Para muchos políticos y representantes públicos los valores son cambiantes, adaptables y pueden depender de cómo sople el viento. Muchos tienen al viento como una brújula y el Norte puede cambiar en función de por dónde sople este. Muchos no tienen mayores valores que atornillarse al poder, seguir viviendo del Estado y mantener su puesto, o uno parecido. En la gran mayoría de ocasiones su mediocridad y falta de capacidad les impediría vivir honradamente o al menos vivir tan bien fuera del espacio público. Pocos son los que han demostrado su valía en la empresa privada o fuera del ámbito político y tienen miedo del viento que sopla fuera de las moquetas del poder donde no se evalúa la lealtad a un partido. Huyen del mérito, la capacidad y el trabajo. Pocos se atreven a anteponer sus valores y principios a un puesto político. Hay pocos, muy pocos, valientes. En general me fío poco de quienes, como Groucho Marx, tienen como lema vital «estos son mis principios, pero si a usted no le gustan, tengo otros».

En España, Argentina y otros muchos países hemos visto como estas veletas han cambiado y muchos de quienes se decían provida ahora son proaborto. Los que defendían al niño por nacer ahora son los defensores del derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, decidiendo también sobre el del bebé en su interior.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Recordamos que cuando Zapatero promovió el cambio en la legislación del aborto o la del matrimonio hubo manifestaciones multitudinarias en las que millones de personas protestaban contra los cambios legislativos que desamparaban el Derecho a la Vida, primero y primordial sobre el que se basan los demás. Miles de políticos “conservadores”, “demócratas” y “cristianos” se peleaban por llevar pancartas en las primeras filas. Algunas decenas de diputados y senadores presentaron unos recursos de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional en España que ni hoy piden que se resuelvan ni cuya respuesta les parece importar mucho. Hay excepciones y ya están casi todos fuera de la política. Cuando la veleta cambió, ellos llevaron otro viento. Algunos prefirieron ser fieles a sus principios y valores.

España, lamentablemente, no es una excepción. En Argentina y otros muchos países hispanoamericanos quienes se definían como provida en la campaña electoral ahora cambian, como el viento.

La primera ley del aborto fue promulgada en la Unión Soviética donde ni la dignidad ni los derechos humanos eran respetados. En Estados Unidos, Margaret Sanger, promovió el control natal, el aborto, la eugenesia y el racismo. Quizás sorprenda que la fundadora de la Liga Americana de Control de la Natalidad y la primera presidenta de “Planned Parenthood” fuese racista. Pues lo fue y de una manera muy clara. Entendía que había que limitar el nacimiento de los hijos de las clases pobres, de los negros, así como a los débiles o discapacitados y promovía el aborto de todos ellos. En ambos casos, pese a que no nos gusten, tenían muy claros sus principios y no los escondían.

Muchos de los que promueven el aborto se basan en falsos sentimientos de evitar que los bebés nazcan con Síndrome de Down, enfermedades o con discapacidades que, supuestamente, les perjudicarán toda la vida. Se basan en supuestos criterios de humanidad, pero, en realidad y al final, le están negando al bebé por nacer el derecho más básico, el derecho a la vida. Otros promueven el aborto buscando simple y llanamente un beneficio económico.

Es deseable en política, aunque no estemos de acuerdo y nos parezca aberrante, alguien que expone claramente que los pobres, los débiles o los negros deben limitar su natalidad o abortar a los niños por nacer que alguien que, según el viento, cambia sus principios y valores

Es difícil negar el desarrollo embrionario y fetal. Especialmente difícil lo es para el personal sanitario y médico. La técnica y la tecnología avanzan y es por ello por lo que no se entiende que en el 2020, cuando existen ecografías en las que se perciben claramente los órganos y el latir del corazoncito del bebé por nacer desde las primeras semanas, se le niegue su dignidad humana o el derecho a la vida.

El bebé por nacer pertenece a la especie humana y ello está muy claro desde que se unen el óvulo y el espermatozoide, gametos de dos humanos. Además, se está desarrollando y crece con lo que difícilmente se comprenden las razones por las que alguien como la madre, el padre o un tercero puedan decidir sobre esa vida que no es parte de su cuerpo sino independiente. Se pueden alegar razones ideológicas, económicas o incluso ocultar todas ellas bajo un velo de humanidad, pero no se podrán negar las razones biológicas del desarrollo embrionario y fetal.

Sin lugar a duda, una mujer o pareja embarazada pueden pasar por dificultades y también necesitan del apoyo de la sociedad y de los más cercanos. Las sociedades occidentales dedican más dinero a la contracepción y al aborto que al apoyo a las familias o a la promoción de la natalidad. Puede haber embarazos no esperados o que causen dificultades por razones de edad, económicas, laborales o incluso de salud. La discriminación laboral de la mujer embarazada, la madre gestante o lactante deberían desaparecer y ser sancionadas. La técnica actual permite apoyar en la salud y dar el tratamiento necesario a quien lo necesite. La sociedad y los gobiernos pueden ayudar a las familias y al aumento de la natalidad, tan necesario en un gran número de países.

No me gustan los vientos cambiantes. Prefiero a quien, desde el principio, expone claramente donde se sitúa y como actuaría en el caso de llegar al poder. Es deseable en política, aunque no estemos de acuerdo y nos parezca aberrante, alguien que expone claramente que los pobres, los débiles o los negros deben limitar su natalidad o abortar a los niños por nacer que alguien que, según el viento, cambia sus principios y valores. La congruencia y los políticos que no varían según el viento ayudan a los ciudadanos a tomar mejores decisiones.

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Rubén Navarro es abogado y licenciado en Administración y Dirección de Empresas. Le encanta viajar y comunicarse con amigos de otras culturas e idiomas, además de un buen café por la mañana. Habla inglés, francés e italiano. En Ginebra desde 2011, ha trabajado con diplomáticos, legisladores y ONG en la defensa de la familia, la vida y la libertad religiosa en el Consejo de Derechos Humanos dela ONU. Es autor de un capítulo en el libro ‘La Batalla por la Familia en Europa’, coordinado por Francisco José Contreras.