El pasado mes de diciembre se ha publicado un libro con el título de García escrito por Rafael Carriegas del que, en estos tiempos de desmemoria de la reciente historia de España, no puedo por más que aconsejar su lectura. Mientras, eso sí, algunos retroceden a la llamada memoria histórica o democrática de lo que sucedió -o se dice que sucedió- hace casi un siglo, sin importarles en absoluto lo ocurrido en nuestro pasado más reciente.
El autor es hijo de Modesto Carriegas Pérez candidato de Unión Foral del País Vasco (intregrada, entre otros partidos, por AP) en las elecciones al Congreso de los Diputados por Vizcaya en 1979. En enero de ese año, pocas semanas antes de las elecciones, fue objeto de un atraco en su oficina del Banco Hispano Americano y posterior secuestro trasladándole en tren desde Baracaldo a Bilbao hasta que definitivamente huyeron los etarras asaltantes, no sin antes avisarle que en el plazo de dos horas no informara de su liberación.Desgraciadamente el 13 de septiembre fue asesinado recibiendo cuatro tiros en el portal de su casa cuando salía a trabajar.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraA su hijo Rafael he tenido la fortuna de conocerle personalmente, más allá de nuestra común afiliación a AP (PP) en el País Vasco. Con motivo de la presentación de Jaime Mayor como candidato a Lehendakari en las elecciones al País Vasco de 2001, quedó vacante la plaza de diputado y le sustituyó, permaneciendo en el Congreso hasta enero de 2004. En ese período, entre otras responsabilidades parlamentarias, fue vocal de la Comisión de Trabajo y Asuntos Sociales de la cual yo era portavoz lo que me dio la oportunidad de conocer el rigor, la profesionalidad (dicho sea en el mejor sentido de la palabra), la coherencia, los principios y el buen hacer de Rafael en iniciativas fundamentalmente en materia de fomento de empleo o sobre regulación del tiempo de trabajo. También perteneció a otras comisiones, especialmente, como vocal de la subcomisión sobre las víctimas del terrorismo. En su labor como diputado acreditó su preparación y hombría de bien.
Ahora, con su libro al que no me atrevo a llamar novela, ni documental, ni obra histórica quizá porque es todo eso y más, nos reafirma -en su condición de víctima del terrorismo etarra- sus valores, cualidades y su compromiso con la dignidad humana, la justicia y la verdad.
El argumento y eje fundamental es el secuestro de un mero funcionario del Estado, García, que se produce en Burgos lugar que relaciona con Briviesca pueblo natal del secuestrado (lugar donde Rafael vivió años trabajando en su sucursal bancaria) y lo contextualiza en el sufrimiento tanto del secuestrado -con obvias connotaciones del terrible y larguísimo secuestro sufrido por el admirable Ortega Lara- como de su familia, enlazando con la historia de un infiltrado en ETA, con comandos terroristas y sus formas de actuación. Ciertamente muestra rigor en el conocimiento de lugares y hechos ocurridos en la realidad y lo hace con una prosa de muy fácil lectura. Nada más diré desde la perspectiva literaria pues el libro merece ser leído y no mal desvelado por mi, lo que no me priva que haga alguna consideración que entiendo oportuna e importante.
Creo que, desafortunadamente, todos somos conscientes del abandono, si no olvido, de las víctimas del terrorismo. Desde luego los datos estadísticos de nuestra juventud en relación al conocimiento de la realidad sobre la angustia, sufrimiento y muerte vivida por tantas inocentes víctimas de ETA (y otros terrorismos) no reconfortan en absoluto a los afectados y a cualquier persona con un mínimo de dignidad.
Sin embargo, siendo ello muy grave, lo debemos enmarcar en un escenario peor donde los herederos políticos y etarras con penas cumplidas -pero no arrepentidos- resultan ser ahora coparticipes de la gobernación de la España que quieren destruir. A ello se suma todo un proceso de blanqueamiento de ETA de sus males y de sus asesinatos, la reinvención de lo que históricamente pasó, el escribir un relato diferente y equidistante entre el torturador y víctima como si fueran equiparables y, por lo tanto, los terroristas no fueran culpables.
Sumen los apoyos gubernamentales, los de muchos partidos políticos y los de algunos medios de comunicación, así como la excarcelación del sanguinario Troitiño (¿tal vez un nuevo Bolinaga?), la política penitenciaria y entenderemos sin duda la importancia de conocer la verdad de lo que sucedió.
Perdonarán mi licencia de aludir a cuestiones personales particularmente en este mes de enero -máxime sabiendo que todos los meses y días del año existen otras tragedias a recordar por muchas personas que lo hacen casi en soledad-.
Me refiero al día 9 de enero de 2001 en que ETA colocó una potente bomba en el cementerio de Zarauz donde la dirección y afiliados del PP vasco nos reuníamos a conmemorar el asesinato de nuestro compañero, concejal de la localidad, José Ignacio Iruretagoyena asesinado tres años antes, que afortunadamente no llegó a explotar lo que hace posible que hoy pueda escribir estas líneas.
La otra fecha especialmente señalada para mi es el día 23 de enero de 1995 en que nuestro amigo y compañero Gregorio Ordoñez, Goyo, fue matado con un tiro en la nuca cuando comía. En este afán, en este intento de impedir dignificar a los verdugos, en este relato del dolor y la verdad, se enmarca y es necesario el libro de Carriegas escrito con tanta pasión como carencia de odio y amor por la verdad.
En él, en García, Rafael Carriegas ha dejado impresa su alma doliente como si él mismo hubiera sido el secuestrado, cual tantas víctimas inocentes y anónimas se identifican, cual ha sido la realidad donde el nacionalismo vasco y gran parte de la sociedad vasca -como en él se describe- han claudicado cuando no apoyado, consentido o beneficiado al terrorismo, a ETA.
Ante tanta desmemoria, olvido e injusticia García es un soplo, duro, pero de aire puro y fresco, léanlo.