En el turbulento mundo político, las cuchilladas pueden proceder de dentro del propio partido al que uno pertenece, siendo esta la fuente principal de dichos aguijonazos mortales, -acuérdense del vídeo de Cristina Cifuentes en el que se veía cómo la expresidenta de la Comunidad de Madrid hurtaba una crema de un comercio-, o de terceros y rivales, que anhelan destruir a una figura a batir.
Estamos contemplando cómo la izquierda mediática y política, -que coexisten simbióticamente entre sí-, no deja de atacar a Isabel Díaz-Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid por cada paso que da. Estoy sufriendo por la dirigente Popular. No solo porque la conozco desde hace tiempo, mucho antes de que Pablo Casado la escogiera como cabeza de lista del PP en la capital, sino porque me he topado con pocas políticas tan valientes, libres e independientes como ella. Di con esta cuando todavía no estaba en primera línea y no era ni siquiera diputada en la Asamblea de Madrid y su labor en la formación ahora presidida por Casado consistía básicamente en gestionar las relaciones de su organización con los medios de comunicación.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraAyuso, periodista de profesión, ve ahora cómo muchos de sus colegas le intentan hacer la cama y utilizan todo recurso a su alcance para aniquilar su carrera política. Estoy de acuerdo con la teoría que desliza Francisco Marhuenda de que la mayoría de los periodistas son de izquierdas.
El otro día, por ejemplo, Antonio García-Ferreras, se manifestaba en directo contra la mandataria madrileña porque las mascarillas que había proporcionado el ejecutivo autonómico a los ciudadanos eran, -agárrense que vienen curvas-, de demasiada calidad e incomodas de llevar. ¿Acaso alguien se tapa la cara para ir a la última moda? El caso es criticar por criticar… A saber, lo que hubiera dicho el susodicho si esta medida procediera del Gobierno central. Seguro que le habría brindado una nueva alabanza al aló presidente.
Estamos viendo, no hace falta ser un lince para percatarse de esto, que hay una manía persecutoria hacia Díaz-Ayuso. Un acoso que no viene de ahora, siempre lo ha habido, lo que ocurre es que esta controversia no ha hecho más que allanar el camino para que los presuntos progresistas se ensañen con su persona. Antes tenían menos oportunidades de señalarla porque no era más que una dirigente más entre los diecisiete presidentes regionales y tenían poco de donde sacar. Un espacio reducido que también supieron amortizar.
Acuérdense de aquella vez cuando la dirigente acudió a la final de la Supercopa de España en Arabia Saudí plantándose en medio del terreno de juego sin ningún tipo de pañuelo que le tapara el rostro y la izquierda ardió en cólera tachándola de ridícula.
Ahora, al estar más expuesta como consecuencia de que Madrid ha sido uno de los territorios más perjudicados por la Covid-19, estos aprovechan para descalificarla y rematarla. Punta que no solo procede de los medios sino también del Ejecutivo central y de todo el séquito que le rodea. Un Gobierno, que bajo el criterio del inexistente gabinete de expertos, ha vuelto a dejar fuera a la Comunidad de Madrid de la fase 1. Y eso pese a que, como el propio Ministerio de Sanidad soslaya en su informe, ha sido la tercera mejor en progresión en la lucha contra la pandemia. Aún más, dicha región ha tenido mejores índices que otras regiones como Extremadura, Aragón, Baleares, Navarra o Asturias. Curiosamente, todas ellas gobernadas por líderes socialistas. ¿Casualidad? No deja de vislumbrarse que los indicadores políticos tienen más peso que los científicos.
Pese a no ser experto en desescaladas, como me recriminó un científico con dilatada experiencia el otro día a través de una red social, no hace falta pasarse el día entre pipetas para darse cuenta de que falta claridad por parte del Ejecutivo y sobra opacidad. No hay que olvidar que han clausurado indefinidamente el portal de transparencia.
