Este domingo 15 de octubre Venezuela va a elecciones. Serán renovadas las 23 gobiernos civiles del país por medio de un proceso que ha sido ampliamente cuestionado debido a las irregularidades previas.
Todos los miembros del Consejo Nacional Electoral (CNE), órgano supuestamente autónomo, son funcionarios completamente fieles al dictador Nicolás Maduro.
Los comicios regionales deberían haberse realizado en 2016, pero la presidenta del poder electoral, Tibisay Lucena, simplemente acató las órdenes del dictador que le pidió aplazarlas indefinidamente.
Bajo el influjo de una fuerte presión internacional, Lucena anunció que las votaciones serían reprogramadas para el 10 de diciembre de 2017, y luego, obedeciendo una exigencia de la Constituyente, integrada sólo por chavistas y que opera de forma ilegal, las adelantó para el 15 de octubre, dejando escaso margen de articulación a los partidos de oposición.
Además, el Consejo Nacional Electoral (CNE) prohibió a la Mesa de Unidad Democrática (MUD), que reúne a casi todos los partidos políticos contrarios a la dictadura, presentar candidatos en siete estados: Zulia, Apure, Monagas, Bolívar, Trujillo, Aragua y Carabobo. Todos importantes para la oposición, especialmente el último, que es un importante enclave estratégico.
A raíz de estos hechos la Mesa de la Unidad Democrática optó por presentar nombres en los 23 estados no como coalición sino como candidatos unitarios de los partidos políticos que la integran y que tienen registro hábil ante el Consejo Electoral.
Esto, de alguna forma, puede confundir a los electores, al visualizar un mismo nombre presentado por varios partidos diferentes.
Puede generar dificultades el hecho de que el Consejo Nacional Electoral se negó a retirar de las listas de candidatos los nombres de reconocidos opositores que se registraron para las elecciones primarias de la MUD, perdieron.
La Mesa de la Unidad Democrática, a través de sus partidos miembro, sólo tiene un candidato por entidad federativa, pero en las listas del CNE parecen varios nombres de opositores bajo la sigla de la coalición, aunque ha solicitado formalmente su retirada.
Gerardo Blyde, coordinador del Comando Nacional de Campaña de la MUD, denunció públicamente esta maniobra oficialista una semana antes de la jornada electoral. Antes de que se abriera el registro de candidatos, varios líderes opositores fueron perseguidos, presos, exiliados o inhabilitados políticamente.
Por lo menos 16 alcaldes perdieron la libertad o están siendo procesados por su participación en las manifestaciones ciudadanas que tomaron cotidianamente las calles de abril a agosto de este año. La mayoría de ellos eran candidatos naturales a los puestos de gobernador de sus estados.
También se han enfrentado una competencia desigual. En los 20 días de campaña estipulados por el gobierno, sin dinero y con un restringido acceso a los medios de comunicación, los opositores se divulgaron casi exclusivamente a través de las redes sociales.
Los oficialistas contaron con grandes campañas auxiliadas por el aparato estatal y los canales de televisión y radio del gobierno; y en algunos casos, dinero cuyo origen es el narcotráfico.
Hay dudas también sobre la confiabilidad del padrón electoral, que cuenta con 18 millones votantes, en la elección realizada para la Constituyente Comunal fueron denunciadas inconsistencias: personas que no existen, duplicidad de registro y muertos que son tomados como vivos y que ‘votaron’.
Otra irregularidad reproduce una maniobra habitual en las elecciones realizadas por el gobierno socialista de Nicaragua, aliado de Maduro, y que es conocida como ‘el ratón loco’.
Consiste en anunciar, en la víspera de la elección el cierre de algunos centros de votación y transferir sus electores a votar en otro lugar, generando confusión y la caída expresiva del número de personas que efectivamente consiguen sufragar.
Para la elección venezolana por lo menos 247 centros de un total de 11 mil ha sido cancelados y trasladados a otra dirección. ¿Pocos? Puede ser. Lo relevante es que todos ellos corresponden a regiones donde la oposición triunfó de forma contudente en las elecciones legislativas de 2015.
A pesar de todo esto, la mayor parte de las fuerzas políticas y sociales opositoras a la narcodictadura chavista decidieron participar en la elección para no repetir el mismo error que cometieron en la contienda regional de 2012, cuando la mayoría de los partidos se negó a participar y movilizó a la población para no votar.
El resultado: el gobierno se quedó con 20 de las 23 gobiernos civiles. Hoy la oposición sólo gobierna los estados de Amazonas, Lara y Miranda. Las gubernaturas se han convertido en bastiones de apoyo para Maduro; perderlas, representaría un duro golpe al “chavismo”.
