
Si durante más de cuatro años los progres han repetido hasta la saciedad que Donald Trump no era su presidente, por machista, por tener menos votos que Hillary Clinton y por ser un títere de Moscú, espero que yo pueda mostrar mi extrañeza por la victoria de Joe Biden el 3 de noviembre.
Un candidato que no hizo campaña, que no reunía ni a unos cincuenta asistentes a sus escasos mítines, un político conectado a la maquinaria política desde los treinta años de edad, un sobón y un corrupto, recibió el voto de 81 millones ciudadanos. La mayor cantidad de papeletas nunca obtenidas por un candidato.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraDesde que en 1940 Franklin D. Roosevelt recibió en su segunda reelección menos votos que en la anterior de 1936, no le ocurrió lo mismo a ningún otro presidente reelecto salvo Barack Obama, que perdió 3,5 millones de papeletas en 2012 respecto a 2008. En cambio Trump ganó once millones, un 17% más. Y el anciano Biden, ¿ha superado a Trump, a Obama y a Hillary Clinton? Pues me cuesta mucho creerlo, sobre todo cuando las autoridades gubernamentales de varios estados decisivos (Pensilvania, Michigan, Wisconsin, Carolina del Norte, Georgia…) suspendieron el recuento por unas horas, para que descansasen los empleados y al reanudarse, Biden, que iba detrás de Trump, le superó en todos.
Me sigue asombrando que Joe Biden, sin hacer campaña, obtuviera más votos que Trump, o que Barack Obama
Sin embargo, Trump y su equipo no han sabido demostrar el fraude electoral. El último intento del presidente para darle la vuelta a la elección era la sesión conjunta del Congreso en que se abrirían las plicas enviadas por los estados con los votos de los electores, se sumarían éstos y se proclamarían al presidente y al vicepresidente para los próximos cuatro años. Numerosos diputados y senadores habían anunciado que impugnarían los resultados y reclamarían una auditoría.
Este plan se desmoronó con la sorprendente irrupción de unas docenas de esperpénticos trumpistas en uno de los edificios más protegidos del mundo, vigilado por una policía controlada por los políticos demócratas de la ciudad y del Capitolio.
Ya habrá tiempo de reflexionar sobre los datos que vayan apareciendo y de recordar otros asaltos cometidos por las izquierdas al Congreso estadounidense… y al español (“Rodea el Congreso”, “Investidura ilegítima”, “Golpe de la mafia”, “Lo llaman democracia y no lo es”). Pero para este artículo partamos de un hecho ya innegable: Trump dejará la presidencia el 20 de enero próximo. Por tanto, debería pensar en su despedida y la ocasión es su último discurso a la nación.
Eisenhower denunció en su despedida un complejo militar-industrial. Hoy ese poder oculto es mucho mayor
Mi recomendación es el pronunciado por el también republicano Dwight Eisenhower (1953-1961) el 17 de enero de 1961, en el que alertó sobre una amenaza para la democracia: el complejo militar-industrial.

“En los departamentos del gobierno, debemos estar en guardia ante la adquisición de influencia injustificada, sea o no buscada, por parte del complejo militar-industrial. El riesgo para un aumento funesto de este poder inadecuado existe y persistirá. Nunca debemos permitir que el peso de esta combinación ponga en peligro nuestras libertades o procesos democráticos. No debemos dar nada por garantizado. Solo una ciudadanía alerta e informada puede obligar al encaje correcto de la enorme maquinaria de defensa industrial y militar con nuestros métodos y objetivos pacíficos, de modo que la seguridad y la libertad puedan prosperar juntas.”
Una advertencia muy adecuada sobre los poderes ocultos que manipulan la democracia o al Gobierno que se recordó cuando en los años posteriores se produjeron acontecimientos como los asesinatos de Jack y Bobby Kennedy y del reverendo Martin Luther King y la continuación de la guerra de Vietnam, ésa que comenzaron dos presidentes demócratas, Kennedy y Johnson, y terminó el republicano Nixon.
Trump debería denunciar el ‘Estado profundo’ que ha boicoteado su presidencia y tiene al Partido Comunista Chino como socio y modelo
No es una ensoñación afirmar la existencia de ‘Estado profundo’ que ha conspirado contra Trump. La confirmó el New York Times, cuando publicó en 2018 una tribuna anónima de un individuo que decía ser parte del gobierno de Trump, a la vez que lo saboteaba.
Trump debería recordar sus logros, que le convierten en el mejor presidente desde Ronald Reagan, como la no intervención de EE. UU. en nuevas guerras, a diferencia de Clinton y Obama; el aumento del empleo y los salarios de la clase trabajadora; el combate contra la hegemonía cultural de la izquierda; y la promoción de la vida. Y a continuación señalar a ese ‘Estado profundo’ que trata de decidir lo que debemos pensar y quién puede gobernar: el Hollywood de Weinstein, las ‘big tech’, las familias y bandas que controlan los dos partidos, los plutócratas que hacen negocios con China y la proponen como modelo social, los medios de comunicación que se comportan como perros de presa de sus amos…
Un discurso con este contenido y pronunciado por la clara voz de Trump le reivindicaría ante sus compatriotas y sería una acusación permanente contra Joe Biden y su sucesora Kamala Harris. Aunque quizás los directivos de las televisiones, Facebook y Twitter decidiesen que los ciudadanos no deben escuchar semejantes ideas que alteran el mensaje monocorde de que ahora brilla el sol de la multiculturalidad y cortasen la transmisión.