Ramo de flores con los colores de la bandera de España. /HO
Ramo de flores con los colores de la bandera de España. /HO

Sí, España tiene miedo. Mucho. Y desde hace demasiado tiempo. Y, lo peor, es que muchos se han acostumbrado y aceptan que lo normal es vivir así. Quizás porque uno de los efectos que causa el miedo es la parálisis.

Decía Pérez-Reverte que en España hay hoy más censura y autocensura –salvo en el plano político- que durante el franquismo. Que ahora, nuestro peor censor somos nosotros mismos, que valoramos pros y contras antes de dar nuestra opinión. Y callamos ante el temor de que nos llamen fascistas, franquistas y demás lindezas.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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España tiene miedo. Tiene miedo a su historia, cuando es una de las más gloriosas de todos los tiempos. Tiene miedo a volver a sí misma, a sus costumbres, a sus tradiciones, a sus creencias, porque le han hecho creer que eso es incompatible con vivir en el presente y mirando hacia el futuro.

Cuando ha tratado de reivindicar su rica herencia, la han llamado nostálgica, casposa, trasnochada y de pandereta. Y España ha callado mientras permitía que la colonizaran con costumbres que nada tiene que ver con ella.

Cada vez, son más los españoles que no se callan, que les trae al pairo lo que digan de ellos y que opinan libremente, suene bien o mal a los oídos de los ofendiditos. Y esto no lo pueden tolerar

España tiene miedo a aplicar la autoridad y la ley por el temor a que la llamen autoritaria. España, muchas veces, es fuerte con los débiles y débil con los fuertes.

España tiene miedo a decir lo que piensa. En nuestro país se ha logrado eliminar de tal modo la disidencia, que al que se sale del guión preestablecido se le llama inmediatamente al orden, colgándole todo tipo de sambenitos: racista, fascista, homófobo, machista, machirulo, opresor, intolerante.

Y, ante esto, muchos han optado por el  silencio, por agachar las orejas y por no salirse del camino que les han marcado.

En España hay miedo, mucho miedo. Los censores del régimen son de gatillo fácil para cubrirte de improperios en el momento en el que oses cuestionar cualquiera de los dogmas que ellos han impuesto. Te mirarán con sorna y burla, con incredulidad, como se observaría a un neardenthal que estuviera paseando por el centro de una gran ciudad. Te señalarán, cuchichearán a tus espaldas y te difamarán. Todo, para que no te atrevas a volver a salirte del camino que ellos tan celosamente custodian y marcan.

Pero, últimamente, estos censores de lo políticamente correcto están preocupados, rabiosos y desconcertados, porque han comprobado que, cada vez, son más los españoles que no se callan, que les trae al pairo lo que digan de ellos y que opinan libremente, suene bien o mal a los oídos de los ofendiditos. Y esto no lo pueden tolerar.

Cada vez hay más españoles que muestran el sano orgullo por su bandera, por su historia, por sus gentes y por sus tradiciones. Y lo hacen sin temor al futuro y sin anclarse en el pasado. Los intolerantes – a los que se les reconoce con facilidad, porque son precisamente los que más hablan de tolerancia- tratan por todos los medios de devolver a esas ovejas descarriadas a su redil, pero cada vez con menos éxito.

Y así va a seguir siendo, porque parece que España despierta y deja atrás sus miedos.

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