Seguro que ha visto la escena: un grupo de mujeres con los ojos vendados cantando al unísono una canción feminista que concluye señalando al violador… que es el espectador. La ‘performance’ ha nacido en Chile, durante la rebelión izquierdista contra un Gobierno electo de centro-derecha que merece ser barrido por su cobardía, y se ha extendido a varios países europeos y americanos, los mismos cuyos índices de violaciones son minúsculos, en comparación con India, Sudán, Nigeria, o Pakistán.

Cientos de mujeres se uniforman y cantan al unísono la misma canción. Si se tratase de la canción de un grupo de moda, nos asombraríamos de la excelente campaña de publicidad que difunde un producto por medio planeta. Y si se trata de una canción política (y el feminismo es política), ¿por qué no vamos a pensar que también la mueve una campaña de publicidad?

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Como las hordas de salvajes que se preparan para atacar a los exploradores, esas mujeres dan sus gritos de guerra. “El patriarcado es un juez que nos juzga por nacer y nuestro castigo es la violencia que no ves”, “Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía. El violador eras tú”, “Son los pacos (carabineros). Los jueces. El Estado. El presidente. El Estado opresor es un macho violador”.

Entre las feministas se difunde una canción que acusa de violadores al 99% de los varones y a las mujeres que no se unen a su ideología

Hay que repetir una y otra vez que de Chile a España y de Australia a Hungría, los seres humanos viven en las sociedades más pacíficas y seguras que ha construido la humanidad. Se trate de violaciones o de homicidios. Gozamos de la menor tasa de homicidios desde que hay registros.

Pero el Poder necesita enemigos. Para tener a sus súbditos preocupados por los vecinos, en vez de por lo que hacen los políticos. Cuando vivía Fidel, era frecuente en Cuba que se movilizase a los uniformados y a los civiles con anuncios de inminentes invasiones yanquis que nunca se producían, pero así se tenía a la gente movilizada, pendiente de los enemigos externos y de los internos y agrupada en torno al déspota que le concedía protección.

Ahora estamos asistiendo a la construcción de otro tipo de enemigo en las sociedades democráticas, por parte de la izquierda. Hay que cambiar de villano, porque ya no existe el ‘enemigo de clase’. Y menos mal, porque, como señaló Peter Sloterdijk (Ira y tiempo), la noción de clase social ha causado más muerte en el siglo XX que la de raza.

Ahora estamos en la ‘guerra de sexos’. Unas feministas bailongas acusan de violadores no sólo al 99% de los varones, que nunca han forzado a una mujer, sino, también, a las mujeres que no se unen a su desquiciada ideología.

Otras feministas aseguran que no vivimos en democracia porque… ellas así lo dicen. Por ejemplo, la nueva presidenta del Senado, la juez Pilar Llop, declaró lo siguiente: “Una democracia en la que la mitad de la población vierte violencia sobre la otra mitad no es democracia”.

¿Nos puede decir su señoría dónde están los datos sobre esa violencia que ejercen veintitrés millones de españoles contra veintitrés millones de españolas? Las asesinadas tendrían que contarse por miles… Ya comentamos la semana pasada la tribuna que publicó El País, titulada ‘La heterosexualidad es peligrosa’ y en la que su autor proponía que el Estado diese armas a las mujeres y les enseñase a usarlas.

Pedro Sánchez ha afirmado que quienes disienten del discurso catastrofista de los calentólogos, incluso con datos, son fanáticos: “Hoy por fortuna tan sólo los fanáticos niegan la evidencia”, dijo en la inauguración de la Cumbre del Clima. Curiosamente, o no tanto, uno de los creadores de opinión de la derecha, Carlos Herrera, también cargó contra “los negacionistas”. Una redactora del periódico digital de Pedro J. publicó una serie de fotos para “tapar la boca a los negacionistas”. Una periodista, reclamando la censura. “Cosas tenedes, Cid, que farán fablar las piedras”.

Los políticos y la ‘prensa de kalidá’ califican de fanáticos a los que se oponen al discurso apocalíptico sobre el clima

Como ha escrito con acierto sobresaliente Javier Benegas, “la ‘emergencia climática’ es una línea de negocio de acceso restringido. Permite detraer rentas y repartirlas arbitrariamente. Para tener una parte del pastel debes contribuir a su propagación. Los medios están en ello. Saben por experiencia que se paga bien (la violencia de género)”.

Y el deseo de ‘pillar cacho’ explica que en los días de la Cumbre ningún miembro de la ‘prensa de kalidá’ admita una sola duda sobre el mantra del calentamiento global. ¡Con lo que periodístico que sería un reportaje sobre los distintos plazos para la destrucción del mundo anunciados por la ONU! Hechos, no ‘fake news’.

Un tomatero dice que la comida nos mata y El País advierte que el embarazo provoca caries. Más miedo, más angustia

El periodismo asustaviejas no se limita a la matraca del calentamiento global.

El sábado 30, El Mundo sacó a un gastrónomo, periodista y cultivador de tomates para que asustase a la audiencia: “La mayoría de los alimentos están envenenados y provocan una muerte lenta”. Pasa lo mismo que con la mentira feminista del “¡Nos están matando!”. Si fuese verdad lo que dice el tomatero, ¿cómo se explica que suba la esperanza de vida en España y en Europa? Por cierto, este argumento sirve también para desmontar las jeremiadas sobre los millones de personas que mata la contaminación.

El mismo día, El País publicó otro reportaje más contra los embarazos en el que enumeraba las consecuencias desagradables: caries, pecas, miopía…

A quien crea que lo anterior son exageraciones, le recomiendo que siga en Twitter a la profetisa Greta. Las autoras de un artículo que la adolescente sueca recomienda consideran que la “la crisis climática” la han creado “los sistemas de opresión coloniales, racistas y patriarcales”. La ‘emergencia climática’ es una campaña política de la izquierda y del Poder, donde la ciencia no importa.

Y así el Poder consigue que no se hable de la sentencia de los ERE, que constata que el PSOE es el partido más corrupto de Europa, ni de esta denuncia hecha por los laboristas británicos: en los 16 almacenes de Amazon en la isla, cada dos días de media acudía una ambulancia para atender a un empleado por lesiones o heridas.

Jeff Bezos, el principal accionista de Amazon y el segundo hombre más rico del mundo, con más de 100.000 millones de dólares de fortuna, es un ‘guerrero del clima’. Compra furgonetas eléctricas para reducir la huella de carbono de su empresa, pero no sube los sueldos de sus empleados ni mejora sus condiciones laborales.

El cambio climático, como máscara de los plutócratas más cínicos. ¡Y las izquierdas no lo ven… porque, a cambio, reciben poder!

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