Después de tres años de obras y una inversión de 500 millones de dólares, el millonario Steve Green, dueño y socio principal de Hobby Lobby, ha conseguido inaugurar en Washington, el mayor museo del mundo dedicado a la Biblia.
Green, junto con otros empresarios evangélicos abrieron este museo que pretende «educar sobre qué es la Biblia y cómo influye«, rechazando las críticas según las cuales la intención de este nuevo museo es evangelizar.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraMike Pence, vicepresidente del Gobierno de Donald Trump, fue invitado a la inauguración del nuevo centro que está a sólo dos manzanas al sur del National Mall, sede del Capitolio de los Estados Unidos.
Steve Green es también conocido porque en 2013 su compañía protagonizó un caso histórico contra el Gobierno de Obama, cuando la Corte Suprema falló en su favor y decretó que las compañías cuyos dueños son religiosos no están obligadas a pagarles los anticonceptivos a sus empleadas bajo la nueva ley de salud, el famoso Obamacare.
Un hito histórico en defensa de la libertad religiosa y de la objeción de conciencia, que Green abanderó con su litigio frente al anterior presidente de EEUU.
El Tribunal Supremo decretó que las compañías con dueños religiosos no deben pagar los anticonceptivos a las empleadas por el Obamacare
El edificio cuenta con 40.000 metros cuadrados repartidos en ocho plantas y albergará más de 3.000 objetos en su exposición permanente, entre ellos más de 1.200 biblias y manuscritos únicos.
Alguna de las curiosidades son una Biblia que perteneció a Elvis Presley y una enorme colección de ejemplares de la Torá, el libro sagrado para los judíos que se corresponde con el Antiguo Testamento. Se trata de la colección privada de ejemplares de la Torá más grande del mundo.
También tiene uno de los pocos ejemplares que existen de la Biblia inmoral, también conocida como la Biblia de los pecadores o Biblia de los adúlteros, que data de 1631. Se trata de una Biblia publicada en Londres que cometió un error crucial: se comió el “no” del séptimo mandamiento, el de “no cometerás adulterio”.
El Rey Carlos I montó en cólera, multó a los editores, les quitó la licencia y ordenó quemar todos los ejemplares, pero se salvaron alrededor de una decena por las que se han pagado cifras de infarto en subastas.