
Si bien la fe cristiana nació en Oriente y pronto se transmitió a Occidente y al mundo entero, en la actualidad ha cambiado el panorama. No es un secreto que las últimas décadas la práctica religiosa se ha visto cada vez más reducida y arrinconada. En occidente, la Iglesia Católica cada día tiene menos fieles y pocos son los que acuden frecuentemente a la Santa Misa.
Aunque Europa fue en los últimos siglos el epicentro de la religiosidad católica, hoy en día ese polo se ha trasladado fuera del viejo continente. Así lo demuestra la Encuesta Mundial de Valores, que ha sido analizada por el Centro para la Investigación Aplicada del Apostolado, de la Universidad de Georgetown.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraSegún los últimos datos, los países donde los católicos acuden a Misa con mayor frecuencia son Nigeria (un 94%), Kenia (73%) y el Líbano (con un 69%). Estos porcentajes dejan en evidencia un temor del qué habló en particular el Papa Benedicto XVI: la Iglesia de Occidente se ha aburguesado mientras que las iglesias perseguidas se reafirman en su fe.
Es el caso de Nigeria, país donde la extrema violencia yihadista crece por momentos, hasta llegar al actual sexto puesto en el Índice Global de Terrorismo. Persecución y secuestros de sacerdotes, misioneros y religiosos, así como el asesinato de fieles, no han impedido qué el 46,18% de la población se considere cristiana y qué prácticamente la totalidad de ellos acudan a la celebración de la Eucaristía dominical.
En contraste en España tan sólo un 27% de «católicos» participan en la Misa dominical, y según la Memoria de Actividades de la Iglesia, que publicó la Conferencia Episcopal Española en 2022, en nuestro país de un total de 48 millones de habitantes, poco más de ocho millones de personas acuden regularmente a misa (esto es un 17% de la población).
¿Por qué observamos este declive y cómo podemos combatirlo? Puedo presentar algunas soluciones para tratar de revertir este colapso, como el centrarnos en restaurar la sacralidad de la misa y sus cantos tradicionales, incluyendo los cantos gregorianos, fomentar la adoración al Santísimo Sacramento, mejorar la catequesis, promover la oración en la vida familiar, etc. Hay mucho por mejorar en todos estos aspectos, pero me gustaría sugerir qué el principal remedio para el gran problema al que nos enfrentamos es la total y radical consagración a la Virgen María y un programa para difundir esta devoción en nuestros hogares, parroquias, diócesis y la sociedad en general. Temo que nuestra actual apatía y acedia puedan derivar de una falta de auténtica devoción a María.
No creo que podamos combatir la tibieza de parte de la Iglesia ni re-evangelizar la cultura sin la Santísima Virgen. En la Iglesia, se necesitan grandes cambios administrativos, catequéticos y litúrgicos, pero esos cambios a gran escala se originan primero en la conversión de cada corazón, y esa conversión comienza con la Santísima Virgen María.
Hablemos primero de Nuestra Señora del Pilar, reconocida como la primera aparición de la Virgen en la historia de la Cristiandad y la única que tuvo lugar cuando la Virgen María todavía vivía con el apóstol San Juan en Jerusalén.
Según la tradición, Santiago el Mayor, hermano de San Juan Evangelista, viajó con gran esfuerzo a la Hispania romana (la actual España) para evangelizar a las tribus locales.
No solo se enfrentó a grandes dificultades, sino que vio muy pocos frutos apostólicos de conversión. La tradición cuenta que, en su punto más bajo de desánimo, en el año 40 d. C., mientras estaba sentado a orillas del río Ebro en Zaragoza (entonces conocida como Cesaraugusta), María se le apareció acompañada de miles de ángeles para consolarlo y animarlo.
La Virgen María, con el Niño Jesús en brazos y de pie sobre un pilar, le pidió a Santiago y a sus ocho discípulos que construyeran una iglesia en ese lugar, prometiendo que esta “permanecerá en pie desde este momento hasta el fin de los tiempos para que Dios obre milagros y prodigios por mi intercesión en favor de todos los que se pongan bajo mi patrocinio”.
La catedral de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza es la primera iglesia dedicada a María de la historia y se mantiene en pie hasta nuestros días, habiendo sobrevivido a invasiones y guerras. Durante la Guerra Civil Española, los comunistas lanzaron tres bombas desde un avión. Estas atravesaron el techo y cayeron al suelo, pero ninguna explotó. Las tres bombas, ahora desactivadas, se exhiben actualmente en uno de los muros de la catedral.
Consideremos también el caso de Santo Domingo. Santo Domingo poseía todos los talentos y habilidades naturales de un gran predicador. Tenía una determinación tenaz por salvar almas, estaba dispuesto a sacrificarlo todo por su misión y además era santo. Sin embargo, a pesar de todo esto, no pudo convertir a los herejes albigenses hasta que Nuestra Señora se le apareció y le dio su arma: el Rosario. Solo trabajando con y por medio de la Santísima Virgen, este gran misionero pudo transformar corazones y a través de ellos el mundo.