En esta ocasión, la decisión de entrar en la contienda, consientes del juego sucio que enfrentarían, le costó a la MUD una significativa ruptura. A pesar de que el proceso de discusión interna generó severas fricciones, la mayoría cerró filas, con reservas o no. Sin embargo, tres notables líderes del movimiento decidieron formar otra plataforma, llamada ‘Soy Venezuela’.
La exdiputada Maria Corina Machado y fundadora del partido Vente Venezuela, el actual diputado Richard Blanco, presidente del partido Alianza Bravo Pueblo, y el exalcalde de Caracas, Antonio Ledesma, que se encuentra en arresto domiciliario, optaron por otro camino, pues consideran que participar de esta elección es transigir con el gobierno.
En este contexto, presento aquí tres escenarios posibles para la elección del domingo 15 de octubre. En todos, la afluencia de los venezolanos a votar es un factor decisivo:
La oposición gana y sale unificada del proceso
Después del marco político aquí presentado, este escenario parece, a primera vista, el más difícil. ¿Cómo ganar una elección dentro de un sistema con tantas restricciones democráticas? Un 67 por ciento de la población no confía en el CNE.
De acuerdo con algunos analistas la clave es que la gente salga a votar y venza el ausentismo. Para Luis Vicente León, socio director de Tendencias Digitales, la participación en las regionales «determinará si el triunfo opositor será contundente o moderado; la abstención sólo favorece al gobierno».
El más reciente sondeo de opinión de la empresa Datanalisis, 45 por ciento de los entrevistados sufragaría el domingo por los candidatos de la oposición, mientras que 21 por ciento lo haría por los del chavismo.
El índice de personas que dicen que no votarán llega casi a 40 por ciento, en su mayoría, son los ciudadanos que, después de meses de resistencia en la calle, se sintieron defraudados por la MUD al entrar en la contienda electoral y, simultáneamente, haber manifestado interés un nuevo diálogo con el gobierno propuesto en septiembre por el presidente Danilo Medina, de República Dominicana, y el expresidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero.
En los últimos treinta años los índices de absentismo en las elecciones regionales oscilan entre 35 y 55 por ciento, y de acuerdo con Luis Vicente León, durante el régimen de socialismo bolivariano, «a medida que aumentan los índices de abstención, la oposición pierde fuerza electoral, se reduce su ventaja y aumentan las probabilidades de que el chavismo se cuele en zonas donde no representa la mayoría».
Una aliada fundamental para quebrar la desconfianza y la inercia abstencionista es la Iglesia Católica que se posicionó, de forma muy clara a través de un comunicado: «hacemos un llamado a toda la ciudadanía para que acudan masivamente a los centros electorales y expresen libremente y sin condicionamientos su voluntad».
«El 15 de octubre, los venezolanos tenemos un deber para con nuestra Patria. No nos dejemos ganar por la desconfianza y el desánimo. No asistir a votar es condenarnos a nosotros mismos y condenar a las futuras generaciones a vivir en la carencia de lo más elemental para una vida digna y serena, como son los alimentos, los medicamentos y la seguridad personal y jurídica», dice el texto firmado por la Conferencia Episcopal Venezolana.
En cierto sentido, los obispos no están simplemente llamado a votar, sino a «hacer frente al proyecto totalitario que pretende ser impuesto con la Constituyente» ilegítima de Maduro.
El cardenal Jorge Urosa Savino, declaró a Radio Vaticano que, a pesar de que la autoridad electoral opera como instrumento del régimen autoritario, «aún así hay que votar, pues es una oportunidad de ganar gubernativas, y cuantas más personas voten, más difícil se hace el fraude electoral; hay que ir a votar masivamente».
La Iglesia, la única realidad social con una vasta y capilar red de comunidades en todo el país, tendrá un peso decisivo en la elección ayudando a sacar a la gente a las calles.
John Magdaleno, de la consultoría Polity, considera que si hay una amplia afluencia en la jornada electoral, la oposición podría ganar 18 de las 23 gobernaciones, «siempre y cuando haya una amplia participación de la población».
El director de Datanalisis, José Antonio Gil Yepes, es un poco más conservador y considera que podrían ganar la elección entre 13 y 16 de los candidatos propuestos por la MUD, a través de diversos partidos, desde que «no se presente un alto abstencionismo».
Para defender el resultado ante las maniobras del gobierno Tomás Guanipa, coordinador del Comando Nacional para la Defensa del Voto de la MUD, informó que cuentan con 90 mil testigos electores, 271 mil voluntarios y 677 abogados. Los observadores internacionales tendrán también un papel importante en la denuncia de irregularidades.
