Bandera de la china comunista fundida con coronavirus.
Bandera de la china comunista fundida con coronavirus.

David Asher, exjefe del Departamento de Estado de EE.UU., ha investigado el origen del COVID-19 y cree que el virus no solo salió del Instituto de Virología de Wuhan, sino que fue el resultado de un estudio de armas biológicas.

“El Instituto de Virología de Wuhan no es el Instituto Nacional de Salud”, afirmó Asher. “Trabajaban un programa de secreto clasificado. En mi opinión, era un programa de armas biológicas”.

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Esta afirmación categórica es una acusación muy fuerte, debido a los millones de muertes producidas por el coronavirus, sin mencionar los trillones de dólares en daños económicos producto de los sucesivos confinamientos en casa.

Una creciente cantidad de evidencia apunta a que Asher está en lo cierto. Aquí algunos datos clave:

China tiene un programa de armas biológicas: Beijing se unió a la Convención de Armas Biológicas en 1984 pero acabaron incumpliéndolo, como casi todos los tratados internacionales que China ha firmado.

Desde 2007, investigadores del Gobierno Chino han estado escribiendo públicamente sobre el desarrollo de armas biológicas, usando investigaciones controvertidas como las de “ganancia de función” para hacer el virus mucho más letal.

De hecho, el expresidente de la Universidad Nacional de Defensa China escribió en el libro War’s New High Ground que la biotecnología permitiría el desarrollo de “patógenos modificados genéticamente que se dirigen a etnias específicas”.

Ese mismo año, como señala Asher, el principal comentador de la televisión estatal china reveló que la guerra biológica usando virus era una nueva prioridad para la política de seguridad nacional de Xi Jinping.

Chen Wei, jefa del programa de investigación de armas biológicas y General del Ejército Popular de Liberación, viajó rápidamente a Wuhan para encargarse del asunto. ¿Por qué?

El laboratorio de Wuhan se encargó del estudio de armas biológicas: el Departamento de Estado de EE.UU., bajo la dirección de Mike Pompeo, concluyó que el Instituto de Virología de Wuhan, el más avanzado de China, “se había dedicado al estudio clasificado, incluyendo experimentos en laboratorio con animales, bajo órdenes del ejército chino, por lo menos desde 2017”.

El primer grupo de casos ocurrió entre el personal de laboratorio de Wuhan en otoño de 2019, informa Asher. Chen Wei, jefa del programa de investigación de armas biológicas y General del Ejército Popular de Liberación, viajó rápidamente a Wuhan para encargarse del asunto. ¿Por qué? No es descabellado pensar que uno de los patógenos del General Chen se había escapado del laboratorio.

El nuevo coronavirus no provino de la naturaleza: Durante el pasado año, Beijing ha contado una historia tras otra sobre el origen del coronavirus. Hemos escuchado historias sobre murciélagos, pangolines, cuevas y mercados con humedad. Las autoridades chinas incluso han culpado al ejército de EE. UU. por llevar el virus a Wuhan. Muchos científicos occidentales aceptaron inicialmente las explicaciones ofrecidas por colegas chinos, las cuales quedaron desacreditadas al conocerse los que tenían estrechos vínculos laborales entre ellos.

Toda esta narrativa es un intento para oscurecer lo obvio: el virus chino no tiene analogía en la naturaleza.

El informante chino, Dr. Yan Li-Meng, quien huyó de China en abril pasado, fue el primero en señalar que el primo más cercano del virus es un coronavirus de murciélago originalmente aislado por el Ejército Popular de Liberación, pero modificado para hacerlo mucho más infeccioso. La teoría del origen en laboratorio ha recibido apoyo de otros científicos, incluido el Dr. Steven Quay, quien enseñó en la Facultad de Medicina de Stanford y concluyó, “más allá de las dudas razonables”, que el virus no proviene de la naturaleza sino que es “un producto de laboratorio”.

¿Cómo? Resulta que el coronavirus se abre paso entre las células humanas usando una herramienta especial llamada furin cleavage site (lugar de fisura de furina).

Un reciente estudio científico muestra que, de los 1.000 coronavirus existentes en la naturaleza que más se parecen al coronavirus que ocasionó el COVID-19, ninguno de estos poseía una capacidad similar al “sitio de fisura de furina”.

Esto sugiere que esta especial herramienta no es producto de una evolución natural, sino que esta cualidad letal le fue insertada.

Incluso el director del Centro de Control de Enfermedades de EE.UU., Robert Redfield, dijo el mes pasado que creía que el coronavirus se filtró del laboratorio, argumentando que su rápida transmisión no tiene ninguna “analogía biológica”.

¿Por qué recién está saliendo a la luz el origen de laboratorio del coronavirus? China ha realizado un masivo encubrimiento durante los últimos 15 meses, y ha contado con la complicidad de muchos. Funcionarios de la Organización Mundial de la Salud han minimizado constantemente la posibilidad de que provenga de un laboratorio.

Recién en enero pasado, se le permitió a una delegación de la OMS visitar Wuhan, pero bien pudieron haberse quedado en casa. Como comentó Jamie Metz, del grupo de expertos de The Atlantic Council con sede en Washington, “no sólo no fue una investigación real, sino más bien fue parecido a un viaje de estudios de dos semanas con un acompañante que les brindó información sesgada”.

Aquellos de este lado del Pacífico que financiaban el laboratorio de Wuhan, como el presidente de la EcoHealth Alliance, Peter Daszak, también estaban ansiosos por descartar la teoría del origen de laboratorio. Curiosamente, Daszak fue el único estadounidense del equipo investigador de la OMS.

En otras palabras, un numeroso grupo de personas ha estado actuando como si tuvieran algo que ocultar.

En la ley, esto se llama “consciencia de culpa”. Equivalente a salir corriendo por la puerta trasera de tu casa cuando la policía está en la puerta delantera. En el caso de China, cerrando el laboratorio, destruyendo evidencia y culpando a inocentes murciélagos.

Este comportamiento debería despertar las sospechas de todos.

Por supuesto, nada de lo anterior constituye una prueba absoluta, férrea e irrefutable de que el coronavirus fue un arma biológica desarrollada en el laboratorio de Wuhan. Pero todo parece apuntar en esa dirección.

Steven W. Mosher es autor de “Bully of Asia: Why China’s ‘Dream’ is the New Threat to World Order.”

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