El lunes 2 de diciembre, aunque en Madrid hacía frío y el público en el local en el que se hallaba, en La Latina, rondaba sólo la mitad del aforo, el comunista Alberto Garzón, coordinador federal de Izquierda Unida y diputado, estaba entusiasmado. No sólo presentaba su libro, ¿Quién vota a la derecha?, sino que, además, después de años de fracasos, veía cerca la victoria.
Según contó a la audiencia, formada sobre todo por cargos y militantes de Izquierda Unida, coalición integrada en Unidas Podemos, numerosos “dirigentes de Europa y América Latina me llaman para preguntarme cómo van las negociaciones”. “Somos la esperanza de muchos” subrayó ante sus camaradas. Y añadió que es “un hecho histórico” que vaya a haber un Gobierno de coalición entre el PSOE y un partido situado a su izquierda. También Juan Carlos Monedero, otro de los presentadores del libro, destacó el elemento histórico del, al parecer, inminente Gobierno entre socialistas, comunistas y ecologistas: “Desde los años 30”.
Sin embargo, un acto político de dirigentes izquierdistas, por mucho que alardeen de su condición de intelectuales (Monedero se regodeó en que él, Garzón y otros “hacemos tesis y másters” y en que la izquierda “ha pensado mucho”, porque “está en su tradición”), no queda completo sin advertencias contra los enemigos que pueden descarrilar el tren en que avanza la historia.
Garzón: “Tiene que haber gente dispuesta a defender a los ministros de Unidos Podemos en los bares, los barrios”
Y los primeros enemigos son los propios votantes de izquierdas. Por flojos.
Monedero presumió de que en sus viajes a otros países como misionero de la buena nueva roja descubrió que “el gran fracaso de la izquierda transformadora en el mundo es la construcción de un partido-movimiento”. Reveló que le dijo a Dilma Rousseff, la ex presidenta de Brasil destituida por el Senado, que no comprendía por qué los 40 millones de personas que ella y Lula “sacaron de la pobreza” no la defendían. Y en otro momento gritó: “A Evo Morales le han dado un golpe de Estado ¿y qué hemos hecho? Nada”.
Garzón alertó de la destrucción de la estructura social y las redes de socialización tradicionales por “la automatización” y “la desindustrialización”. Han cambiado los sindicatos, los barrios, las fábricas y “hasta el urbanismo”, y condenó las nuevas urbanizaciones cerradas y con guardias (como la residencia de Pablo Iglesias e Irene Montero). Por tanto, debe “cambiar la manera de socializar la política”. Y tiene que haber gente dispuesta a defender a los ministros de UP en los bares y los barrios.
El político puso como ejemplo de socialización en la política al viejo SPD alemán, con sus escuelas, clubes deportivos y excursionistas, bares, grupos de teatro… Lamentó, esas redes han sido barridas por otras redes, las tecnológicas.
Pero, ¡hay esperanza! Porque, remachó Garzón, “un Gobierno con agenda social crea las condiciones para crear movimientos sociales”.
Monedero, admirador de Chávez y Lenin: “Nos ha costado mucho que los liberales se hagan demócratas”
En un aviso de lo que espera a la mayoría de los españoles, Garzón animó a sus camaradas a llevar “la política”, o sea, la defensa de su Gobierno, a todas partes: “Si en el WhatsApp de la familia hay política, ahí hay que estar”.
En un reparto de papeles que no sabemos si estaba pactado o fue casualidad, Monedero asustaba a la audiencia con recuerdos del nacional-socialismo y de la guerra civil española, mientras que Garzón, más político o más sensato, exponía sus reflexiones más suaves sobre la política y la historia españolas.
Por ejemplo Monedero soltó los exabruptos que obliga a escuchar a sus alumnos de universidad pública. En los años 30 del siglo pasado “la derecha se hizo fascista y nazi y nos llevó a una guerra con 50 millones de muertos” (en todo caso, menos de la mitad de los muertos causados por el comunismo). “¡Lo que nos costó civilizar a la derecha!”, añadió, atribuyéndose mérito en la derrota del III Reich.
En la batidora en que metió a la derecha, a la extrema derecha, al fascismo y al nazismo, añadió al liberalismo: “Cada vez que hay una crisis, la teoría liberal se olvida de la democracia” y “toda la teoría liberal consiste en que las mujeres no tuvieran derechos”.
Los políticos comunistas aseguran que los medios de comunicación están contra ellos, cuando Podemos nació en los platós de televisión
No faltaron desprecios a lo español. La derecha española, dijo, “es cutre y tiene componentes poco democráticos” y Angela Merkel, al lado de Pablo Casado, le “parece una bolchevique”.
Monedero recuperó en su monólogo un análisis sobre el fascismo elaborado por los comunistas en los años 30 y silenciado mientras duró el Pacto Nazi-Soviético: “El fascismo es el plan B del capitalismo en crisis; es una frase que le he oído muchas veces a Garzón”.
Para rematar, el politólogo exhortó a su audiencia a “regañar” a los votantes de Vox y del PP. Debido a la “construcción mediática del miedo” por parte del PP, de Ciudadanos y de los medios de comunicación, “la extrema derecha”, que es Vox, sube elección tras elección. Por tanto, dijo, hay que combatir ese miedo, corolario sorprendente en quienes proclaman que hay ‘emergencia feminista’, ‘emergencia climática’ y ‘emergencia humanitaria’.
