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El estado de alarma, patente de corso contra los medios de comunicación y la Iglesia

El jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, general José Manuel Santiago. /EFE

El jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, general José Manuel Santiago. /EFE

Los 45 millones de españoles no somos los únicos que llevamos cinco semanas confinados, también parece estar bajo arresto domiciliario la propia democracia española, como explica certeramente Ignacio Camacho. Nuestros gobernantes están sucumbiendo a la tentación totalitaria de lo que David Runciman llama el “autoritarismo pragmático”, como cuenta en el libro Así termina la democracia. Con la excusa de la epidemia y la complicidad del clima de pánico, que paraliza al ciudadano medio, están poniendo en jaque derechos y libertades fundamentales, desactivando los contrapesos del poder legislativo y los medios de comunicación, ocupando los resortes de poder y preparando el terreno para perpetuarse en el mismo. 

En eso consiste la involución autoritaria a la que estamos asistiendo, casi sin darnos cuenta. La fachada de España sigue siendo una democracia, pero por dentro… es otra cosa. Sin necesidad de llegar al cambio de régimen, mantra de Pablo Iglesias, que ha aprovechado el 89 aniversario del 14 de abril para hacer apología de la República y de los “valores republicanos”, socialistas y podemitas han lanzado una ofensiva contra dos libertades medulares del Estado de derecho: la de información y la religiosa

Tiene un aroma dictatorial que el  jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil diga que perseguirá las noticias falsas en internet para «minimizar el clima contrario a la gestión del Gobierno»

Nadie hubiera podido imaginar cuando la democracia echó a andar en España, con la Transición, que algún día volvería la censura. Pero ya lo ha hecho, de la mano del Gobierno Sánchez y del ministro Marlaska. Ha lanzado una cruzada para luchar contra los bulos y las fakenews a fin de “salvar vidas”. Es la excusa típica de los regímenes autoritarios: la lucha contra el bulo… cuando no les agrada lo que se publica sobre ellos; un pretexto para amordazar a la prensa y poner límites a la libertad de expresión. Sin críticas a un Gobierno no hay democracia, lo que hay es 

dictadura: Irán, Cuba,Venezuela… eso es lo que hay. Tiene gracia, además, que eso lo diga un Gobierno cuya información sobre el coronavirus ha sido sesgada y contradictoria; y que apelen a la “salvación de vidas” unos señores que han puesto en peligro las de millones de españoles con su errática e irresponsable actuación ante la epidemia. Como si los que han provocado la muerte de más de 20.000 personas fueran los medios de comunicación o los blogueros… 

Tiene un aroma trasnochado y dictatorial que el jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil diga que las Fuerzas de Seguridad del Estado perseguirán las noticias falsas en internet para «minimizar ese clima contrario a la gestión del Gobierno». Imaginemos por un momento qué pasaría si eso mismo lo hubiera dicho un general de tricornio, con un gobierno de derecha… Pero lo dice un uniformado por orden del ministro Marlaska y aquí no pasa nada. 

Lo peor es la arrogancia con la que el Gobierno mete en el saco autoritario todos lo resortes de poder, y los usa como su coto particular: RTVE, el CIS de Tezanos, la fiscalía, y ahora la Guardia Civil. 

Lo que parece pretender el Ministerio de la Verdad, aprovechando el clima de excepción (y miedo) de la epidemia, es imponer el pensamiento único, y al que se atreva a discrepar o criticar al Gobierno se le pone el sambenito de enemigo público. En el macarthysmo, hubiera sido acusado de “actividades antiamericanas”. Sánchez y Marlaska deberían recordar lo de Walter Lippmann “Si todos piensan igual, quiere decir que nadie está pensando”. Aunque, visto lo visto, quizá es eso lo que pretenden.

Otra libertad medular de la democracia es la religiosa (art. 16 de la Constitución). Pero ya hemos visto el caso que el Gobierno hace de la Carta Magna cuando interrumpe celebraciones religiosas, con la excusa del estado de alarma. El Real Decreto que lo declara (art. 11) señala que “la asistencia a los lugares de culto (…) se condicionan a la adopción de medidas organizativas consistentes en evitar aglomeraciones de personas, en función de las dimensiones y características de los lugares, de tal manera que se garantice a los asistentes la posibilidad de respetar la distancia entre ellos de, al menos, un metro”. 

La catedral de Granada, en la que irrumpieron agentes de la Policía Nacional el pasado Viernes Santo, tiene un aforo superior a las 1.000 personas, y en la ceremonia que interrumpieron no había más de 20 fieles, repartidos por los bancos. Razón por la que Abogados Cristianos ha presentado una querella en el Supremo contra el ministro Marlaska. La asociación considera que el Gobierno “está aprovechando el estado de alarma para imponer una dictadura anticristiana». 

No hay que olvidar que el Ejecutivo social-podemita tiene en el cajón un guión laicista contra la Iglesia católica, a la que tiene en el punto de mira. No en vano ya lanzó en su momento una ofensiva sobre la titularidad de los templos y catedrales; y Sánchez ha dejado claro que quiere «derogar los acuerdos con la Santa Sede» y que su partido sea la «referencia» de la laicidad en España.

La crisis del coronavirus y su clima de miedo, excepcionalidad e incertidumbre, ha sido el escenario propicio para que el alien marxista se manifieste

No es la primera vez que el PSOE lleva dentro de su organismo el virus del comunismo. Históricamente, el sector moderado y socialdemócrata del partido ha cedido al sector más radical (como el de Largo Caballero en la II República); o incluso se ha convertido en títere del totalitarismo (como ocurrió con Negrín, manejado a su antojo por el estalinismo durante la Guerra Civil). 

La alianza de Sánchez con Iglesias ha servido para que el patógeno marxista y bolivariano se instale cómodamente en el Gobierno, y con sólo la mitad de votos que el PSOE y sólo cuatro ministerios, esté manejando los hilos ideológicos. Sus maniobras liberticidas demuestran quiénes son lo que cortan el bacalao. 

La crisis del coronavirus y su clima de miedo, excepcionalidad e incertidumbre, ha sido el escenario propicio para que el alien marxista se manifieste y haga su aparición saliendo del huevo del Gobierno. Pedro (Sánchez) ha demostrado ser un títere interesado de Pablo (Iglesias) y su comportamiento es el de escudero ideológico de la deriva a la que el alien podemita está llevando a España. 

Y en esta peligrosa encrucijada ¿qué hace la oposición? Eso es lo que me gustaría saber ¿Qué hace?

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