Andrés Manuel López Obrador, presidente de México /EFE
Andrés Manuel López Obrador, presidente de México /EFE

Empezaremos aclarando la diferencia jurídica que existe entre referéndum y plebiscito.

El referéndum es una institución política mediante la cual, después de haber sido consultado en unas elecciones, el pueblo acepta o rechaza las leyes aprobadas por un órgano legislativo. Podrían ser los casos -valgan los ejemplos- de que, mediante referéndum se le pida al pueblo que decida entre Monarquía o República. Y también podría someterse a referéndum la aprobación o rechazo de leyes que autoricen el divorcio, el aborto o la eutanasia.

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Ahora bien, en lo que al plebiscito se refiere, diremos que también se trata de una consulta hecha directamente al pueblo para que resuelva lo que considere más conveniente respecto de algún problema político. El plebiscito incluye también una consulta sobre la aprobación o repulsa de determinados actos de los gobernantes.

Toda esta introducción viene a tema porque el próximo domingo 6 de junio se celebrarán en México las que se conocen como “las elecciones más grandes de la historia”.

Son las elecciones de medio período en las que estarán en juego más de veintiún mil puestos de elección popular, entre ellos la elección de quince gobernadores y la renovación de la Cámara de Diputados.

Unas elecciones de gran trascendencia puesto que de su resultado dependerá si el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) sale fortalecido o, por el contrario, el poder que actualmente tiene empieza a resquebrajarse.

Qué cierto es aquello de que cuando se mezclan la torpeza con el sectarismo ideológico los resultados no pueden ser más amargos

Si AMLO saliese fortalecido, pisaría a fondo el acelerador con lo cual, antes de un par de años, México estaría en condiciones muy parecidas a las de Venezuela.

En cambio, si AMLO perdiese el control del Congreso, la oposición cobraría la fuerza necesaria para frenar un populismo que, en menos de tres años, ha causado estragos dentro de la economía nacional.

Esa es la razón por la cual -volviendo al principio- se dice que las elecciones del 6 de junio serán una especie de plebiscito en el cual se consultará al pueblo sobre la aprobación que tiene el presidente López Obrador.

Analizando con objetividad como han sido los dos primeros años del actual gobierno, se verá como los resultados no han podido ser más desastrosos puesto que han quebrado infinidad de empresas, millones de mexicanos se han quedado sin empleo, la violencia criminal alcanza niveles nunca antes vistos, los narcotraficantes controlan más de la tercera parte de territorio nacional, el crecimiento económico registra niveles bajo cero, el sistema de seguridad social se encuentra en quiebra y ¡lo que faltaba! El derrumbe de la Línea 12 de Metro de la capital del país el pasado 3 de mayo (con 26 muertos y decenas de heridos) puso al descubierto la corrupción de los gobiernos populistas.

Aún estaban calientes los cadáveres de los muertos cuando, mostrando una totalidad insensibilidad, AMLO se negó a visitar a los heridos en los hospitales, llegando incluso a soltar un exabrupto que se ha convertido en la frase del sexenio: “¡Al carajo!”.

Qué cierto es aquello de que cuando se mezclan la torpeza con el sectarismo ideológico los resultados no pueden ser más amargos.

Con el gobierno populista de AMLO, México avanza rápidamente hacia un sistema dictatorial en el cual es un solo hombre quien actúa como señor de horca y cuchillo

AMLO es un sujeto que, al no poder rebatir con argumentos a sus oponentes, se dedica a insultarlos y, si es preciso, no duda en meterlos en la cárcel acusándolos de evasión fiscal y lavado de dinero.

Algo que está fuera de duda es que, con el gobierno populista de AMLO, México avanza rápidamente hacia un sistema dictatorial en el cual es un solo hombre quien actúa como señor de horca y cuchillo.

Esa es la explicación por la cual, aunque en estricto apego al Derecho el concepto no corresponda, las elecciones del 6 de junio serán un plebiscito en el cual los votantes decidirán si desean un cambio o, por el contrario, se resignan a que los arrojen a una barranca.

Y dentro de todo este ambiente de campañas, asesinato de candidatos y persecución de opositores, nos encontramos con un detalle que casi ha pasado desapercibido.

Será el próximo 7 de junio -al día siguiente de las elecciones, cuando Kamala Harris, vicepresidente de los Estados Unidos visite México para entrevistarse con AMLO.

Según la opinión de expertos analistas, si durante algún día del mes de mayo se hubiesen entrevistado AMLO y Joe Biden es casi seguro que el presidente estadounidense le hubiera dado un jalón de orejas al presidente mexicano por su desastrosa política económica que está arruinando a muchos empresarios norteamericanos que tienen inversiones en México.

Asimismo, Biden se encuentra sumamente molesto por la tolerancia cómplice que AMLO muestra con los narcotraficantes y que no deja de ocasionarle perjuicios a los Estados Unidos.

Ante una entrevista que podría ser ríspida y cuya rispidez aprovecharía AMLO para acusar a Biden de intervenir en México lo cual le daría una gran cantidad de votos el 6 de junio, fue que la Casa Blanca prefirió esperar…

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