A estas alturas, recordar que para el próximo domingo, 13 de junio, a las 12:00, se ha convocado una de las concentraciones más importantes de nuestra Historia reciente, en la madrileña plaza de Colón, podría resultar reiterativo. Pero hay citas que merecen doble remarque en rojo en nuestros calendarios.
La plataforma convocante, Unión78, presidida por Rosa Díez, persigue un doble propósito. Por una parte, hacer visible el rechazo de la inmensa mayoría de los españoles a la concesión de los indultos a unos delincuentes, y por otra, respaldar al Poder Judicial en cuanto atañe a la firmeza que –hasta el momento- parece mantener frente a la apisonadora del Ejecutivo socialcomunista.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEn el fondo, ambos objetivos confluyen en uno mismo: la defensa del Estado de Derecho, que pasa, indefectiblemente, por el respeto y el acatamiento de la Ley.
Hay motivos sobrados
Que hay que ir a Cólon, está claro. Los motivos son sobrados.
Hay que ir a Colón, por la convivencia. No la que el Gobierno en general y Sánchez en particular ha caricaturizado hasta lo grotesco, con toda clase de piruetas verbales que revelan lo absolutamente memos que nos considera, sino por aquella real, que sólo puede nacer de la observancia de la ley. Según las tesis sanchistas, coreadas al unísono por sus palmeros, la convivencia se reforzaría, precisamente, con la vulneración de las normas. Esto es, con la trampa. Así, para el socialismo de hoy, jugar una partida de cartas con alguna bajo la manga, implicaría mantener la convivencia en el juego, mientras que lo contrario no sería sino auspiciar un aire vengativo y revanchista entre los participantes. PSOE puro, sin duda.
Hay que ir a Colón, por los compatriotas que viven asfixiados bajo la bota totalitaria del independentismo. Y es que los indultos no dejan de ser sino una (otra más) bofetada sin manos, que el Estado propina sobre el rostro de los miles de catalanes que, día a día, dan la cara por vivir en libertad dentro de sus propias fronteras. Habiendo sido abandonados a su suerte por los grandes partidos que han gobernado España en las últimas décadas, su único asidero son las distintas sentencias que actúan como bomba de oxígeno para vivir entre el irrespirable aire nacionalista. Dinamitar la sentencia que condena a los golpistas con la concesión de los indultos, implicaría fulminar su principal conducto de supervivencia.
Hay que ir a Colón, para exigir la división real de los poderes del Estado. Porque, desde que el felipismo (de nuevo, el PSOE) sometió el Poder Judicial a la conveniencia de los enjuagues políticos, la longa manus de los partidos no ha hecho sino ahondar en la perversión de nuestro sistema. Eso que los socialistas y nacionalistas (valga la redundancia) llaman “judicializar la política”, no es sino hacer prevalecer la Ley frente a sus fermentados mejunjes.
Y no les gusta, porque con demasiada frecuencia deja en evidencia sus artimañas para sojuzgar la norma a su voluntad, en lugar de acomodar su voluntad a la norma. En última instancia, la concesión de los indultos es una bravuconada socialista, con la que, de facto, el Poder Ejecutivo avisa (podríamos decir, amenaza) al Judicial de que aquí, el que manda, es él, y sólo él. Útil peldaño para su escalada totalitaria.
Hay que ir a Cólon, porque los intereses de un partido nunca pueden estar por encima de los de la Nación. Y esto, que es una premisa básica para la subsistencia de una comunidad política, y que es compartido, aceptado, defendido e impulsado por cualquier país normal y civilizado, en la España del PSOE hay que salir a reivindicarlo. No olvidemos que, más allá de cualquier lectura respecto de lo que implican los indultos (ya sea a nivel político, jurídico o comunicativo), estos sólo responden al mero, único y frívolo interés de Pedro Sánchez por asegurarse los apoyos de ERC para mantenerse en la Moncloa. No hay más. La mona, con su seda, su lazo y hasta su tutú, mona se queda. Ni convivencia, ni diálogo, ni revanchismo, ni frentismo. Puro y simple interés de partido. Aunque haya que vender el alma al diablo.
A pesar de todo, habrá quien dude si conviene o no ir a Colón. Porque si la foto, si qué dirán, que si no conviene hacer ruido.
A aquellos, les invito a recordar la sonrisa sádica de Sánchez; el tono de institutriz de Carmen Calvo dándoles lecciones de cómo ser o no demócratas; las palabras atropelladas de Ábalos saliendo de su sátira boca; a los policías apaleados en 1 de octubre por las turbas golpistas y el grito de socorro de muchos pequeños comerciantes catalanes; a los independentistas riéndose de todos nosotros con su “ho tornarem a fer”. Que resuene en sus oídos el pitido de Echenique dando la bienvenida a quienes se suman a los parabienes de los indultos; la voz de Adriana Lastra diciendo que no apoyar al Gobierno es fomentar la confrontación. Contemplar a Iglesias, feliz en su mansión, viendo cómo lo que él defendió primero, está saliendo según había previsto.
No cabe duda. Hay que ir a Colón.