Personas paseando por Madrid en plena crisis del coronavirus. /EFE
Personas paseando por Madrid en plena crisis del coronavirus. /EFE

“El confinamiento fue una medida provocada por el pánico y estoy convencido de que la historia determinará que intentar controlar el Covid-19 mediante el confinamiento fue un error monumental a una escala global, la cura que fue peor que la enfermedad”. ¿Otro cansino negacionista de gorrito de papel de plata comentando desde un oscuro blog con fondo negro?

No exactamente. El profesor Mark Woolhouse, experto en enfermedades infecciosas de la Universidad de Edimburgo, es uno de los asesores oficiales del Gobierno británico, que ha impuesto uno de los regímenes de confinamiento más estrictos -y ruinosos- de los países de nuestro entorno. Pero ha elegido un mal día para arrepentirse y sincerarse en una explosiva entrevista concedida al diario británico Daily Express.

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En su reciente comparecencia, el presidente Pedro Sánchez ha tirado balones fuera pasándoles el muerto -disculpen el involuntario y macabro juego de palabras- a las comunidades autónomas

En nuestro país hemos tenido también una de las experiencias de confinamiento universal más duras y prolongadas, también con resultados patéticos: no solo hemos logrado defenestrar nuestra economía hasta extremos aún difíciles de calibrar y de deteriorar nuestro régimen de libertades, sino que, en el terreno sanitaria, hemos logrado un récord de contagios, de hospitalizaciones y de muertes. Lo que se llama un pleno al quince.

El peligro de que se repita el error no ha pasado, al contrario. En su reciente comparecencia, el presidente Pedro Sánchez ha tirado balones fuera pasándoles el muerto -disculpen el involuntario y macabro juego de palabras- a las comunidades autónomas que, si una conoce a sus gobernantes, rivalizarán por ver cuál es la más estricta y totalitaria en su ‘lucha contra la segunda ola’.

“El daño que está haciendo el confinamiento… acabará siendo al menos tan grande, si no mayor, que el causado por la Covid-19”

El propio Woolhouse votó por aplicar el confinamiento por un breve periodo, esperando con ello ganar tiempo para diseñar un plan más eficaz. Pero ahora admite que fue una medida “grosera” que adoptaron porque “no se nos ocurrió nada mejor”.

“No quiero volver a ver otro confinamiento general en mi vida”, dice ahora el profesor. “El daño que está haciendo el confinamiento… acabará siendo al menos tan grande, si no mayor, que el causado por la Covid-19”.

En cuanto a lo que hoy es uno de los motivos centrales de preocupación de los padres españoles -la apertura o no, o cómo, de los colegios-, Woolhouse también tiene mucho que decir. Para el profesor, cerrar las escuelas “no es la solución más sensata desde el punto de vista epidemiológico”. Si hay que centrar la atención y las precauciones en alguna parte, ese lugar es donde se concentran los sujetos más vulnerables a la enfermedad, es decir, en los centros de mayores, y no donde está el grupo de población más inmune a la pandemia, según todos los datos manejados hasta ahora, los menores.

Lo peor es que su gobierno -como el nuestro- sigue sin tener otra estrategia para volver a la vida normal que esperar a la vacuna

Todos hemos oído al Gobierno excusar todas sus tropelías escudándose en “los expertos”. El Ejecutivo, no se cansaba de repetir Sánchez, no hace otra cosa que lo que recomienda la Ciencia, así, con mayúsculas, y no es casual que a todo el que discute las flagrantemente contradictorias medidas se le moteje de ‘negacionista’.

El Gobierno británico hace exactamente lo mismo, para hilaridad de Woolhouse, que conoce bien los entresijos de la toma de decisiones respecto a la pandemia. El profesor asegura que se tomó una medida apresurada y poco meditada, sin pararse a pensar en sus desastrosos efectos sobre otras condiciones sanitarias, la educación, la economía o los servicios públicos. Lo peor es que su gobierno -como el nuestro- sigue sin tener otra estrategia para volver a la vida normal que esperar a la vacuna. Eso, dice Woolhouse, no es una estrategia, sino una esperanza.

Lo único que cabe hacer ahora, cuando la pandemia da indicios de perder virulencia y letalidad, es regresar lo antes posible a la normalidad y tratar de reparar lo antes posible los terribles daños que ha causado, no la enfermedad, sino la reacción histérica, sin precedentes, sin base científica seria y sin pensar en las consecuencias que han adoptado casi todos los gobiernos.

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