La 'religión climática' pretende la destrucción de la economía de mercado
La 'religión climática' pretende la destrucción de la economía de mercado

“Se dice, se repite machaconamente, que la atmósfera del planeta Tierra se calienta porque las emisiones de dióxido de carbono (CO2) de origen humano crecen, y eso produce un efecto invernadero que calienta la atmósfera. Sencillo, ¿verdad? El único problema es que no es cierto”. Esta es una de las ideas con las que arranca ‘Crimen de Estado’, el último libro de José Ramón Ferrandis Muñoz. 

La obra, editada por el Centro Diego de Cobarrubias, es un compendio de datos, estudios y estadísticas para desenmarscarar las mentiras del mal llamado ‘cambio climático’ y todo lo que realmente se esconde detrás. “Las razones científicas que sustentan la teoría del calentamiento global son insostenibles, pero hay que demostrarlo”, asegura el autor, quien concede una entrevista a Actuall para hablar del asunto.

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Hemos visto diversas denominaciones para un mismo fenómeno. ¿Por qué han cambiado el nombre desde el original ‘calentamiento global’ al más reciente y actual ‘cambio climático’’? 

Han pasado de ‘calentamiento global’ a ‘cambio climático’ sencillamente porque las temperaturas no se incrementan, al menos entre 2000 y 2015 y entre 2016 y 2021, hasta febrero de ese año, que es hasta cuando he dispuesto de datos. Llamar ‘Calentamiento Global’ cuando algo no se calienta es demasiado, incluso para los partidarios del calentamiento global originado por el hombre, así que lo cambiaron. Y ahora estamos en este sinsentido: hemos (han) caído en la tautología; el clima cambia per se, por definición. Siempre cambia. Decir eso es como no decir nada, pero están pillados, porque denominar a la nada “disrupción climática” es demasiado, incluso para ellos, los calentólogos, los progres, los socialistas de todos los partidos.

¿Cuál es la afirmación esencial, central, la clave de bóveda del argumentario de los calentólogos?

Se dice, se repite machaconamente, que la atmósfera del planeta Tierra se calienta porque las emisiones de dióxido de carbono (CO2) de origen humano crecen, y eso produce un efecto invernadero que calienta la atmósfera. Sencillo, ¿verdad? El único problema es que no es cierto. Y si no es cierto el elemento central, el constructo se cae. Por eso la Ciencia es tan ajena a este movimiento: porque la Ciencia no sustenta la hipótesis.

La pregunta fundamental al respecto se puede enunciar así: ¿Es el CO2 antropogénico el único responsable del calentamiento experimentado por la atmósfera terrestre? La respuesta es que no. Ni mucho menos. Y se comprueba fácilmente: según los datos disponibles, no, no hay correlación entre CO2 y temperaturas. Sus curvas divergen y no van en absoluto correlacionadas.

Como argumento fuerza subyacente se ha estado utilizando el llamado “Palo de Hockey”, que es un gráfico falso, sin fundamento empírico y sin base estadística consistente. Incluso tiene problemas de muestreo con el árbol clave, Pinus Aristata. Tan es así que incluso el Intergovernmental Panel on Climate Change, Organismo de Naciones Unidas, cuya única función es demostrar como sea la implicación humana (y sólo la humana) en el sedicente calentamiento, lo ha borrado de sus informes. Lo explico con detalle en el libro.

El CO2 tiene un efecto mínimo en la historia del calentamiento. Lo que pasa es que el CO2 es gravable, de donde se infieren recursos para el Estado. Han dado con la piedra filosofal. Los ecologistas jetas (en síntesis, ecolojetas) han encontrado la manera de obtener recursos para sí mismos (que colonizan el Estado por la vía de la intervención) al tiempo que destruyen la economía de Occidente, su vieja aspiración. Es un círculo que se retroalimenta: cuanto más la destruyen, más dependiente del Estado la hacen. Hay que quitarse el sombrero ante el hallazgo de estos farsantes.

Portada del libro «Crimen de Estado»

¿Podría explicarnos algo más acerca del culpable oficial, el CO2?

