Con motivo de la crisis migratoria originada estos últimos días en los territorios españoles del continente africano, han surgido no pocos debates sobre la capacitación de los ministros españoles para hacer frente a conflictos de considerables magnitudes. El ofrecer atención sanitaria al líder del Frente Polisario por motivos humanitarios, podría ser comprensible, dada la proximidad y alta calidad de los hospitales españoles, en comparación con las instalaciones sanitarias argelinas, pero el no estar preparado para las previsibles represalias por parte de Marruecos, no.
Esta nueva “dejadez” por parte del Gobierno de Sánchez, no ha hecho sino evidenciar la falta de preparación entre los altos cargos que dirigen este país. Muchos lo achacan a ausencias en el partido gobernante, aunque resulta difícil mantener que no haya socialistas perfectamente cualificados para ostentar estos cargos (aunque no lo hagan desde el enfoque que a muchos nos gustaría). Otros dicen que se trata de una estrategia para destruir España en apenas cuatro años, personalmente opino que hay métodos más efectivos y sibilinos para ello, una vez entras en el Gobierno de la nación. ¿Entonces qué nos queda? Mateo 7, 7: “Pedid y se os dará”.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEn los últimos años la sociedad española ha pasado de apenas interesarle la política a ser el tema de conversación -que no de acción- de sus vidas. Cuando todos opinan, todos se manifiestan, todos quieren su cuota de pantalla, pero nadie trabaja de verdad en la res pública por el bien común, se genera un fenómeno político-social, donde lo que priman son los discursos, las fotografías, los realities, y no los hechos.
¿En qué se manifiesta todo esto? En campañas electorales donde el candidato “guapo” sale desnudo en todos los carteles para atraer votantes, en programas que se resumen en el rostro de una mujer o la coleta de un hombre y en debates electorales donde prima más la vida personal de los intervinientes, que su propio programa de Gobierno. Pero señores, que esto no es lo peor, lo peor es que luego esta gente dirige el país, y claro, tienen un electorado al que se deben por completo.
Pedimos un Gobierno feminista, concedido: 12 ministras (4 de ellas, vicepresidentes) en un Gobierno de 22 ministerios. Pedimos un Gobierno con representación de las comunidades “históricamente oprimidas”, concedido. Pedimos un Gobierno inclusivo con las minorías sexuales, concedido. Pedimos un Ministerio de Igualdad y otro de Ecología, concedido. Pedimos un presidente que no fuera feo, ¿concedido?. Y así, en bucle. Todas las tonterías que se pidieron, concedidas. Todas las cosas que -por darse por sentado, quizás-, no salieron a la palestra: olvidadas. Et voilá ¿Y ahora qué?
Pues ahora tenemos que tirar con lo que tenemos, es decir, poner a una médico como ministra de Hacienda, una jurista al frente de ecología, un diplomado en Magisterio en la cartera de Fomento, un filósofo gestionando una pandemia mundial, hasta que viene a ser sustituido en el Ministerio de Sanidad por una abogada, otro jurista especializado en Filosofía del Derecho llevando Cultura y Deporte, y así con todo, hasta llegar a cosas tan surrealistas como un comunista al frente del Ministerio de Consumo. Como la vida misma. ¿Pero de qué se hablará en el telediario de mañana? Pues del nuevo look de Pablo Iglesias sin lugar a dudas, de si parece un Cayetano o una imitación low-cost de Stalin en sus años mozos. Y a nadie le extrañará.
Pero sí, que volveremos a quejarnos de lo mala diplomática que es nuestra ministra de Asuntos Exteriores, cuando en vez dar la cara por las decisiones tomadas en contra de los intereses de nuestros vecinos del sur, decide concederle 30 millones a Rabat para mantener seguras unas fronteras que, como pueden observarse en las imágenes que todos hemos visto estos últimos días, ellos mismos abrían sin filtro alguno a todo el que se aproximaba.
A estas alturas es difícil determinar si lo que nos preocupa es nuestra propia seguridad o la imagen que estamos transmitiendo al resto del mundo. ¿Cómo nos estarán viendo desde Europa? ¿Y desde el otro lado del Atlántico? ¿Nos seguirán tomando en serio en el continente africano? Hemos intentando aparentar intransigencia frente a las amenazas de Marruecos, alegando que los motivos humanitarios están por encima de todo, para terminar, una vez más, suplicando de rodillas el perdón de quién viene desde hace tiempo fomentando este goteo incesante de emigrantes hacia nuestras fronteras. Ese es el nivel de nuestra política exterior, y ahora puede que por estar en el candelero, mejoren algo las cosas -un tiempo al menos-, pero la situación no es mucho mejor en nuestra política laboral, tributaria, penitenciaria, educativa, de infraestructuras, y un largo etcétera que no cesará hasta que salgan los niños de párvulo del Congreso de los diputados, para dejar paso a gobernantes de verdad.
No es que tengamos lo que nos merecemos, es que tenemos lo que hemos pedido.
Y eso hay que cambiarlo.