Ojalá pasase en España lo que ha ocurrido en Francia. No hablo de las elecciones a doble vuelta ni de la idiosincrasia social gala, sino del paradigma político que rodea al Elisio.
Mientras en nuestro país una extrema izquierda se ha apoderado del relato colectivizando y fragmentando la realidad, en París han adoptado lo que debería haber sido y no fue en todo el mundo. La desaparición de los partidos socialdemócratas y la sustitución de su clásica rivalidad con los partidos de derechas por la heterodoxia de los liberales. Moderación.
Una tranquilidad que ha contagiado a la propia Marine Le Pen, que se ha visto obligada a blanquear su discurso para tener opciones de abrir la puerta del palacio presidencial. La ciudadanía francesa ha sabido leer el panorama actual sin caer en la trampa de los juegos cainitas del movimiento ‘woke‘ en nuestra patria. Mientras en otros países la izquierda ha conseguido calar en la mente del votante transformando su discurso socialdemócrata en un conglomerado de fobias y divisiones para diversificar la extinta lucha de clases, en la nación de la marsellesa han sido más inteligentes y no han terminado de comprar todos esos packs ideológicos. Tanto es así que en su idiosincrasia política, Emmanuel Macron ha conglomerado muchos votos de la izquierda y de los moderados con un discurso anti islamista, o desafiando a corrientes como la del lenguaje inclusivo.
Aquí, en España, nuestra ciudadanía vota en masa a todos los que abogan por la división en lugar de por la unión, alquilando el mensaje a los acreedores de la manipulación. Confiamos en el lenguaje inclusivo, defendemos a ultranza la falsa integración de parte de la población musulmana, o denunciamos la propuesta de algún partido relacionada con la expulsión de los inmigrantes ilegales.
Por eso en España el PSOE nos gobierna y en Francia los socialistas han tenido que vender su sede por culpa de su irrelevancia política. A ver si se nos pega una pizca del espíritu afrancesado.
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