Un operario del Ayuntamiento de Madrid desinfecta las calles durante la fase 0 de desescalada del estado de alarma por el coronavirus / EFE
Un operario del Ayuntamiento de Madrid desinfecta las calles durante la fase 0 de desescalada del estado de alarma por el coronavirus / EFE

«España se ha visto muy afectada por el COVID-19, con más de 300.000 casos, 28.498 defunciones confirmadas y alrededor de 44.000 muertes, al 4 de agosto de 2020. Más de 50.000 trabajadores de la salud se han infectado y casi 20.000 muertes en residencias de ancianos».

Así comienza la carta dirigida al director de la revista médica The Lancet, firmada por una veintena de especialistas en Salud Pública y Epidemiología españoles que comparten un manifiesto por el que se pide se establezca con urgencia una comisión de expertos nacionales e internacionales que ejecute «un examen imparcial» de la gestión de la pandemia centrándose en las actividades del Gobierno Central y de los gobiernos de las 17 comunidades autónomas. 

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Esta carta ha sido refrendada por un grupo importante de Sociedades Científicas Médicas españolas y la Facme (Federación de Asociaciones Científico Médicas Españolas), apoyada también con una nota por el Comité de Bioética de España que señala que «dicha evaluación no solo es científicamente necesaria…, sino que, además, es éticamente exigible, en garantía fundamentalmente de los principios éticos de no maleficencia y justicia»…, con la mirada puesta en identificar las «debilidades y fortalezas y las lecciones aprendidas». La propuesta publicada en ‘The Lancet’ plantea una auditoría externa al Servicio Nacional de Salud que se centre en tres áreas principales: gobernanza y toma de decisiones; asesoramiento científico y técnico; y capacidad operativa.

España está en un punto lamentable a nivel mundial de las consecuencias de la pandemia de la COVID-19 originada por el coronavirus SARS-CoV2

Y a la pregunta de cómo es posible que hayamos llegado a la situación actual en un país con una sanidad puntera en el mundo, con múltiples rebrotes y centenares de infectados cada día, denuncian una serie de hechos, como la falta de preparación para una pandemia, con sistemas de vigilancia débiles, escasez de las pruebas de PCR, deficiencias de equipos de protección personal y de cuidados intensivos, una reacción tardía, una escasa coordinación de las autoridades centrales y regionales, lentos procesos de toma de decisiones, escasa dependencia del asesoramiento científico, una elevada movilidad y migración de la población, el envejecimiento de la población, la existencia de grupos vulnerables que experimentan desigualdades sociales y de salud y la falta de preparación en las residencias de ancianos. 

Una crisis sanitaria sin precedentes en nuestro país, que podría haber sido mucho menor de haber contado con tres factores fundamentales: un “verdadero comité de expertos científicos”

Todos y cada uno de los puntos anteriores constituyen causas más que suficientes para explicar el hecho de que España esté en un punto lamentable a nivel mundial de las consecuencias de la pandemia de la COVID-19 originada por el coronavirus SARS-CoV2. Una crisis sanitaria sin precedentes en nuestro país, que podría haber sido mucho menor de haber contado con tres factores fundamentales: un “verdadero comité de expertos científicos”, que hubieran orientado las acciones de los responsables políticos, una “buena información”, sin ocultar a la población los datos reales de los afectados y fallecidos y las imágenes de los féretros en las morgues de los hospitales o dependencias improvisadas para recibirlos, y mucha “responsabilidad personal”, de la que los españoles han dado muestra en la medida de la educación personal y la información recibida.

Sin estos tres ingredientes y con un gobierno dedicado a maquillar los hechos y más preocupado de su situación política y de su imagen que de la salud de los españoles, es fácil entender lo que está pasando en España y no pasa en Italia, Portugal o Grecia, por referirnos solo a los países de nuestro entorno más próximo.

Las lamentables consecuencias saltan a la vista, con una crisis social y económica sin precedentes y con un retroceso en el desarrollo logrado en las últimas décadas

Pero si nos vamos a lugares más lejanos podemos encontrar ejemplos de cómo se pueden hacer las cosas mucho mejor que en España. Así, Corea del Sur, Japón o Nueva Zelanda, entre otros, constituyen buenos ejemplos de una gestión política sanitaria inteligente y bien asesorada científicamente. En estos países se tuvo claro desde el principio que la manera de atajar la expansión de la pandemia pasaba por reforzar los centros de salud con equipos humanos y materiales suficientes y con un buen control de los primeros casos, con aplicación de test de PCR masivos, y actuaciones rápidas de evaluación de las personas con COVID-19 y rastreo de sus contactos, “hacia atrás”, para identificar cada fuente de los casos que aparecían, y “hacia adelante” para identificar otros contactos cercanos de esa fuente.

