Pedro Sánchez y Adolf Hitler.
Pedro Sánchez y Adolf Hitler.

Santiago Abascal ha dicho una verdad de Pero Grullo, una percepción bastante objetiva dada la cifra de muertos por su calamitosa gestión de la pandemia y la ruina económica a la que conduce a España. 

Los libros de Historia se encargarán de dar rango científico a esa afirmación y situarán a Sanchez en la galería de nombres nefastos y/o ineptos como Fernando VII, los presidentes de la I República o Zapatero. 

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Eso es lo que ha querido decir Abascal ni más ni menos. Pero Sánchez recurre al bote de humo del franquismo, diciendo que Abascal “echa de menos formas de gobernar dictatoriales que creíamos superadas”. Lo hace para desviar la atención como si el guerracivilismo o la ley de Memoria Histórica fueran a maquillar el desastroso legado que está dejando.

Lo que los españoles necesitan no es que siga usted señor Sanchez quitando placas de calles o removiendo las fosas del cementerio como el jovencito Frankenstein Lo que necesitan es que proteja la integridad física de los ciudadanos amenazada por la pandemia y que deje de destruir puestos de trabajo y condenar a millones de españoles a la pobreza. La Historia no le juzgará por sus aficiones como zahorí de huesos en el Atapuerca de la Guerra Civil sino por su dejación de responsabilidades como gobernante ante la mayor crisis que ha sufrido España en décadas. 

Deduce Sánchez que Vox prefiere la dictadura franquista a la democracia cuando Abascal no ha dicho que el de Franco haya sido el mejor Gobierno en ocho décadas sino que el de Sánchez e Iglesias es peor que el de Franco. Si nos atenemos a la frialdad de las cifras la observación es inobjetable: nivel de desempleo, destrucción del PIB, aumento de la deuda pública. O a algo tan desapasionado como los hechos: Sánchez se ha aliado con comunistas, separatistas y filoterroristas. Otra cosa es que nadie más se atreva a decirlo. 

Y tampoco el Gobierno del PSOE y Podemos puede presumir mucho de democrático. Oficialmente no es una dictadura pero en la práctica restringe derechos y libertades de los españoles con la misma impunidad y arrogancia que un régimen totalitario. 

Dos botones de muestra. Su nueva Ley de Memoria Histórica repesca el delito de opinión ya que estará prohibido ensalzar el franquismo castigando tal cosa con dos años de cárcel. 

Pero el delito de opinión es propio de regímenes totalitarios donde está terminantemente prohibido pensar por libre y expresarse por libre. Como sabemos desde Stuart Mill y Tocqueville la libertad de expresión es el oxígeno de la democracia. Si uno debe pensarse dos veces lo que va a decir no sea que hiera la sensibilidad de un colectivo o que le den con la estaca de la censura en las narices entonces ese uno se ha equivocado de régimen: no está en una democracia.

¿No gobierna un partido que en la Guerra Civil fue títere de Stalin y fue culpable de asesinatos y torturas como las de Andreu Nin, el mismo partido de Pedro Sánchez? 

¿No habíamos quedado en que en una democracia cabían todo tipo de opiniones, manifestaciones, ideas? ¿No son libres de ensalzar a  Lenin Marx o Nicolas Maduro el vicepresidente Iglesias y los podemitas? ¿No gobierna un partido que en la Guerra Civil fue títere de Stalin y fue culpable de asesinatos y torturas como las de Andreu Nin, el mismo partido de Pedro Sánchez? Y eso no era un delito de opinión sino complicidad pura y dura con el totalitarismo soviético y eliminación física de los adversarios. 

Y con eliminación física tiene mucho que ver el segundo botón de muestra dictatorial. La proposición ley de eutanasia no es otra cosa, envuelta en el celofán del lenguaje leguleyo. La izquierda, ya se sabe, es especialista en retorcer las palabras y en usar el Derecho “desenfadadamente y sin rigor” -que es como define el lenguaje leguleyo el Diccionario de la Real Academia-. 

En la exposición de motivos de la ley que acaba de pasar el primer trámite parlamentario, el PSOE justifica la eutanasia diciendo que “no existe un deber constitucional de imponer o tutelar la vida a toda costa”. Ya está retorciendo los verbos: No se trata de imponer, pero si de defender la vida. El Estado tiene ese deber, porque “todos tienen derecho a la vida” (art. 15 de la Constitución). 

Otra falta de rigor jurídico es apelar a la voluntad del paciente, como si la voluntad individual fuera fuente de legalidad. La voluntad del paciente no convierte en buena una acción que atenta contra la dignidad humana. Y todos sabemos, desde Kant que el hombre no es un medio para otros, y que posee una dignidad inviolable e incondicional, que no varía con el tiempo y no depende de circunstancias exteriores o de consideraciones subjetivas. 

Todos sabemos desde Kant y la Declaración de los Derechos Humanos que tan digno es un analfabeto como un Nobel de Literatura, o un genio de los algoritmos como un anciano con demencia senil al que hay que cambiar los pañales. Porque la dignidad es intrínseca a la persona. Y si empezamos con distingos, como hacen las leyes de la eutanasia, estamos justificando la primacía de la raza aria sobre la judía, por ejemplo.

Los diputados de todos los partidos -excepto PP y Vox- deberían recordar que también la exposición de motivos de las leyes de Nuremberg, de 1935, acumulaba argumentos para justificar el exterminio de inocentes

La cultura de la muerte ha encontrado un filón en unos nuevos parias: ancianos, enfermos, discapacitados. Que han sustituido en la Europa comunitaria a los judíos, gitanos u homosexuales de los años 30 de la Alemania hitleriana. Todo bendecido con leyes y regado por el agua milagrosa de los Parlamentos, capaces de convertir en legal -esto es en bueno- cualquier crimen o aberración. Los diputados de todos los partidos de la Carrera de San Jerónimo -excepto PP y Vox- deberían recordar que también la exposición de motivos de las leyes de Nuremberg, de 1935, acumulaban argumentos para justificar el exterminio de inocentes.

En eso, la España de 2020 no se diferencia gran cosa de la Alemania de hace 80 años. Ni el Gobierno de Sánchez e Iglesias del de Hitler.

Con la ley de eutanasia, es el Frente Popular socialpodemita y no Vox el que demuestra “echar de menos formas de gobernar dictatoriales que creíamos superadas”.

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Nacido en Zaragoza, lleva más de 30 años dándole a las teclas, y espera seguir así en esta vida y en la otra. Estudió Periodismo en la Universidad de Navarra y se doctoró cum laude por el CEU, ha participado en la fundación de periódicos (como El Mundo) y en la refundación de otros (como La Gaceta), ha dirigido el semanario Época y ha sido contertulio en Intereconomía TV, Telemadrid y 13 TV. Fue fundador y director de Actuall. Es coautor, junto con su mujer Teresa Díez, de los libros Pijama para dos y “Manzana para dos”, best-sellers sobre el matrimonio. Ha publicado libros sobre terrorismo, cine e historia.