunismo, ni socialismo. Ese es el error de gran parte de la derecha. Utilizar la forma de ver el mundo de los 80 y 90 en el presente. Ni Google, ni Netflix, ni el CEO de tal o cual banca de inversión es un “rojo peligroso”. Esto, más bien, es la expresión más reciente de la última de las religiones políticas que nos ha dado la modernidad. La única que sobrevive triunfante: el liberalismo. Evidentemente, no es algo homogéneo pero tanto el liberal clásico, como el socioliberal como el progresista de Nueva Izquierda ponen por encima de todo la libre expresión de la individualidad –repito, ya sea de manera individualista o tribalista- , la “Sociedad Abierta” y el debilitamiento de todos aquellos vínculos no materiales que hacen comunidad. Esas diferencias se acaban fusionando en un todo y el Hombre de Davos sabe en qué tecla debe ir tocando. Por suerte, hay mucha gente con sentido común que está resistiendo a esto. Siguiendo con el caso norteamericano, conservadores de base que están organizándose para poner a verdaderos conservadores y patriotas en el Congreso. Gente que sí les represente. La única manera de salvar la democracia es desliberalizándola en nuestro favor.

Mucho se repite que la izquierda está obsesionada con la Guerra Civil. Lo cual, es cierto. Pero pasa algo parecido con una derecha que ve “rojos” e intentos de revoluciones proletarias por todas partes

En España, como casi siempre desde que entramos de lleno en la modernidad política, vamos retrasados. No soy un krausista así que, como es natural, diré que esto muchas veces es bueno. Pero nuestra cultura política sigue anclada en la época anterior a 2008. El mes que viene hay elecciones en Madrid. Pues bien, aquí seguimos con la sonata de siempre. Con lemas como “Comunismo o Libertad”. Con una derecha española que no es capaz de distinguir entre la percepción de cada cual y el ser. Yo me puedo decir anarcosindicalista, pero si lo que defiendo no tiene que ver nada con el anarcosindicalismo, no soy anarcosindicalista. Es simple.

En España la derecha es o liberal, o nostálgica de las familias políticas del 18 de Julio. Nada ha cambiado en ella desde la muerte del General Franco y la Transición. Mucho se repite que la izquierda está obsesionada con la Guerra Civil. Lo cual, es cierto. Pero pasa algo parecido con una derecha que ve “rojos” e intentos de revoluciones proletarias por todas partes. Y de las dinámicas de nuestra derecha mediática es difícil salir. Se está muy pero que muy cómodo: “¡qué vienen los rojos!”. ¡Qué va! Quienes vienen son los enemigos de la cultura. Los sofistas a los que Sócrates se enfrentó, portando cada uno distintas máscaras que dan coherencia a la tragedia.

En países como EE. UU. ya se están organizando aprovechando la ventana que supuso el trumpismo. En países como Hungría y la “Democracia Iliberal” de Viktor Orban, también. Defensa de nuestra identidad y de nuestras fronteras nacionales, de una economía más justa al servicio de familias y comunidades fuertes, de una sociedad ordenada al Bien Común y de una democracia más real, participativa y respetuosa con el principio de subsidiariedad.

Aquí, en España, estamos a otras cosas: en nuestros viejos maniqueísmos cainitas sin ofrecer una alternativa unificadora del país capaz de superar las caducas divisiones entre derecha, izquierda, centro o como prefiera cada uno. Quizás… Algún día…

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