¿Importaremos esta tradición americana a España?
¿Importaremos esta tradición americana a España?

El cuarto jueves de noviembre se celebra Acción de Gracias, quizá la festividad más señalada de Estados Unidos. Es llamativo que haya quien pretenda importar esta celebración a España, por lo demás netamente estadounidense, aunque dado el éxito con Halloween -hasta hace bien poco aquí no se conocía- cualquier cosa es posible. En Thanksgiving las familias se reúnen en torno a una mesa, un pavo con verduras y un buen puñado de temas de conversación. Thanksgiving hunde sus orígenes en el siglo XVII, cuando los colonos de Massachusetts celebraban con los productos de la tierra la primera cosecha. Los americanos, tan orgullosos de sus tradiciones -lo que suscita sana envidia-, preservan ésta con especial cariño, por cuanto les permite congregar a sus seres queridos en un ambiente realmente cálido. Tan es así que incluso los presidentes estadounidenses llevan a cabo actos públicos en este sentido.

Por ejemplo, es tradición que el presidente de turno indulte a un pavo. A saber dónde acabará el pobre bicho después pero, al menos, lo que es seguro es que sobrevive al jueves más funesto en el incierto universo de los pavos. Dicen que todo empezó con el hijo de Lincoln, quien le pidió a su padre que no sacrificase a aquel animalito tan mono, petición ésta que fue aceptada. Dicen también que el fantasma de Lincoln se aparece de vez en cuando por la Casa Blanca -damas tan ilustres como la difunta Raisa Gorbachov o la reina Beatriz de Holanda así lo atestiguan- aunque, dada la azarosa historia del edificio en cuestión, cualquier cosa puede pasar.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Como curiosidad, decir que la Casa Blanca fue construida por esclavos negros, uno de los cuales vería hoy orgulloso a su tataranieta como inquilina reciente: Michelle Obama. Su marido es algo más cuidadoso con la propiedad que sus otros antecesores, en especial Andrew Jackson -uno de los primeros presidentes del país- quien se cargó la Casa Blanca dos veces. La primera, el día de su elección; no tuvo mejor ocurrencia que hacer una jornada de puertas abiertas para celebrarlo, y los más de 20.000 parroquianos que por allí fueron dejaron la casa hecha unos zorros. No aprendió la lección ya que, años después, hizo una fiesta con un número similar de invitados y un queso de casi una tonelada como plato de campanillas.

Claro que si hablamos de presidentes con poco tacto, el que se lleva la palma es Jimmy Carter. En cierta ocasión, de visita oficial en España, fue invitado a comer a casa Cándido, en Segovia. Allí se prepara el mejor cochinillo del país, tan tierno que se puede trinchar con un plato. Era tradición que Cándido -hoy sus descendientes- así lo hiciera para agasajar a invitados ilustres, tras lo cual se tira el plato al suelo como final vistoso. Carter, poco ducho en protocolo -y en casi todo- , interpretó que él debía imitar al célebre mesonero y hala, plato al suelo. Todo su séquito, para no dejar en mal lugar a aquel tipo, hizo lo mismo. Y así fue cómo uno de los peores presidentes de la historia de Estados Unidos, con permiso del actual, liquidó una vajilla entera en casa Cándido. Ojalá alguien hubiese indultado antes al lechón.

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