Puesto que trata de vencer el miedo, Monedero avisó de que “tendremos que convivir con gente que va a votar a sus verdugos”, como ya ha ocurrido en Andalucía, donde la nueva Junta ha bajado los impuestos “a los ricos”.
Los dos políticos llamaron a combatir el miedo que alimenta a Vox, cuando la izquierda habla de ‘emergencia climática’ y “Nos están matando”
Un español normal pensará que Podemos y sus satélites no tendrán ningún resentimiento contra los medios de comunicación que cotizan en Bolsa, ya que el partido nació en los platós de televisión. Sin embargo, no es así.
Garzón, Monedero y la periodista Olga Rodríguez, la tercera de los intervinientes en la presentación, arremetieron contra los medios de comunicación. Sus delitos: normalizar a la “extrema derecha”, contribuir con “las cloacas del Estado” en la campaña para desprestigiar a Podemos y “construir el marco” (concepto tomado del lingüista izquierdista George Lakoff y que se puede traducir como discurso dominante).
Garzón enfatizó que “hoy dependemos extraordinariamente de los medios de comunicación”. Y de ahí la importancia que la izquierda en general y la extrema izquierda en particular les concede. Si su magnífico “mensaje de protección” no llega a los perdedores de la globalización, “se debe al marco, que es desfavorable para la izquierda”.
Garzón subrayó que ninguno de los jóvenes que votan a Vox proviene de la izquierda, que eso es “propaganda de la extrema derecha”
Y puso como ejemplo las elecciones al Parlamento andaluz de hace un año: “Hicimos una campaña muy roja, de las cosas de comer, las pensiones… y mucha gente votó en clave catalana. El marco es el 50% de la batalla política”. Por eso, continuó, si los medios les atacan “con mentiras”, tiene que haber militantes “en los barrios” que las contrarresten.
Las tertulias son uno de sus objetivos. “Las tertulias políticas son necesarias para politizar a la gente”, dijo Garzón. Y Monedero lamentó de que “en todas las tertulias hay uno o dos periodistas de OKDiario”, digital con el que Podemos está enfrentado prácticamente desde su fundación como partido.
Sobre el ascenso de Vox, que ha sustituido a PP y C’s en el podio de “extrema derecha” (expresión que sonó en hora y media en torno a un centenar de veces), Garzón trató de calmar a su público. Reconoció que Vox sigue creciendo en el litoral andaluz, pero es a costa de PP y C’s. Los bloques electorales no se han movido, según él, desde 1986. Al contrario de lo que manifiesta la “propaganda de la extrema derecha”, el votante joven de Vox viene de la derecha, no de la izquierda. No está habiendo fuga de voto popular y obrero a Vox, como ocurre en Francia con el Frente Nacional.
En las tertulias políticas de televisión, se quejaron, hay mayoría de periodistas de derechas, y siempre uno o dos de OKDiario
El diputado comunista explicó que Vox tiene el plan de imitar al FN de Le Pen en la penetración en las clases populares, pero él duda de que lo consiga, porque, a pesar de sus apelaciones a la identidad, tanto nacional como religiosa, mantiene un programa económico “neoliberal”.
Por último, tanto Garzón como Monedero arremetieron contra el concepto de España que consideran vigente: autoritario, centralista, católico y familiar. Y lo achacaron al triunfo de las teorías históricas de Marcelino Menéndez Pelayo, que, en su opinión, empapan al PP, a Vox y hasta a parte de los ‘progresistas’. Dentro del discurso habitual de la izquierda, se reivindicó a los musulmanes: “La gente cree que los musulmanes eran un pueblo invasor. ¿Es que no lo eran los visigodos?”.
En esta peculiar interpretación de la historia se incluyó a Albert Rivera, del que Garzón afirmó que estaba más cerca de Fernando VII que del verdadero liberal que era Rafael Riego.
Propuesta de Monedero: “regañar” a los votantes de Vox, porque votan “a sus verdugos”, como en Andalucía
A partir de la existencia de diversas identidades nacionales en España (“la nación es una construcción social” señaló Monedero), Garzón explicó que el federalismo que Unidos Podemos propone es el medio para “convivamos en España” gente que piensa distinto. Pero, se quejó, la derecha no lo acepta por su cerrazón; no reflexionó sobre por qué no lo aceptan los separatistas.
Conclusión: a pesar del empacho de Lakoff, Tuñón de Lara, Gramsci, Ceresole y Barbijaputa, la izquierda se mueve y piensa, aunque sea para hacer el mal. Tiene unos contra-valores, pero cree en ellos y está decidida a aplicarlos. Un vigor el de Garzón y sus camaradas que contrasta con el muermo de los dirigentes del PP.
Esa misma semana, el miércoles 4, Mariano Rajoy presentó su libro, en otro auditorio de más tronío, como la Fundación Rafael del Pino, en el Paseo de la Castellana. En el acto, Rajoy, como un tecnócrata, elogió la carencia de política para el político: “Somos un partido de centro. No arrastramos doctrinas ni orejeras y huimos de cualquier radicalismo. El centrismo no es una ideología, es una voluntad”. ¿La voluntad de emborracharse durante la moción de censura que le destituyó?
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