Como dice el clásico, le agradezco que me haga esa pregunta. El CO2 es solamente uno de los Gases de Efecto Invernadero (GEI en la jerga), es decir, que generan ese efecto de calentamiento. El vapor de agua supone el 95% de los GEI. Lógicamente, es el gran calentador, pero no se le menciona jamás porque no se puede utilizar como palanca de políticas energéticas. Simplemente está ahí, es el responsable del ciclo del agua y ahí seguirá, no sólo condicionando sino determinando todos los cambios del clima.

El CO2 es natural en un 97%. El antropogénico (el producido por el hombre) es, por tanto, el 3% del total. No tiene sentido atacar algo que es natural en tan altísimo porcentaje como si todo ello lo emitiera el hombre y que es tan despreciable en sentido estadístico … salvo que quieras destruir las economías …  occidentales acusando a ese gas (y sólo a ese) de algo que no le corresponde en absoluto.

Pero es que hay más: el CO2 es beneficioso: de no existir, la temperatura de la Tierra sería de -33°C. Además, permite la fotosíntesis, que es la nutrición de las plantas, la base de la cadena trófica. Sin las plantas no habría vida. Es, por tanto, vital, es el elixir de la vida.

Por último, los límites del calentamiento por CO2 están calculados. La implicación del CO2 en el calentamiento está muy cerca de sus límites máximos. Ya no puede incrementar la temperatura ni siquiera en 0,5 grados centígrados por mucho que se incremente su concentración. Se acaba el fenómeno. Cuando lleguemos a 500 ppm (partes por millón) de CO2, el efecto será de entre 0,005 °C y 0,11 °C. Si llegamos a 1.000 ppm, el efecto será de entre 0,17 y 0,33°C.

Parece estar claro. Vamos más allá: ¿qué metodología han utilizado los partidarios del calentamiento global? ¿Cómo se han manejado los datos? Se habla de trampas.

En 11/2009 fue descubierta una abierta y extendida manipulación de la información científica y de la presentación de los datos a la comunidad internacional.  Un hacker se introdujo en el seno de la Climate Research Unit (CRU) de la East Anglia University y ofreció a la luz pública el fraude científico que sus miembros habían elaborado.

Las pruebas extraídas se hallan en los intercambios de correos electrónicos producidos en esa Universidad. El escándalo consiguiente es conocido como Climategate. En esos textos (que en el libro se transcriben en inglés, su idioma original) se aprecia claramente cómo el calentamiento antropogénico es inexistente y cómo se intenta aparentar que sí existe. Hay una frase que uno de los tramposos dice al otro que es arquetípica: Hide the decline! Las temperaturas descendían y eso estropeaba el relato.

Se echó mucha tierra sobre el asunto, hasta ocultarlo en el silencio. Ellos son así.

Organizar un fraude de este tipo no es fácil. ¿Quién está detrás de todo esto?

Esta es una historia aleccionadora. En el libro explico los orígenes del movimiento. Al lector le será familiar el ECOSOC (United Nations Economic and Social Council), el United Nations Environment Program, El Club de Roma, la Conferencia de Río … pero el agente más relevante desde el punto de vista institucional es el IPCC, o Intergovernmental Panel on Climate Change. Es un organismo de Naciones Unidas cuya única función es demostrar como sea la implicación humana en el calentamiento de la atmósfera. El resto no le interesa, lo ignora. Además de esta institución madre podemos citar organismos nacionales y supranacionales de diversa condición, tanto públicos como privados. En el libro constan algunos de ellos, con extractos literales de sus estrategias.

Y finalmente, es obvio que los Gobiernos, los medios de comunicación, universidades, fundaciones y cenáculos de todo tipo refuerzan el mensaje apocalíptico de la más absoluta nada. Lo único cierto es la escasez de energía, sus altos precios consiguientes, su escasa fiabilidad, la dependencia de terceros poco recomendables y el negro futuro que nuestros preclaros líderes (por llamarlos de alguna manera) nos están propiciando.

Hace usted mucho hincapié en su libro en las diferencias entre Ciencia y Consenso. ¿Puede, por favor explicar un poco esto?

Desde luego. Aunque en el libro me explayo bastante para que quede completamente claro, es posible hacerlo con brevedad. La Ciencia opera de manera tasada, a través del llamado método científico. Y lo hace por refutación permanente, tras hipótesis. Si la realidad verifica la hipótesis, seguimos avanzando.