El asesoramiento científico adecuado con verdaderos expertos en enfermedades infecciosas, epidemiólogos, microbiólogos, inmunólogos y genetistas, que orienten las actuaciones y los problemas que se han de resolver para conocer mejor y acorralar al nuevo patógeno en su tendencia expansiva, es una necesidad primaria tan olvidada por los responsables políticos de nuestro país como de la previsión de los medios suficientes. Las lamentables consecuencias saltan a la vista, con una crisis social y económica sin precedentes y con un retroceso en el desarrollo logrado en las últimas décadas.

Y en este momento, ¿qué se debe hacer?, ¿cómo evitar que el virus siga expandiéndose? Pues, por lo menos escuchando a quienes han hecho las cosas bien y haciendo caso a los científicos que reclaman con urgencia una comisión de expertos nacionales e internacionales que ejecute «un examen imparcial» de la gestión, y cuanto antes poner la carne en el asador para gestionar lo mejor posible la etapa de la “nueva normalidad”, que cada vez se parece más a la aparición de hace cinco meses de la COVID-19 en España.

En la actualidad se están desarrollando más de 90 vacunas contra el SARS-CoV2, incluso con tecnologías nuevas, principalmente por equipos de investigación y compañías privadas en todo el mundo

Es decir, mantener a cero la propagación del virus evitando la introducción de nuevas infecciones a través de los aeropuertos y fronteras; utilizar los test masivos de PCR para identificar y extinguir cada nuevo brote utilizando todas las medidas de control que tenemos a nuestra disposición, incluido el rastreo y la gestión de casos y contactos, la cuarentena un par de semanas de los infectados; el distanciamiento físico y la utilización masiva de las máscaras.

No debemos confiar únicamente en la solución de las vacunas, que sin duda llegarán, pero no tan pronto como sería de desear. Su necesidad es evidente, pero deben llegar cuando sean seguras y de eficacia probada. En la actualidad se están desarrollando más de 90 vacunas contra el SARS-CoV2, incluso con tecnologías nuevas, principalmente por equipos de investigación y compañías privadas en todo el mundo. Hay al menos ocho estrategias diferentes para crear los antígenos que provoquen una reacción inmunitaria semejante a la que se provocaría frente al propio virus, que incluyen la administración de virus inactivados o debilitados, vectores virales, ADN o ARN con instrucciones de creación de proteínas del SARS-CoV2, o directamente las proteínas o parte de ellas.

Desde que se obtuvo la secuencia completa de las cerca de 30.000 bases nucleotídicas del genoma de ARN del SARS-CoV2, compartidas online el 11 de enero, los investigadores han secuenciado cerca de 32.000 genomas virales en todo el mundo

Algunas de estas estrategias son nuevas y requieren tiempo de investigación, otras siguen procesos habituales y ya se han ensayado en animales de laboratorio e incluso en voluntarios humanos, pero falta lo más importante, saber si realmente crean anticuerpos efectivos contra el SARS-CoV2, regular las dosis de seguridad, y demostrar su efectividad en las personas. Es decir, lo que habitualmente serían años de estudio en los ensayos clínicos a partir de la fase II qu, un tanto arriesgadamente se pretende reducir a meses.

Por último, no hay que olvidar las investigaciones de las características genéticas y genómicas del propio virus. Desde que se obtuvo la secuencia completa de las cerca de 30.000 bases nucleotídicas del genoma de ARN del SARS-CoV2, compartidas online el 11 de enero, los investigadores han secuenciado cerca de 32.000 genomas virales en todo el mundo. El rastreo epidemiológico mediante una genómica comparada, constituye una herramienta poderosa para identificar los brotes hacia atrás hasta su origen por lo que es particularmente relevante para la situación actual, en que se debería trazar el origen de los rebrotes actuales. 

A medida que el SARS-CoV-2 se ha ido extendiendo por diferentes regiones de todo el mundo, la cepa original ha ido evolucionando por mutaciones sucesivas, dando lugar a diferentes linajes con pequeñas diferencias a medida que se expandía.

El interés para identificar los brotes es enorme, ya que, al comparar las secuencias, los investigadores pueden descartar rápidamente posibles líneas de transmisión si dos secuencias no coinciden, o vincular casos que sí lo hacen.

Toda una serie de aportaciones de la ciencia que de tenerse en cuenta pueden favorecer el conocimiento de lo que está pasando y fortalecer el servicio sanitario frente a los nuevos rebrotes y de la pandemia ocasionada por el SARS-CoV2, u otras nuevas oleadas ocasionadas por este virus u otros en el futuro.

Nicolás Jouve, Catedrático Emérito de Genética, Presidente de CíViCa (Asociación miembro de la Federación europea One of Us) y vocal del Comité de Bioética de España.

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Doctor en Biología, Catedrático Emérito de Genética, Presidente de CiViCa, Ciencia, Vida y Cultura. Consultor del Pontificio Consejo de la Familia. Pertenece a diversos comités de Bioética. Autor de varios libros de divulgacón científica y de bioética. Participa en másteres, cursos, conferencias, publicaciones y medios de comunicación.