Bill Clinton presidió quizás la última época sin profundas tensiones ideológicas de los Estados Unidos, y en la que la confianza en el propio país y su futuro se sobreponía a los temores, desilusiones y enfados que siempre acompañan a la política. Su Administración surfeó sobre una ola de prosperidad, bien es cierto que más por la acción del Congreso en manos republicanas que por sus propios instintos. No obstante, Clinton es de la estirpe de políticos que alberga un número limitado de ideas y no moriría por ninguna de ellas. Su gran proyecto de reforma, apadrinado por su esposa Hillary, recaía sobre el espinoso asunto de la Sanidad. Pero fracasó.

Clinton, por tanto, tenía todos los elementos para convertirse en uno de los grandes presidentes de los Estados Unidos. Su simpatía personal entroncaba con el ambiente de moderado optimismo que reinaba en el país. Una simpatía, bien es cierto, que era especialmente acusada con las mujeres. 

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Siendo gobernador, Bill se encontró en compañía de la secretaria de la Comisión de Desarrollo Industrial de Arkansas, una Paula Corbin Jones de 24 años. Y, en un gesto de cariño hacia la ambiciosa Jones, Bill se bajó los pantalones y le dijo “bésalo”. Paula declinó su oferta y cerró la puerta por fuera, dejando al Gobernador literalmente con el culo al aire. Ante este desplante y ante la denuncia de Jones a Bill por acoso, Clinton, ya en la Casa Blanca, lanzó una campaña de destrucción de su persona. Y llevó la cuestión de la desnudez en la intimidad de su despacho hasta la Corte Suprema.

Pero el apellido que ha pasado a la historia como víctima del abuso presidencial es el de Lewinsky, Monica. El 18 de enero de 1998, Drudge Report, una web de agregación de noticias, ofreció una noticia propia con el titular: “Una mujer de 23 años, ex becaria de la Casa Blanca, tuvo sexo con el presidente. Exclusiva mundial”. Y mundial fue el escándalo. 

Monica Lewinsky trabajó de pasante en la Casa Blanca antes de formar parte de la Oficina para Asuntos Legislativos. Cayó bajo el radar de Bill Clinton y establecieron una relación de carácter sexual. Monica le confesaba todo ello a su amiga, Linda Tripp, quien en cierto momento decidió grabar secretamente las conversaciones con Monica sobre su crush, Bill Clinton. Según declaró luego, mantuvo nueve encuentros sexuales con Clinton entre 1995 y 1997. 

Clinton: “Quiero que me escuchen. Voy a decirlo de nuevo: Yo no tuve relaciones sexuales con esa mujer, la señorita Lewinsky. Yo no le dije nunca a nadie que mintiera; ni una sola vez”

Pero Monica no estaba todavía dispuesta a contar toda su historia. De hecho, durante el juicio por el caso Jones y ante las preguntas realizadas por los abogados de Paula, Monica declaró en un acta notarial (enero de 1998) que ella no había tenido relación alguna con el presidente. Y le pidió a su amiga Linda Tripp que ella hiciese lo mismo, que mintiese ante el tribunal. Pero lo que hizo Tripp fue entregarle las grabaciones de las conversaciones con su amiga al jefe de la Oficina de Consejeros Independientes, Kenneth Starr, quien estaba investigado el caso Whitewater. 

El asunto llegó a la redacción de Newsweek, pero la revista no acababa de sacar la historia. Fue Drudge Report, conocedor de lo que Newsweek tenía entre manos, quien la dió a conocer. El escándalo fue mayúsculo. El 21 de enero lo recogió The Washington Post y el 26 el matirmonio Clinton compareció ante la prensa, que tuvo que tragarse las palabras de Bill: “Quiero que me escuchen. Voy a decirlo de nuevo: Yo no tuve relaciones sexuales con esa mujer, la señorita Lewinsky. Yo no le dije nunca a nadie que mintiera; ni una sola vez”. El periodista George Stephanopoulos describió la conferencia de prensa con estas palabras: Bill Clinton “mintió con una verdadera convicción”. 

Al día siguiente Hillary, que tiene más ambición política que su marido y que la mitad de los presidentes de los Estados Unidos, comparecía en el programa Today, de la NBC. En él, achacaba estas acusaciones a una “gran conspiración de la derecha”. Pero hablar como una ministra del PSOE por algún motivo no acabó de surtir efecto

Kenneth Starr, con los testimonios de Lewinsky captados por su amiga y con el traje de Mónica manchado con semen, inició la acusación contra el presidente de que había cometido perjurio y obstruido la acción de la justicia y sostuvo su tesis sobre un informe de 445 páginas que entregó al Comité Judicial de la Cámara de Representantes. El fiscal David Schippers, tras estudiar el informe, llegó a la conclusión de que había material suficiente como para destituir al presidente y la Cámara de Representantes, con una mayoría republicana, votó a favor de iniciar el proceso de destitución. 

El juicio en el Senado comenzó el 7 de enero de 1999, y terminó un mes después, el 6 de febrero. Durante el interrogatorio, Bill Clinton retorció las palabras como si fuese el abogado de The Simpsons Lionel Hutz. No es que mintiera cuando dijo que no tuvo relaciones sexuales con Monica Lewinsky, sino que él sólo llama sexo cuando el intercambio se produce entre los órganos sexoreproductivos. Y no es que mintiera, sino que… pero dejémosle desplegar su retórica: “Traté de caminar por la delgada línea que hay entre actuar según las leyes y testificar falsamente, pero ahora reconozco que no logré cumplir por completo ese objetivo y que algunas de mis respuestas a las preguntas sobre la Sra. Lewinsky eran falsas”.

Clinton ha pasado a la historia como un depredador sexual, algo que merecía entonces la dura condena de la derecha religiosa y moralista, pero que ahora se ve con ojos criminosos desde el #MeToo. Se inició su proceso de destitución, que no salió adelante, por mentir y obstruir la acción de la justicia. Pero cometió crímenes de mayor enjundia que aquéllos, y que forman parte de la minuciosa historia de la corrupción desde el poder. Una historia que Hillary ha intentado mantener viva mientras mantenga el aliento. 

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