Ya me tomé mi gin-tonic de rigor para celebrar el batacazo de la izquierda británica el jueves pasado. Ha sido homérico, como diría Michaleen Flynn. Los socialistas están desapareciendo en Europa como los dinosaurios que son, aunque dejan detrás de sí una civilización arrasada.

Los conservadores de Boris Johnson (y anda que el tipo me cae mal, peor que Berlusconi y casi tanto como Chirac) no sólo han obtenido una mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes de la que no gozaban desde hace más de treinta años, sino que, además, han arrebatado a los laboristas escaños que éstos tenían desde hacía décadas.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.

Suscríbete ahora

Jeremy Corbyn, diputado desde 1983, presentó un programa que era una carta a los Reyes Magos, pero denunció hechos que son ciertos: la desindustrialización del país, el deterioro de la sanidad y los servicios públicos, el empobrecimiento de las clases medias y baja… Desgracias de las que en gran parte son responsables los conservadores, pues gobiernan desde 2010.

Entre los problemas materiales y sociales y la identidad nacional, las clases populares han votado en función de ésta

Aun así, los tradicionales votantes de izquierdas han preferido elegir a candidatos conservadores antes que a los candidatos laboristas.

Las razones se pueden resumir en el triunfo de la identidad (el apoyo al Brexit) y la pérdida de confianza en un Partido Laborista que, al igual que el Liberal, el equivalente a Ciudadanos, se ocupa de asuntos que no interesan a las ‘víctimas de la globalización’: la emergencia climática, declarada por cierto por el Parlamento nacional, pero es que Corbyn quería dedicar cientos de millones de libras a combatirla; la subida de impuestos a la vivienda, la única propiedad de importancia de esas mismas clases sociales; la ideología de género; etc.

Los habitantes del norte de Inglaterra no creen en las bondades de las sociedades multiculturales ni en las oportunidades profesionales de la globalización, porque no las ven en sus ciudades ni pueblos. Londres, epítome de la diversidad y la nueva economía (y de los precios inalcanzables), se cometen anualmente cerca de 140 asesinatos por apuñalamiento debido a la delincuencia.

Otro dato curioso que nos han dejado estas elecciones es el de la relación entre la edad y el voto: cuanto mayor es la edad, menor es el voto a la izquierda. Los beneficiados del estado de Bienestar, establecido a final de la Segunda Guerra Mundial, y que conocieron las empresas nacionalizadas, no quieren saber nada de la izquierda.

Los laboristas sólo vencen entre los votantes de menos de 34 años, que son un grupo menguante por la esterilidad de los europeos

Los estudios demoscópicos muestran que los laboristas, el único partido parlamentario de izquierdas del país, obtienen su mayor porcentaje de voto entre los menores de 24 años. Desde entonces, decae hasta quedar por debajo del 20% a partir de los 65 años. La experiencia de la vida y los palos que te da ésta te bajan del unicornio al que te han subido los profesores universitarios.

Los progres nos están conduciendo a sociedades de ancianos solitarios, pero ellos no las gobernarán. En España, donde siempre vamos con algo de retraso respecto a las tendencias y novedades de Europa, la región más envejecida, que es Asturias, todavía vota a la izquierda.

En una de sus habituales pataletas cuando pierde, los socialistas británicos y europeos pronostican la inminente separación de Escocia debido a un nuevo referéndum de secesión. ¡Qué mal perder! El hispano-escocés John Carlin, uno de esos paletos a los que los españoles ponemos piso y whisky para que nos den lecciones sobre cómo somos, decía que le daban tanto asco los conservadores y sus asquerosos votantes que él apoyaría una Escocia independiente. Una reacción, por cierto, que le asocia a los meapilas españoles que, cuando se implantó la II República, se pasaron al PNV para conseguir un “Gibraltar vaticanista”, en feliz expresión de Indalecio Prieto.

Más de la mitad de los escoceses ha votado a partidos contrarios a la independencia, por lo que ésta no parece probable

Pues los datos desmienten el pronóstico de la independencia escocesa. Si escogemos un parlamento, contamos los diputados. Si votamos en un referéndum, contamos los votos. Y el partido SNP tiene mayoría de diputados en el Parlamento británico: 48 de 59. Pero minoría en votos, que son los que se contarían en un nuevo referéndum. El SNP: 45%; los conservadores: 25,1%; los laboristas: 18,6%; y los liberales: 9,6%. Los contrarios a la independencia suman el 53,3%.

Los separatistas sólo ganarían si los enfurruñados de izquierdas, como Carlin, se les pasasen. Como ocurre en Cataluña, que la UGT, CCOO y Podemos son los agentes de la banda del 3%.

En resumen, la izquierda ha inoculado la esterilidad en los pueblos europeos (sí, con la colaboración de los socialistas de todos los partidos y todas las iglesias), desde la promoción del aborto al aborrecimiento del compromiso y el sacrificio. Ha sido el elemento principal que ha convertido Europa en un continente de viejos… ¡Y ahora esos viejos rechazan a los partidos de izquierdas! ¡Qué ironía tan deliciosa!

Por eso, los intelectuales progresistas quieren dar el voto a partir de los 16 años a las ‘gretas’ y a todos los inmigrantes, aun a riesgo de convertir sus países en guarderías y réplicas de Pakistán. Y no olvidemos la implantación de la eutanasia, para despejar las listas de perceptores de pensiones y del censo electoral.

Comentarios

Comentarios