Desde la llegada, en 2009, del grupo terrorista Boko Haram al Estado de Borno, en el noreste de Nigeria, al menos 20.000 personas han perdido la vida, 2’6 millones han tenido que abandonar sus hogares para vivir en Maiduguri y otras miles han sido secuestradas.
Pero detrás de estas escalofriantes cifras, también hay otras víctimas colaterales de los islamistas: las más de dos mil viudas que en la mayoría de los casos han sido repudiadas y obligadas a mendigar en las calles para sobrevivir.
Como Aisha Ishaku, viuda de 42 años. Quien cada 4 de agosto, desde hace tres años, recuerda con dolor como Boko Haram atacó su pueblo, Gwoza, en el estado de Borno y disparó en una pierna a su marido. Después de dos semanas de enfrentamiento entre los terroristas y el ejército nigeriano, Aisha y sus hijos colocaron al padre herido en una carretilla y andaron 25 kilómetros hasta el hospital de Madagali, en el estado de Adamawa.
La herida del marido de Aisha se agravó por sus problemas de diabetes. Murió unos meses después en el Hospital Estatal de Maiduguri, según recoge El País. Tras el fallecimiento del padre, la familia ha vivido auténticas penurias. Por ello, Aisha optó por vender por las calle kosai, tortas de judías fritas, por cinco nairas, es de decir, por 0’02 euros.
La vida de Memuna Ihaka es parecida a la Aisha. Cuando Memuna tenía 23 años, su marido murió al de huir del estado de Kogi tras el estallido de un conflicto. La joven no sólo tuvo que hacer frente a la muerte de su marido, sino también sacar adelante a seis hijos sin apenas recursos económicos.
La mujer pasó cuatro días sentada junto al cuerpo sin vida de su marido hasta que unos vecinos vinieron a ayudarla a enterrarlo
O la historia de otra nigeriana que presenció el asesinato de su marido a manos de los yihadistas. La mujer pasó cuatro días sentada junto al cuerpo sin vida de su marido hasta que unos vecinos vinieron a ayudarla a enterrarlo. Después fue secuestrada y maltratada por Boko Haram durante un año y medio.
Asistidas por la Diócesis de Maiduguri
Para ayudar a todas estas mujeres, la diócesis de Maiduguri, con el obispo Oliver Dashe Doeme al frente, ha puesta en marcha un programa diocesano de ayuda y asistencia. “Las viudas sufren terriblemente por la pérdida de su marido, son marginadas, la mayor parte de su familia se aleja de ellas y están abandonadas a su suerte”, asegura monseñor Doeme, tal y como recoge la agencia Fides.
Monseñor Doeme: «La mayoría de estas mujeres se quedan solas con seis, siete o diez hijos que mantener y sin trabajo»
El programa, dirigido a mujeres del estado de Borno, Yobe y Adamawa, consiste en primer lugar en una ayuda de emergencia de todo lo que necesitan (comida, ropa, medicamentos) y después preparan a estas mujeres viudas para ser autosuficientes e incluso ayudándoles a crear su propia empresa.
“Nuestro principal objetivo es ayudarles a criar a sus hijos. La mayoría de estas mujeres se quedan solas con seis, siete o diez hijos que mantener y sin trabajo”, detalla el obispo de Maiduguri.
Un programa de alimentación y microcréditos de Cruz Roja
Una de las organizaciones que apoya a las viudas del estado de Borno es Cruz Roja que desde 2014 ayuda a estas mujeres. Con un programa parecido al de la Diócesis de Maiduguri, el Comité Internacional de Cruz Roja (CICR) ha conseguido que las viudas tengan mejor acceso a alimentos, reduzcan sus deudas e incluso ahorren algo de dinero. Además, de ofrecerles apoyo y ayuda para iniciar pequeñas empresas.
Gracias a la ayuda económica de Cruz Roja, muchas viudas han puesto en marcha sus propias empresas
Con la ayuda económica del CICR, Amina Lawan, una viuda de 41 años, ha podido comprar tres máquinas de coser. “Mi vida ha cambiado por completo. Puedo cuidar de mi familia e incluso pagar facturas del médico y las escuelas de mis hijos”, explicó la viuda.
Rebecca, la salvación de las víctimas de Boko Haram
La solidaridad hacia las víctimas de Boko Haram no sólo procede de las diócesis o de organizaciones, sino también de personas particulares. Como es el caso de la cristiana Rebecca, que se vio obligada a abandonar dos veces su hogar en Maiduguri, pero que decidió aportar su granito de arena creando una pequeña ong para atender a viudas y huérfanos en su ciudad.
“Me desperté una noche y vi que las calles estaban iluminadas por las iglesias que habían sido quemadas. Durante las semanas siguientes, escuchábamos disparos cada noche. Se sentía como una guerra. Veíamos cadáveres todos los días en las calles”, relata esta nigeriana a Puertas Abiertas.
Los cristianos comenzaron a ser el blanco de los yihadistas. Por ello, la familia de Rebecca tuvo que dejar atrás Maiduguri e irse a vivir a su pueblo natal de Gavva. Sin embargo, Boko Haram comenzó a atacar otras zonas rurales y la violencia llegó hasta el pueblo de Rebecca por lo que la familia regresó de nuevo, en 2011, a Maiduguri.
Una cristiana perseguida por Boko Haram: «Sentí la necesidad de estar con estas mujeres que a veces luchaban amargamente para sobrevivir»
Al volver Rebecca descubrió que muchas organizaciones internacionales abandonaban Maiduguri dejándolo aislada del resto del mundo. Por este motivo, decidió ayudar a las personas que más lo necesitaban y, de manera especial, a las viudas de Maiduguri.»Fuimos todos refugiados en ese momento y todos necesitábamos ayuda, pero vi que muchas viudas necesitaban más ayuda que yo. Sentí la necesidad de estar con estas mujeres que a veces luchaban amargamente para sobrevivir«, destacó la cristiana.
Así con el apoyo financiero de una amiga que vivía en el extranjero, Rebecca comenzó a distribuir alimentos y ropa nueva, pero también a hacerse cargo de los gastos que ocasionaban la atención médica de algunas de las viudas. Su labor pronto creció, y cuando la organización Puertas Abiertas conoció la historia de esta nigeriana, decidieron también dar apoyo económico a esta causa. Ahora Rebecca cuenta con más de 2000 voluntarios que ayudan a huérfanos y viudas.
Miriam es una de las viudas que Rebecca apoya. Llegó sin nada a Maiduguri tras perder a su marido y escapar con sus cuatro hijos de los militantes. Sin embargo, ha vuelto a recuperar la sonrisa. “Sólo gracias al apoyo que Rebecca nos da podemos sobrevivir”, sentenció esta viuda.
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