Con una afluencia masiva de votantes y por lo menos 13 gubernaturas en el bolso, la MUD saldría revigorada, consolidada y unificada. En teoría, con mayor capacidad política para imponer al gobierno condiciones más adecuadas para la elección presidencial que debería realizarse el próximo año.
Comicios divididos y defendidos voto a voto
Un escenario así es posible si la tasa de absentismo supera el 55 por ciento del padrón electoral. Esto ofrecería al aparato estatal un amplísimo margen de acción. Funcionarios públicos sometidos a presiones, sectores de la población que reciben beneficios del gobierno y la base política ideológica que el chavismo saldrán a votar y sin el contrapeso de la población que mayoritariamente repudia al régimen, los resultados electorales serán cerrados.
Oficialistas y opositores estarían uno atrás de otro intermitentemente conforme se carguen los resultados en el sistema. Podrían llegar a 11 gubernaturas para unos y 12 para otros, o números similares. Si los márgenes de votación son pequeños, los resultados de algunos centros de votación serían objetados y se instalaría una intensa confusión cuyo resultado final no es difícil de prever.
Los observadores internacionales estarían con las manos atadas ante la dificultad de tener un resultado contundente.
Este escenario sería utilizado por el chavismo para desmoralizar a la oposición, evidenciando la falta de respaldo popular, lo que podría profundizar el la ruptura interna de la MUD.
Los datos aportados por las pesquisas apuntan un amplio apoyo a la oposición, pero también un crecimiento significativo del absentismo, hasta ahora, dentro de los padrones habituales para el país.
Si embargo, ‘Soy Venezuela’, que asegura tener más de 7 millones y medio de ‘afiliados’, podría estar haciendo crecer el número de los desilusionados. Por lo menos dos de sus tres líderes, Machado y Ledesma son abiertamente contrarios a ir a votar y no lo callan.
El «fuego amigo» de los inconformes puede ser la pieza que mude el juego y abra las puertas a un nuevo panorama extraordinariamente complejo.
El chavismo vence la elección y consolida su poder
Maduro cuenta con la aprobación de sólo dos de cada diez venezolanos. O menos. Y si consideramos la gravísima situación de crisis económica y humanitaria que vive el país difícilmente puede imaginarse como los candidatos del chavismo puedan ganar.
Sin embargo, el mandatario y el núcleo duro que con él gobierna aún controla los resortes del poder, buena parte de la élite económica, las fuerzas armadas y tiene el grifo abierto del narcotráfico. Difícil.
Además, la convocación de la Constituyente Comunal y su ilegal desarrollo hasta ahora fue una jugada magistral de Nicolás Maduro que consiguió neutralizar el ritmo intenso con el que los movimientos sociales y políticos opositores venían golpeado y lanzando contra las cuerdas al gobierno.
Luego, la convocatoria de elecciones regionales, una demanda del pueblo venezolano que se niega a aceptar la instalación definitiva de la dictadura bolivariana, generó una fractura expuesta en el MUD.
Con todo, el pueblo esta siendo llamado a votar por la Iglesia, por los líderes ciudadanos y políticos que quieren el retorno de la democracia y las encuestas apuntan una victoria de la oposición. Solo dos circunstancias podrían llevar al chavismo a ‘vencer’.
Una tasa de absentismo altísima, nunca vista en el país, que supere el 70 por ciento. Lo que parece extraordinariamente difícil. A no ser que el régimen desate la violencia cruda y bruta durante la jornada electoral a través de los colectivos, grupos delictivos al servicio del gobierno.
La otra vía es la de un craso fraude electoral, con los padrones con los que se realizó la elección de los 545 miembros para la Constituyente Comunal el pasado mes de julio, donde supuestamente votaron, según el CNE, 8 millones de personas, aunque durante la jornada la prensa internacional testimonió que la inmensa mayoría de los centros electorales estaban desiertos.
Por si fuera poco, Smartmatic, empresa encargada del conteo de votos electrónicos, declaró públicamente que los resultados fueron manipulados.
Si la primera situación ocurre se impondrá la desmoralización y desmovilización de los opositores, evidenciará una ruptura profunda con el pueblo y el modelo de control absoluto del chavismo avanzará de forma avasalladora. Esto reducirá también la presión internacional.
Si el fraude descarado acontece, la oposición estará ante una oportunidad compleja pero real para unificarse de nuevo ante una injusticia tan clara y salir a las calles, para lo que sería indispensable una eficaz articulación internacional.
Si no es capaz de dialogar y cerrar filas, se dividirá en facciones ante el beneplácito del régimen que tendrá fuerza suficiente para imponer lo que la ‘Constituyente’ comunista determine.
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