
“Alguien debería pedir perdón a la Comunidad de Madrid. Y yo soy uno de ellos”. Esta frase fue pronunciada por el vicepresidente de Castilla y León, Francisco Igea. Un inusual gesto de honradez intelectual en nuestra clase política que, sin duda, honra al político castellano leonés.
No lo tenía fácil Ayuso. La estrategia diseñada por Iván Redondo, el malévolo Spin Doctor que guía los pasos de Sánchez, era clara: las comunidades autónomas tenían que corresponsabilizarse de la gestión de la pandemia. Y es que el gobierno socialista no podía cargar sobre sus hombros la pesada carga de la gestión del COVID-19. Había que demostrar que los gobiernos de la derecha eran tan incompetentes, o más, que el gobierno de Pedro Sánchez.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraUna vez más el storytelling y la estrategia del Rasputín de la Moncloa apuntaba al éxito. La situación de Madrid en septiembre era lo suficiente complicada para que Pedro Sánchez tuviera la ocasión de salvar a los madrileños de las garras de la malvada presidenta responsable de los recortes en Sanidad y que, para mayor colmo de males, gobierna la comunidad apoyada por las tenebrosas fuerzas de la ultraderacha.
Pero esta vez al amigo Redondo le salió el tiro por la culata. Ayuso no solo no se achantó, sino que plantó cara al gobierno y apostó de forma decidida por aplicar su solución: hacer muchos tests de antígenos y cerrar solo las zonas sanitarias con niveles de incidencia más altos. Y permitir que el resto de los que vivimos en Madrid hagamos la vida lo más normal posible.
El resultado está siendo muy positivo. Madrid es hoy la comunidad autónoma de la España peninsular que tiene el nivel de incidencia de coronavirus más bajo. Y es la que menos ha restringido las libertades de los ciudadanos y, consecuentemente, la que ve su economía menos deteriorada. Tan exultante está Ayuso que se ha permitido darse un paseo triunfal por Barcelona y ser vitoreada por los hosteleros de la ciudad condal, arruinados tras las semanas de cierre impuestas por el gobierno separatista catalán.
Quizá sea el momento de convocar elecciones en la Comunidad de Madrid y formar un gobierno sin depender de los votos de un socio de gobierno tan poco fiable
La gloria de Ayuso contrasta con el espantoso ridículo protagonizado por su vicepresidente y socio preferente de gobierno, Ignacio Aguado. No recuerdo haber visto en los últimos años una actuación más desleal y desafortunada que la del joven prócer madrileño. Aguado no solo se permitió criticar públicamente la actuación de la que, a fin de cuentas, es su jefa. Sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo, ni probablemente recabar asesoramiento técnico alguno, desfiló por todas las emisoras de la capital del reino pidiendo un confinamiento total de seis semanas. Haría bien en seguir los pasos de su compañero castellano leonés y pedir disculpas a Ayuso.
En cuanto a Rocío Monasterio, la líder de VOX ha sido mucho más leal a Isabel Diaz Ayuso que el líder regional de Ciudadanos. Y eso a pesar de que VOX apoyó la investidura de la presidenta madrileña, pero no forma parte de la coalición de gobierno. Seguramente se deba a que Rocío Monasterio antes de dedicarse a la política ha sido empresaria. Y sabe lo que cuesta pagar nóminas y seguros sociales. Y es capaz de comprender el drama que hubiera sido para miles de pequeños empresarios madrileños verse privados de la posibilidad de abrir sus negocios.
Visto lo visto, harían bien Isabel Diaz Ayuso y el conjunto del Partido Popular en replantearse sus alianzas. Quizá sea el momento de convocar elecciones en la Comunidad de Madrid y formar un gobierno sin depender de los votos de un socio de gobierno tan poco fiable.
Ayuso no debería infravalorar el riesgo que supone para ella seguir gobernando en las condiciones actuales. Si leyese el ingenioso ensayo Alegro ma non tropo del célebre profesor italiano Carlo Maria Cipolla, se daría cuenta de que corre un riesgo muy grave.
Y es que, según Cipolla, “las personas no-estúpidas siempre subestiman el potencial dañino de la gente estúpida; constantemente olvidan que, en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia, asociarse con individuos estúpidos constituye invariablemente un error costoso.”
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