El instinto de supervivencia es esa pulsión que aparece en las situaciones más extremas para ponernos a salvo de un peligro real. Una reacción de lo más natural que lleva a pensar que lo más sensato es huir. Por eso hacer lo contrario es un acto heroico.
Correr en dirección opuesta a la masa que huye despavorida, tener la sangre fría de enfrentarse desarmado a un tipo que carga una kalashnikov dispuesto a realizar una masacre en un vagón de tren, esconder a los clientes de un supermercado cuando está siendo atacado por un terrorista…
Todo eso ha pasado en Europa en los últimos años en plena oleada de atentados yihadistas. París, Londres, Niza, Berlín o el tren que cubría la ruta Ámsterdam-París han sido testigos de la aparición de un héroe en mitad del horror.
La reciente muerte del español Ignacio Echeverría -que perdió vida tratando de salvar a una mujer que estaba siendo apuñalada– en los atentados yihadistas de Londres nos recuerda a otros héroes -no todos murieron- que se enfrentaron al mal en las peores circunstancias.
Cargar el kalashnikov
Sin ir más lejos en ese mismo atentado un policía de tráfico con menos de dos años en el cuerpo se enfrentó con una porra a los terroristas armados con cuchillos. El policía resultó gravemente herido en la cara, un brazo y una pierna. Su nombre, de momento, no ha trascendido.
Hace un par de veranos dos soldados estadounidenses que viajaban en un tren que cubría la ruta Amsterdam-París consiguieron evitar una masacre. Alex Skarlatos y Spencer Stone, ambos fuera de servicio, redujeron a un hombre armado con con un kalashnikov y un arma blanca en el mismo tren.
Se trataba de Ayoub El Khazzani, un marroquí de 26 años que había vivido en España, y pretendía cometer una masacre en el tren. La clave de la rápida reacción, confiesa el soldado Skarlatos, fue el sonido que hace al cargar el mítico fusil. Un sonido inequívoco para alguien que lo ha escuchado tantas ocasiones.
El terrorista hirió a Stone en la nunca y en una mano pero Skarlatos le quitó el arma, y ambos le golpearon en la cabeza hasta dejarlo inconsciente.
Keith Palmer, un policía de 48 años que iba desarmado, murió tras enfrentarse a un terrorista armado con un cuchillo en el atentado de Westminster
Pero el mérito no fue solo de estos dos soldados. Chris Norman, un ciudadano británico, ayudó a los americanos a reducir al agresor, al que ataron de pies y manos con la corbata de uno de los revisores.
Además del atentado de la noche del pasado sábado, Londres ya sufrió otro hace apenas unos meses. En marzo un yihadista atropelló con un coche a varios viandantes en el puente de Westminster y mató a un policía. En total, cinco víctimas mortales.
Uno de ellos fue Keith Palmer, un policía de 48 años que había servido en las Fuerzas Armadas antes de pasar 15 años en la policía metropolitana. A pesar de estar desarmado el agente se enfrentó al terrorista armado con un cuchillo. Murió.
Claro que hubo quien luchó contra el trágico destino de Palmer. Ese fue Tobias Ellwood, diputado del partido conservador encargado de las Relaciones Exteriores en el Reino Unido. Ellwood salió del parlamento y desobedeció las indicaciones de la policía al correr en dirección opuesta a todos para tratar de salvar la vida del policía acuchillado.
Un camionero polaco luchó hasta la muerte con el yihadista que le robó el camión para atropellar a decenas de personas en un mercado navideño de Berlín
El diputado Ellwood presionó las heridas del agente y le practicó un boca a boca para que no se desangrase antes de que llegaran las ambulancias. Pero ya era demasiado tarde.
En París dos años antes el maliense Lassana Bathily se convirtió en héroe durante el ataque al supermercado judío de París en el que trabajaba desde hacía cuatro años.
El joven Lassana logró esconder en una cámara frigorífica a seis clientes del establecimiento asaltado por el yihadista Amedy Coulibaly, que antes había participado en la muerte de 17 personas de la revista Charlie Hebdó.
Además de esconderles, el joven logró escapar del super por un montacargas y alertó a la policía de lo que ocurría dentro de la tienda koscher. Francia recompensó su valentía y poco después le concedió la nacionalidad gala.
Un motorista a golpes
En el pasado mes de diciembre Europa fue sacudida con el atentado de un yihadista suicida en el centro de Berlín. El tunecino Anis Amri robó un camión y atropelló a decenas de personas en el mercado de Navidad de la capital alemana. Aquello le costó la vida a 12 personas.
El dueño del camión, un polaco de 37 años llamado Lukasz Robert U, peleó con el terrorista tunecino hasta la muerte para evitar el robo. El asaltante tuvo que tirar de pistola para reducir al camionero que incluso en su agonía trató de evitar forcejeando con el yihadista los atropellos masivos.
Meses antes este mismo método fue empleado por Mohamed Lahouaiej Bouhlel en Niza el día de la fiesta nacional de Francia. El terrorista islámico se hizo con un camión con el que arremetió contra las cientos de personas que esa noche paseaban por el Paseo de los ingleses.
En ese instante un empleado del aeropuerto llamado Franck no se lo pensó y cogió su moto para alcanzar al camión e intentar detener al terrorista. En su persecución logró subir a la cabina y propinar diversos golpes en la cabeza a Mohamed, que finalmente fue alcanzado a balazos por la policía.
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