Esta forma de trabajar, que proporciona todas las garantías, es dejada de lado por los calentólogos porque no les sirve. Les sirve el consenso, que es algo político, y si me permite, cobarde. No hacen Ciencia, hacen Religión, religión climática, con sus dogmas, sus santos, sus sumos sacerdotes. Hay que creer sí o sí, sin pruebas. El que no lo haga u ose discrepar, al infierno civil en vida con él. Se le aparta, ningunea, despide o persigue, según.

A cambio de la no-Ciencia hablan de consenso. El consenso no es ni será nunca Ciencia. Es política. Y como no es contrastable, es Metafísica. De eso se trata al cabo.

Desde hace lustros venimos oyendo hablar de modelos matemáticos que, con toda certeza, nos adelantan cómo será el clima en el futuro: todos son acongojantes. ¿Son realmente ciertos estos modelos? 

Los calentólogos hacen uso incesante de la modelización de los comportamientos del clima al objeto de ganar credibilidad en los entornos en que se mueven. Los modelos que pretenden explicar y hasta anticipar el clima no funcionan. Nunca. Ni hacia el futuro ni, lo que es muy grave y los descalifica completamente, hacia el pasado, como se ha demostrado al cumplimentar sus patrones con datos fehacientes, contrastables con la historia de las mediciones. Si nunca se ajustan a la realidad del pasado y fallan incesantemente en sus predicciones, resulta que son mero atrezo. En el libro reflejo una frase de Will Happer, de Princeton: “Los modelos no han funcionado en el pasado, no funcionan ahora y es difícil imaginar cuándo lo harán en el futuro, si ello ocurre alguna vez”

Por otro lado, son imposibles de ajustar, dada la complejidad del fenómeno que se estudia: el clima. Si ni con los más potentes ordenadores pueden reproducir todas las condiciones que intervienen, cuánto menos su interactuación en el tiempo.

Los modelizadores han fracasado siempre, pero como son arrogantes, no lo reconocen. Y siguen.

En su libro menciona usted un enorme número de profecías incumplidas. No parece importarles, las siguen produciendo. ¿Es puro neomalthusianismo?

Desde el Siglo XIX, con Thomas Robert Malthus, las oscuras profecías han tomado carta de naturaleza. Todas, siempre, en todo momento y en cualquier sector, han fracasado, pero venden bien. Veamos algunas de ellas

Hambre: Con esto empezó todo. Malthus afirmó que, puesto que los hombres se multiplicaban a tasas geométricas y los alimentos a aritméticas, la hambruna y el brutal freno a la demografía estaban asegurados. Ya sabemos lo que ha pasado: cada vez hay más alimentos per capita. En el Siglo XX, el Club de Roma siguió con la broma. Los avances tecnológicos y gente como Norman Borlaugh han demostrado que esa profecía era falsa. Lo vemos a diario.

Población: Sensu contrario, se decía que el crecimiento de la población era imparable, simplemente proyectando ad infinitum tasas de crecimiento de un momento dado. El Secretario de Estado norteamericano produjo el criminal Informe Kissinger, que estableció el marco para ir suprimiendo seres humanos. Hoy en día, la población en varios continentes decrece o tiende a decrecer y sólo aumenta consistentemente en África Negra y a India. Todavía no han hecho el ajuste.

Petróleo: llevamos desde 1913 escuchando que se avecina el Peak Oil, es decir, el momento en el cual la disponibilidad de petróleo habrá alcanzado su cenit y empezará a descender. Ha sido, es y será siempre falso, no sólo porque constantemente se hallan nuevos yacimientos tradicionales, sino por el fracking y las arenas bituminosas. Tenemos reservas probadas para más de 500 años al ritmo de consumo medio actual. Antes se acabará la era del petróleo que el petróleo como tal.

Minerales y recursos en general: los neomalthusianos siempre apuestan por el final de la disponibilidad de recursos, sobre todo minerales, pensando en que lo lógico es que se acaben. Pues no, no se acaban. Siempre se encuentran nuevos yacimientos y hasta baja su precio. Es un problema de demanda, de precio y de tecnología.

