La candidata demócrata, Kamala Harris, es abortista y homosexualista radical.
La candidata demócrata, Kamala Harris, es abortista y homosexualista radical.

A Mao Zedong le gustaba alardear de las “tres armas mágicas” que había utilizado para tomar el poder. A saber: la propaganda, el Ejército de Liberación Popular y las tácticas del frente único.

En otras palabras: lavar el cerebro a la mayor cantidad de gente que se pueda, intimidar o matar a quienes no se controle con lo primero, y por último, crear o capturar organizaciones para avanzar la revolución mientras se avanza con las dos anteriores.

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Resulta que Kamala Harris y Tim Walz tienen tres armas mágicas propias, que no son tan diferentes de las originales que creó Mao: propaganda, guerra legal y organizaciones fachada.

Los medios del régimen, con ello me refiero a todas las redes sociales excepto Twitter/X y Truth Social, y todos los medios impresos excepto New York Post  y Washington Times, están levantando una cortina de humo propagandística en torno a la campaña de Harris-Walz digna de la  cobertura servil a Xi Jinping del Diario del Pueblo del Partido Comunista Chino.

Están permitiendo que Harris lleve adelante una campaña Potemkin muy llena de retórica optimista sobre “alegría”, “esperanza” y “cambio”, pero totalmente carente de sustancia.

El objetivo es ocultar las opiniones radicales que Harris mantiene desde hace tiempo (desfinanciar a la policía, abolir el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, despenalizar la inmigración, indemnizaciones por la esclavitud, etc.) hasta que asuma el cargo. Por eso los medios no la critican, ni siquiera cuando se contradice directamente.

En una entrevista reciente, por ejemplo, comenzó afirmando que no confiscaría armas y luego pasó a detallar cómo tenía la intención de confiscar “armas de asalto”. Su entrevistador, aparentemente tomando en serio la advertencia que le hizo Harris de “librarse de lo que ha sucedido”, dejó pasar este doble discurso sin hacer comentarios.

Los medios tampoco denuncian la hipocresía de su compañero de fórmula. Tim Walz insiste en que su Estados Unidos es uno en el que cada uno “se ocupa de sus propios asuntos”, al tiempo que afirma que “el socialismo de uno es la buena vecindad de otro”. Un atisbo de la idea de “buena vecindad” de Walz se produjo durante los confinamientos por la COVID. Siendo gobernador de Minnesota, Walz montó una línea telefónica para que los vecinos se delataran entre sí.

Mao, líder de la China que admira Walz, era un maestro de la propaganda. Durante las últimas etapas de la guerra civil china, Mao de repente construyó un relato político muy eficaz y atractivo para las masas. Empezó a proclamarse un gran admirador de la democracia estadounidense. Criticó a Chiang Kai-shek como dictador y prometió que la nueva China sería una democracia.

La estratagema funcionó. Se suspendió la ayuda militar estadounidense a los nacionalistas y algunos de los generales de Chiang Kai-shek se unieron a Mao. Una vez en el poder, por supuesto, Mao se burló de quienes habían caído en su trampa y gobernó como un tirano.

Con la ayuda de los grandes medios de comunicación, toda la campaña de propaganda de Harris-Walz es una operación psicológica digna de Mao.

La segunda arma mágica de estilo maoísta que utiliza la campaña de Harris-Walz son las organizaciones fachada. Así como el PCCh creó partidos y periódicos escindidos en toda la China nacionalista para dar la apariencia de un amplio apoyo, la campaña de Harris-Walz está creando organizaciones fachada con el mismo propósito.

Como prueba de que los izquierdistas rara vez tienen una idea original, estos grupos a menudo reflejan el trabajo de la campaña de Trump. A los pocos días de organizarse “Católicos por Trump”, surgió de repente un grupo llamado “Católicos por Harris”.

Así también, cuando Trump  recibió el respaldo  de la Orden Fraternal de la Policía, el sindicato de oficiales de policía más grande del país, mágicamente se materializó un grupo pro-Harris llamado “Líderes Policiales para la Seguridad Comunitaria”.

El grupo recién creado, que cuenta con alrededor de una docena de miembros, elogió a Harris por su compromiso con la seguridad pública y el estado de derecho. Esta es la misma mujer que: como fiscal general de California dejó libres a criminales empedernidos, como senadora rescató a violentos alborotadores de Black Lives Matter y, como vicepresidenta destrozó la seguridad en la frontera.

Hay un aspecto en el que la campaña de Harris y Walz ha superado al Partido Comunista Chino: siguiendo los pasos de Obama, se han hecho con el control de uno de los dos principales partidos de Estados Unidos y lo están utilizando como tapadera para sus políticas marxistas.

Sin duda, los demócratas llevan décadas moviéndose hacia la izquierda. Fue Ronald Reagan quien dijo por primera vez, en una frase que recientemente repitió Robert F. Kennedy Jr.: “yo no abandoné el Partido Demócrata. El Partido Demócrata me abandonó a mí”.

Millones de demócratas aún ignoran que su partido es ahora poco más que una organización fachada de los marxistas que dirigen el espectáculo, o que está dirigido por una candidata que aseguró su postulación a presidente con un golpe de estado silencioso.

La campaña de Harris-Walz no cuenta con nada comparable a la tercera arma mágica de Mao: el Ejército Popular de Liberación. Esto no quiere decir que no hayan intentado seguir el típico patrón comunista de cortejar a pequeños grupos descontentos, intentando convertirlos en las tropas de choque que necesitan para intimidar a la población en general. Pero los grupos en cuestión, los muchachos de la soja de Antifa y los saqueadores de Black Lives Matter, hicieron poco más que quemar edificios en sus propios barrios, todos ellos ubicados en ciudades controladas por los demócratas.

Pero lo que sí tienen es guerra jurídica.

Detrás de cada una de las siete demandas en curso contra Donald Trump hay una falange de abogados y políticos demócratas que libran una especie de guerra de guerrillas legal y política contra el ex presidente, buscando debilitar su determinación y agotar sus recursos. Cuando pierden una batalla legal, abren otro frente en esta guerra de desgaste en curso.

La guerra, como declaró celebremente el estratega alemán Clausewitz, era una continuación de la política por otros medios. Para los marxistas que han tomado el control del Partido Demócrata, la guerra jurídica es la continuación de la política por otros medios.

Y uno sospecha que en esta guerra los asesinatos no están excluidos.

Hasta ahora se han producido no uno, sino dos atentados contra la vida de Trump, cada uno de ellos fruto de una serie de fallos del Servicio Secreto de Estados Unidos tan inexplicables que casi parecen deliberados. Por no hablar de los “problemas mecánicos” que han obligado a los aviones de Trump y de J. D. Vance a realizar aterrizajes de emergencia. Por alguna razón, los aviones que transportan a políticos demócratas no parecen experimentar problemas similares.

Pese a todo esto, Trump parece encaminarse hacia una victoria en noviembre. Pero incluso si gana por una abrumadora mayoría en el colegio electoral y se lleva el voto popular, no esperen que los marxistas se vayan a sus casas en silencio. Nunca lo hacen. Más disturbios, intentos de asesinato, guerras e incluso una insurrección federal –una insurrección organizada para el 6 de enero de 2025– estarán sobre la mesa.

Ahora bien, si así lo desea, puede descartar todos los paralelismos entre los marxistas estadounidenses y las Tres Armas Mágicas de Mao como meras coincidencias y conjeturas. Lo que yo veo es un patrón.

Y no es tan diferente del modelo utilizado por el Partido Comunista Chino para tomar y mantener el poder en China durante los últimos 75 años.

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