Sombras, que no se disipan con informes como el facilitado por el Ministerio de Sanidad ante las amenazas de Ayuso de recurrir a los tribunales si no se acreditaban las decisiones con un documento público y científico, puesto que resulta llamativo ver, que el citado análisis, fue firmado a las 21:57 y el titular de Sanidad informó de la decisión de anclar a Madrid en la fase 0 escudándose en los datos del informe, a las 20:00.Stranger Things.
Extraña es la persecución emprendida por los progres posturales hacia los disidentes que suponen una amenaza por su criterio liberal. No verán a éstos emprender represalias contra los sumisos de los organigramas partidistas de la derecha, sino solo contra aquellos que cuentan con cierta autonomía y saborean la libertad.
A Díaz-Ayuso hay que sumar a un Martínez Almeida, alcalde de Madrid, que ha sido llevado a los tribunales por un letrado vinculado a un sindicato de izquierdas por negarse a reabrir los parques de Madrid. Así de surrealista, desesperada y amoral es la conducta socialista. Progresismo que se llena la boca hablando de la falta de solidaridad de los ricos, a la vez que enjuicia a Almeida o a Ayuso por repartir pizzas o sándwich a los madrileños… Lo que decía antes, el caso es llevar la contraria.
Una crítica maquinada por la izquierda más chapucera de los últimos tiempos, que ha aprendido de las malas praxis de Felipe González. Actitudes sectarias llenas de manifiestos injuriosos que el expresidente puso en ejercicio emplazando al poder mediático para desprestigiar al gobierno de Aznar cuando este, de manera sorpresiva, le arrebató las llaves de La Moncloa en el año 1996, y que Pedro J. Ramírez relata en su libro El desquite. Se tata de un comportamiento inquisidor que pretende marcar a todo aquel que no les baila el agua, una actitud que se refleja en periódicos “serios” en los que se destaca el color del voto de empresarios como Kike Sarasola, -que ha saltado a la palestra por la polémica de la habitación de uno de sus hoteles en la que está hospedada Ayuso-, como si esto fuera relevante para relatar la información.
Ni son del pueblo, ni son demócratas, y tampoco de izquierdas. No llegan ni a sucedáneo de lo que predican
Esta izquierda no me genera respeto. Una con la que no me iba ni a la vuelta de la esquina. Progres edulcorados que critican una manifestación contra el Gobierno en el barrio de Salamanca, la cual se está extendiendo por toda la metrópolis y por otras urbes españolas (parece que España está llena de cayetanos) a la par que mantienen un silencio cómplice por la convocatoria de una concentración a favor de la excarcelación de un asesino de ETA en Navarra.
¿Es que ahora el fuero está más al oeste y el contagio es menos probable que en Madrid? Ya se empiezan a palpar los efectos de la nueva normalidad. No tiene sentido. La novedosa anormalidad del falso progresismo me produce estupor. Irrealidad de los que califican de pijos a los que acudieron a la marcha celebrada en la capital cuando uno sus cabecillas vive en esa misma zona como Pablo Echenique, o de personajes con complejo de payaso insípido como Pablo Iglesias que reside en un chalé en una de las zonas más adineradas. Para colmo, también se sumó a ese linchamiento sectario, el mileurista que se endosa cada mes 8.000 euros, Gabriel Rufián. Ya no cuela. Se han quitado la careta… Ni son del pueblo, ni son demócratas, y tampoco de izquierdas. No llegan ni a sucedáneo de lo que predican.
Su único sino es abrirse paso en esa clase de la que despotrican mientras renuncian a sus valores queriendo ser los únicos que controlen la riqueza. Estamos asistiendo al funeral de la izquierda real, -que ironía que pereciera la semana pasada Julio Anguita-, y al nacimiento del progresismo de pacotilla. El mismo que a modo de oxímoron se parapeta en la democracia para quitarnos libertades llenándose la boca con solidaridades ficticias mientras millones de españoles moribundos esperan las ayudas prometidas por el Gobierno, o persiguen a los libres idealistas, envidiados por no estar sujetos a la nueva anormalidad.