Imagen de Francisco de Vitoria, de la escuela de Salamanca, pionero del liberalismo a la española, el catolicismo español.
Imagen de Francisco de Vitoria, de la escuela de Salamanca, pionero del liberalismo a la española, el catolicismo español.

El pasado 17 de marzo de 2025, Doña Isabel Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, se refirió a un “liberalismo a la española” en la Conferencia Margaret Thatcher 2025 – organizada por el Centro de Estudios Políticos de Londres. La frase no puede ser intelectualmente más sugestiva. ¿Existe un “liberalismo español”? ¿Hay algo propio de España que matice el pensamiento liberal? Contestar a estas preguntas con precisión es un enorme problema. Tanto el término “España” como el de “liberal” tendrían que ser precisados exactamente para que nuestra respuesta no resultase precipitada. Esto no lo podemos hacer en el espacio de un artículo periodístico. No obstante, a pesar de este reparo, me voy a permitir avanzar mi opinión a grandes trazos. 

Lo primero que quisiera decir es que el “liberalismo español” comienza en España mucho antes que en Europa. Para apreciarlo, los juicios de algunos liberales de carné como Unamuno, Ortega y Gasset y Marañón no deben despistarnos. Aunque entre ellos hay diferencias en las que no me puedo entretener (y aquí reconozco ser injusto, sobre todo con Don Gregorio Marañón), en general, estos intelectuales ofrecieron una perspectiva liberal en la que España salía bastante mal parada frente a Europa. Ello condujo a que muchos de los “intelectuales” que les sucedieron pensaran bajo la dictadura del complejo europeo y, así, a que, con muy poco criterio, se convirtieran en traductores y voceros de las nefandas ideas políticas de alemanes y franceses.

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Este complejo llega hasta nuestros días. Si hay un problema del tipo que sea en España, miramos a ver cómo lo resuelven los “europeos”; si queremos saber si lo que hacemos es o no correcto, nos miramos en el espejo de Europa; si nuestras instituciones fracasan, es de los organismos de la Unión Europea que esperamos que nos venga la solución. Esta pobreza de criterio general penetra en lo más hondo de nuestras instituciones educativas. Hoy las disciplinas sociales se imparten en las Universidades españolas con total olvido de nuestra tradición y autores clásicos. Ya no es que se desprecien, es que ni se conocen. Si alguien quiere poner en apuros a un profesor de Derecho o Economía en la Universidad española, no tiene más que preguntarle por quién es y qué dijo Luis de Molina sobre cualquier tema de esas disciplinas. Así que, efectivamente, existe un liberalismo europeo predicado por españoles del que, desde luego, no podemos estar orgullosos. 

Pero existe otro liberalismo español. Uno que nos lleva directamente hasta nuestros clásicos y que nos permite, además, leer cualquier idea liberal moderna con criterio cultural. Es una corriente que encaja con el catolicismo y que, de ninguna manera, se ha dejado impresionar hasta el día de hoy por las ideas de moda del siglo. Es el liberalismo que desconfía del poder político, sencillamente, porque sólo confía en Dios. Es el liberalismo de Juan de Mariana y de tantos autores de la Escuela de Salamanca, de los carlistas que luchan para proteger sus fueros e identidad para no desdibujarse en un general Código de leyes nacionales, del motín de Esquilache (de un pueblo que no se quería dejar desarmar), de quienes en las calles defendieron a España el día del dos de mayo de 1808 del primer tirano liberal (Napoleón), del pueblo que no se calla, lanza objetos y hace huir al presidente Pedro Sánchez. Este liberalismo, como digo, pende de una cultura muy concreta, a saber, la católica. 

Léase el epílogo a la Historia de los heterodoxos de Menéndez Pelayo. Allí explica nuestro clásico de la historia cómo lo católico es lo único que nos une, lo que nos ha dado y nos puede dar solvencia frente al mundo. Así que sí, somos liberales mucho antes y mejor de lo que lo ha sido nunca Europa. Y lo hemos sido por católicos; porque nuestra libertad personal jamás la basamos en el deseo (propio de los animales y del utilitarismo liberal), sino en el honor. Este valor tiene un rasgo español tan claro que prácticamente no puede leerse una obra de literatura del siglo de oro sin que de un modo u otro aparezca. Es de Calderón, en el Alcalde de Zalamea, la frase: “Al Rey, la hacienda y la vida se ha de dar, pero el honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios”.

Hoy este enfoque liberal tiene su representación intelectual en España. Son pocos, pero muy sólidos intelectualmente. En el desierto del complejo intelectual de las ciencias sociales en España, los profesores Don Jesús Huerta de Soto y Don Miguel Ángel Anxo Bastos con sus discípulos, están engarzando lo mejor del liberalismo de la Escuela Austriaca con lo mejor de nuestros clásicos (Escuela de Salamanca). Así que sí, contestando a la pregunta que nos sugería la afirmación de Doña Isabel Ayuso, existe un liberalismo español, clásico, histórico, fundamentado en la moral cristiana, que hace del honor del individuo el bastión fuerte frente al enemigo Estado.

Prof. Dr. Dr. Emilio Eiranova

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