Desertificación: los neomalthusianos nos quieren asustar diciendo que la desertificación es imparable. Es mentira. Está demostrado que el globo reverdece cada vez más. Y es lógico: si crece el CO2, el reverdecimiento general está garantizado, rebus sic stantibus.

Contaminación atmosférica: esta alarma sólo opera en los países menos desarrollados. En los más ricos, la contaminación del aire y de las aguas cede sin cesar. Cada vez es menor en Occidente la genuina contaminación. Es un problema de pobreza o de socialismo: la URSS era uno de los países más contaminados y contaminantes, como lo ha sido China. Aprovecho para decir que el CO2 NO CONTAMINA. 

Nivel del mar: este es un clásico: nos amenazan con todos los males porque el nivel del mar va a sumergir las ciudades del mundo. Se inventan grafías tremendas de Nueva York, hacen desaparecer islas en el Índico, las playas van a ser cosa del pasado… . Todo es falso. Nada ha cambiado en la tendencia del nivel del mar. Tal cual iba, va.

Frío: Recordemos que en los años 70s, había consenso en que nos acechaba otra glaciación. La única duda era cuándo. Ya sabemos lo que fue de esa profecía. Pues la del calor, igual. ¡Calor! Sólo quieren que veamos eso. Lo demás no interesa. Son tácticas propias de Goebbels, es decir, de Willi Münzemberg.

Los organismos multilaterales han producido sedicentes soluciones a un problema que parece que no es tal. ¿Qué propuestas han sido éstas?

Lo que se ha propuesto para combatir un fenómeno que en realidad no existe como tal es inútil, muy costoso y hasta grotesco. El Protocolo de Kyoto, que sólo afectaba a los países occidentales, fue un fiasco total. El Paris Agreement, que sólo afecta a los países occidentales, es más de lo mismo. Ni China, ni India, ni Rusia, ni Brasil, ni Indonesia ni ningún país musulmán están incluidos. Es desolador ver cómo nuestros gobiernos manipulan el Estado contra el bienestar de los ciudadanos a los que dicen representar. No sólo son soluciones gravosas, es que no van a alcanzar resultado alguno. En el libro está explicado.

En línea con ello, inventan cada vez más prohibiciones para destrozar las economías occidentales. Sólo permiten energías llamadas renovables – siempre que no sea energía hidroeléctrica, por supuesto – todas ellas inherentemente indignas de confianza y que precisan el respaldo de centrales de hidrocarburos por su intermitencia. El encarecimiento de la energía eléctrica es general y se debe a las memeces que nos obligan a cumplir.

También han intentado e intentan ocultar y demonizar la energía nuclear. Las realidades geopolíticas les están obligando a echar marcha atrás.

¿Dice usted, entonces, que la jaculatoria es ‘occidente debe ser destruido’?

Es la consigna, el mantra que prevalece entre las izquierdas y los progres desde mediados del Siglo XIX. Primero el anarquismo, luego el socialismo, después el comunismo, seguido del nihilismo de postguerra mundial. El progresismo tomó el relevo, que ahora está en manos de la Woke Culture, que busca la cancelación de la civilización Occidental, con la anuencia de todos los movimientos residuales anteriores. Si a ello sumamos el suicidio demográfico prevaleciente en Occidente y la obvia y permanente amenaza del Islam, la situación es difícil para los países que han traído, mantenido, distribuido y sustentado la riqueza en el mundo.

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Cuenta con más de 20 años de experiencia profesional en redacción de noticias, gestión de contenidos informativos, gestión de medios de comunicación, relación con periodistas y comunicación corporativa. La mayor parte de su carrera profesional la ha desarrollado en Europa Press, donde concluyó su etapa profesional como subdirectora de Sociedad. Ha sido profesora colaboradora de la Universidad San Pablo CEU y de la Villanueva. Ha sido directora adjunta de este diario y ahora es columnista de opinión. Colabora, además, con varios medios de comunicación y desarrolla Comunicación Corporativa para varias empresas y asociaciones. Es licenciada en Periodismo y doctora en Ciencias de la Información por la Universidad San Pablo CEU.