No tardó mucho. La Administración Biden no lleva ni siquiera cuatro semanas y Kamala ya está asumiendo funciones clave que solo le corresponden al presidente: negociar con líderes de otros países.
Ayer la Casa Blanca publicó algo que llamó readout, una especie de reporte de la llamada de la vicepresidente Kamala Harris al presidente de Francia, Emmanuel Macron. El texto del readout es el siguiente:
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLa vicepresidente Kamala Harris conversó hoy con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y expresó su compromiso para reforzar los lazos bilaterales entre EE. UU. y Francia y para revitalizar la alianza transatlántica. La vicepresidente Harris y el presidente Macro coincidieron en la necesidad de una cooperación bilateral y multilateral muy unida para afrontar el COVID19, el cambio climático y respaldar la democracia internamente y en todo el mundo. También dialogaron sobre numerosos desafíos regionales, incluyendo los de oriente Medio y África, y la necesidad de enfrentarlos juntos. La vicepresidente agradeció al presidente Macron por su liderazgo en el asunto de la equidad de género y su contribución al programa de la sonda de la Nasa en Marte Perseverance Rover 2020.
Asimismo, Harris habló recientemente con el primer ministro Justin Trudeau sobre COVID, cambio climático, y diversidad. (A la fecha, sin embargo, nadie ha llamado al primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, el mejor aliado de EE. UU. en el Oriente Medio).
Es muy extraño que un vicepresidente esté haciendo llamadas de jefes de estado aliados, claves para EE. UU. y otros en las primeras semanas de una nueva administración. ¿Se imaginan a Dick Cheney haciendo tales llamadas en las primeras semanas de la administración de George Bush, o al mismo Joe Biden haciendo llamadas a nombre del presidente Barack Obama a sus pares a principios de 2009?
Si esto hubiera ocurrido, los medios de comunicación habrían comenzado rápidamente a preguntar si el presidente en cuestión estaba a la altura de su investidura.
Con el rol del presidente reducido a algo parecido a ser solo un mascarón de proa, la única pregunta era quién iba a ejercer realmente la presidencia
En el caso de Joe Biden, sin embargo, sus habilidades no están en discusión, si es que se puede hablar en esos términos. No cabe duda que estaba en evidente declive cognitivo desde el comienzo de su campaña para presidente, y que, si era elegido, necesitaría un «primer ministro» de facto para ayudarlo a llevar a cabo las tareas cotidianas del Despacho en la Oficina oval.
Con el rol del presidente reducido a algo parecido a ser solo un mascarón de proa, la única pregunta era quién iba a ejercer realmente la presidencia.
Biden mismo parecía haber reconocido sus limitaciones en 2020 cuando se refirió a sí mismo como un «candidato de transición», una observación que parecía sugerir que él mismo sabía que no iba a estar a la altura del cargo, al menos no por mucho tiempo.
En mi opinión, las dos principales candidatas a «primer ministro» -¿o deberíamos decir «presidente interino»?- son la primera dama Jill Biden y la vicepresidenta Kamala Harris.
Hay un precedente de una primera dama llevando las riendas de gobierno de un presidente incapacitado. La esposa de Woodrow Wilson, Edith Wilson, gobernó el país durante más de un año después de un derrame cerebral que le dejó paralizado su lado izquierdo. Ella decidió a quién se le permitió verlo y qué documentos se le mostraron. No es por nada que algunos la han llamado «la primera mujer presidente de Estados Unidos.»
«La Dra. Jill» al cuidado de Joe como se la vio a menudo durante la campaña, interviniendo para guiarlo cuando estaba confundido o distraído. Ahora que él está en el Despacho Oval, ella también puede estar asumiendo silenciosamente algunas de sus tareas.
Algunos han sugerido que, basado en el análisis de la escritura, la Dra. Jill ha estado firmando órdenes ejecutivas por su marido. Si esto realmente está sucediendo, crearía un serio problema legal. Si la firma del presidente no está en esos documentos, serían inválidos.
Una de las razones por las que la primera dama Edith Wilson fue capaz de ejercer como «presidente interino» fue que el círculo íntimo de Wilson ocultaba la gravedad de su derrame cerebral. Ninguno de ellos estaba dispuesto a certificar, como lo requiere la Constitución, su «incapacidad para cumplir con los poderes y deberes de dicha oficina.» Esto incluyó al vicepresidente de Wilson, Thomas Marshall, quien nunca intentó reemplazar a Wilson.
Si Joe Biden tuviera una crisis de salud repentina similar, no creo que Kamala dude en invocar la Enmienda 25 y trate de que Biden sea destituido de su cargo. Ella es demasiado ambiciosa y además tiene el respaldo del expresidente Barack Obama.
Por el momento, el papel que desempeña Kamala Harris en la administración está definido únicamente por el presidente. La Constitución no dice nada sobre los deberes del vicepresidente. Es por eso que el vicepresidente de Franklin Delano Roosevelt, John Nance Garner, dijo a Lyndon Johnson que «la vicepresidencia no vale una jarra de saliva caliente.» Se enfrentó a Roosevelt durante su segundo mandato y por esa razón fue dejado de lado.
No creo que ese sea el destino de Kamala. Uno ya ve signos – las llamadas telefónicas, por ejemplo – de lo ansioso que está por asumir los deberes del presidente. También hay informes de que espera liderar la delegación de EE.UU. a la cumbre del G7 en Cornwall, Inglaterra, el próximo junio.
Mientras “Slow Joe” se ralentiza aún más, la Dra. Jill probablemente se hará cargo silenciosamente de más deberes en el Despacho Oval y Kamala gradualmente se convertirá en la cara pública de la administración, tomando sobre sí los molestos viajes al extranjero, como el próximo viaje al Reino Unido.
Siempre pensé que Joe no alcanzaría a terminar su primer mandato, y mucho menos un segundo. Ahora, después de ver su actuación en las últimas semanas, estoy pensando que ni siquiera llegará a la mitad de un primer mandato.
Por tanto, Estados Unidos tendrá en Kamala Harris, un presidente tan radical que hará que Barack Obama parezca moderado.