Así mismo, después de que Hernán Cortés se enfrentara al imperio azteca, plagado de sacrificios humanos, los misioneros católicos se esforzaron en vano por convertir a los indígenas. Según » Nuestra Señora de Guadalupe y la Conquista de las Tinieblas», del historiador católico Dr. Warren Carroll, en 1532 solo unos 200.000 indígenas, alrededor del 1% de la población, se habían convertido. Sin embargo, tras la aparición de la Santísima Virgen, de manera repentina, millones de nativos comenzaron a convertirse, siendo posiblemente la mayor conversión masiva de la historia. Sólo cuando Nuestra Señora intervino, los esfuerzos misioneros fueron fructíferos. Sólo entonces se transformaron los corazones y comenzó a cambiar el mundo.
Quizás fueron ejemplos como estos los que llevaron a San Maximiliano Kolbe a creer que María era la clave para la conversión del mundo moderno. Fundó la Milicia de la Inmaculada en 1917 con “el modesto objetivo” de derrotar a la masonería y transformar la faz de la tierra.
Él creía que esto solo podía lograrse por mediación de la Santísima Virgen. Como afirmó en una conferencia en 1933:
“En cuanto a la conversión de los pecadores, no podemos lograrla de otra manera que a través de María. En su infinita bondad, Dios designó a su Santísima Madre como la depositaria de todas las gracias, y estas se derraman sobre el mundo solo a través de Ella”.
Con una confianza ilimitada en María, San Maximiliano creía firmemente que la devoción a la Virgen podía extenderse por el mundo como un fuego sagrado, y luchó para qué llegara el día en que todo corazón humano se consagrara a María. «Con todas nuestras fuerzas, y confiando en nuestra Reina, avanzamos incluso en el campo enemigo, para conseguir almas y ganarlas para la Inmaculada», escribió San Maximiliano en una carta del 23 de abril de 1929.
Según este gran santo mariano, si existe una solución milagrosa para los problemas del mundo, es la medalla milagrosa. La llamó una «bala» para vencer el mal y salvar almas. De igual manera, promovió la consagración total a María y el rezo del Rosario.
La Iglesia en Occidente sufre una escasez de gracia. Nuestra Señora es la Mediadora de todas las gracias, como bien sabía San Maximiliano. Ella tiene en sus manos los infinitos tesoros del Rey y está dispuesta a derramarlos generosamente, si tan solo se lo pedimos y somos sus hijos fieles.
En la práctica, ¿cómo podemos ser hijos fieles de María y así ayudar a la Iglesia? En última instancia, cada persona debe responder a esta pregunta por medio de oración. Creo que existe un doble aspecto: por una parte, aumentar nuestra devoción personal a María y en segundo lugar, difundirla allí donde sea posible. Propongo algunas sugerencias:
- Hacer la consagración total a María según San Luis de Montfort o San Maximiliano Kolbe.
- Leer mucho qué se ha escrito sobre la Santísima Virgen y dirigirnos a ella con frecuencia en oración. Si queremos tener una relación verdadera, profunda y filial con ella, debemos fomentarla mediante la oración.
- Practicar la devoción de los Primeros Sábados. María ya nos dio el plan de batalla en Fátima, y esta devoción es fundamental. Pero, ¿por qué limitarnos a sólo cinco sábados? Podemos practicar la devoción de los Primeros Sábados indefinidamente, para obtener cada vez más gracias para nosotros y para los demás, y acelerar la conversión de nuestra sociedad.
- Usar y distribuir la Medalla Milagrosa y el Escapulario a amigos, familiares, compañeros de trabajo, desconocidos… a todos. San Maximiliano dijo: «Distribuyamos la Medalla Milagrosa donde sea posible, a las personas buenas y a los malvados, a católicos y a los no creyentes. Porque si alguien le rinde el más mínimo honor, Ella no lo abandonará, sino que lo guiará a la fe y al arrepentimiento».
- Rezar el Rosario todos los días, y si es posible los 15 misterios. San Luis de Montfort consideraba que el Rosario de 5 decenas era para niños (véanse las páginas 14-15 de El Secreto del Rosario ). Vivimos en una época en la que las medias tintas no bastan. Si queremos disfrutar plenamente de las promesas del rezo del Rosario, debemos esforzarnos por rezar 15 misterios al día, cuando sea posible. (Nota: Con la publicación de la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae en octubre de 2002, Juan Pablo II añadió cinco misterios más a los quince tradicionales que se rezan en el Rosario)
- Agruparnos o formar cofradías, grupos parroquiales y similares para promover la devoción a María.
- Unir nuestros esfuerzos apostólicos —ya sea en el ámbito del arte, la política, la lucha por la vida, el periodismo, el cine o cualquier otra cosa— bajo el amparo de Nuestra Señora.
- Rezar diariamente consagrando a nuestro obispo local a María.
Tenemos la fortuna de que María, bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, es la patrona de España. Sabemos quién ganará al final la batalla por la Iglesia y nuestro país. Bajo su manto, podemos avanzar con confianza. Con solo asentir, todos los imperios del mal se derrumbarán. Pero ella quiere que participemos en esta batalla y en esta victoria. Nosotros por nuestra parte debemos responder a su llamada.
Beatriz Silva de Lapuerta, Colaboradora de Enraizados